Más que un partido de fútbol
La Copa del Rey llega cargada. La lucha definitiva por una competición que ha recuperado el morbo de un clásico entre Barcelona y Real Madrid dos décadas después se presenta esta vez como una batalla inmensa, apasionante, llena de tensión por la creciente hostilidad entre ambos y lo mucho que se pone en juego. Más que un título. En el segundo asalto de la guerra que mantienen los colosos, en el choque de estilos entre el intratable y dominador equipo de Guardiola y el resultadista y destructivo conjunto de Mourinho, los blancos vuelven a discutir la superioridad azulgrana, pero en esta ocasión a un solo partido. El Madrid entiende que es su momento, porque con un duelo vital de 90 minutos dispone en teoría de mayores opciones, aunque el eterno rival es el favorito y está un par de peldaños por encima.
Para el Barcelona, el ‘rey de Copas’, es la oportunidad de asestar, con una idea innegociable, otro golpe al aspirante obsesionado en acabar con su hegemonía. Para el Madrid, con la experiencia de hace cuatro días, de dar otro paso para acercarse al mejor Barça de la historia, acabar con su maldición en un torneo que no conquista desde hace 18 años, y reforzar su ahora elevado estado anímico con vistas a las semifinales de la Copa de Europa. A la espera de lo que ocurra en la Champions, el Real Madrid de Mourinho puede salvar la temporada con esta Copa cuya conquista sería para el portugués y los suyos un éxito. Un consuelo menor en épocas recientes, pero ahora un trofeo de enorme valor para los blancos, deportivo y psicológico, aunque el verdadero desafío sea la ‘décima’. Han pasado 21 años desde la última final copera Barça-Madrid, y desde entonces los blancos han perdido tres de cuatro, con el recuerdo aún vivo del doloroso ‘centenariazo’ en el Bernabéu. Ahora se vuelven a albergar esperanzas, aunque el madridismo no pueda ocultar la realidad.
En un enfrentamiento caldeado por lo ocurrido el sábado en el Bernabéu, se dirime el orgullo del Madrid y se expone de nuevo ante el mundo un proyecto que aún busca un modelo futbolístico, con mejor plantilla que la del Barça, pero definido por las individualidades en el campo y puesto en manos de un solo hombre. De un técnico especializado en presionar a árbitros y rivales y en manejar eliminatorias y que no parece dispuesto a cambiar su planteamiento defensivo. Con el objetivo de intentar anular de nuevo -escaldado por la ‘manita’ del Camp Nou y con el «positivo» ensayo del sábado- la creación de un bloque que está a una distancia considerable. Al contrario que anteriores entrenadores del Madrid, Mou sí da prioridad casi absoluta a este torneo que ya ha conquistado con sus tres anteriores equipos en otros tantos países, aunque no siempre ha podido celebrar la victoria en finales.
Armas de excelencia
En el caso de Mourinho, otro varapalo ante el enemigo conllevaría alejarle de parte de la corriente madridista mayoritaria tan ligada a él que ya sólo quedaría a merced de la Copa de Europa. Frente al toque y el fútbol imparable de los azulgrana, los blancos volverán a oponer contención -con el ‘trivote’ encabezado por Pepe- y contraataque, aunque la novedad en el once, aparte de la baja de Albiol, es el regreso de Özil, y ello aporta a priori mayores variantes. Eficacia y casta, pero con más talento arriba, como armas frente a la elaboración y la excelencia táctica de un sistema coral que juega de memoria, aunque en Valencia el Madrid sí pudiera ser más atrevido y no jugar tan alejado de la portería defendida por Pinto, con Puyol aún en duda. Además, la trascendencia del partido y el deseo de devolver afrentas debería revolucionar a los futbolistas. Para la fiesta está preparada la Cibeles. El Barça está convencido de frustrar la madrugada merengue.