Arrimón de Arrimadas
A. Burgos.- A lo mejor, como en tantas otras cosas, estoy equivocado, pero me parece recordar que los catalanes, para diferenciarse del resto de los españoles, hasta sacaron su propia Lotería de Navidad, allá por los tiempos de Pujol y Mas. Lo de «Lotería Nacional» aplicada al Gordo de Navidad y a la pedrea tendría que sonarles muy mal a los nacionalistas, que se atribuyen la exclusiva de lo «nacional», por lo que se sacaron no de los bombos del niños de San Ildefonso, sino de la manga (de la manga ancha de las comisiones del 3 por ciento), un sorteo al que llamaban «la Grossa», o sea, La Gorda. Chispa más o menos como los que quieren que el Congreso de los Diputados sea de los Diputados y las Diputadas: el Gordo y la Gorda. ¿Se sigue celebrando ese sorteo? Como gasto la mínima lotería posible, incluida la Nacional, que es la verdadera, no sé si «la Grossa» se seguirá sorteando por estas fechas en las que estos señores que se las dan tan de europeos y refinados tienen la ordinariez y el mal gusto de poner en los Nacimientos no a un tío haciendo gachas, sino a otro «dando de cuerpo» como dicen en los pueblos a la defecación.
Haya sorteo de la Grossa o no lo haya, el de la Lotería Nacional bien que le va a hacer la cusqui al independentismo rampante. ¿A quién se le ocurre (más que a Rajoy) poner las nuevas elecciones autonómicas catalanas, las no ilegales, las chachis, el día anterior al sorteo de la Lotería de Navidad? Esa mañana del 22 de diciembre nadie hablará de si ha ganado el independentismo de los nacionalistas o el estricto cumplimiento de la Constitución de los partidos auténticamente nacionales, nacionales de la España a la que pertenece y seguirá perteneciendo Cataluña. La mañana del 22 de diciembre, al que le haya tocado el Gordo, verás tú lo que le interesa cómo hayan quedado el preso Junqueras o el prófugo Puigdemont. El apagón informativo que deberíamos haber aplicado a tanta hartura de separatistas, que estamos hasta el gorro muchos españoles de aguantarlos con sus cosas de ellos con ellos, se lo darán los niños de San Ildefonso al resultado de las elecciones autonómicas catalanas. A los que anden descorchando las botellas de cava (extremeño, naturalmente) porque les ha tocado el Gordo sabes tú que el resultado de las urnas del 21-D les va a importar un ca…mello de los Reyes Magos.
Seguro que en esa mañana del sorteo ni paran las radios a la hora de los boletines informativos para decirnos qué va a ser de Iceta. O de Arrimadas. Quizá también me equivoque en lo que voy a decir, pero para mí que estas han sido las elecciones de Inés Arrimadas. Los primeros que están encantados con ella son los votantes del PP, que han encontrado en Ciudadanos la firmeza ante los separatistas, ante el incumplimiento de la ley, ante las veleidades independentistas, toda la fuerza, la energía y la valentía que hubiesen querido ver en Mariano Rajoy y en Soraya Sáenz de Santamaría, que aunque era de facto la que ocupaba la Presidencia de la Generalidad por la aplicación del artículo 155, ha parado en Barcelona menos que el tren en Villarrubia, que dicen los cordobeses. «Ni está ni se le espera» para meter en cintura a TV3. Estas elecciones catalanas por el 155 han sido el arrimón de Arrimadas. Vamos, un arrimón como los que se pega su paisano jerezano Juan José Padilla. Todas las que en el PP eran dudas y aplazamientos a la hora de pegarles a los independentistas con el 155 en toda la boca eran decisión y valentía en Inés Arrimadas. ¿Trasvase Tajo-Segura, dice usted, ya que estamos en periodo de «pertinaz» sequía? Para trasvases, el que ha conseguido y va a seguir consiguiendo Inés Arrimadas entre los votantes del PP, hartos de blandenguerías y de líderes cobardones puestos de perfil. O me sigo equivocando, o el estirón que va a pegar Ciudadanos frente al PP en las próximas elecciones generales va a ser, eso, como el arrimón de Arrimadas en Cataluña.