La Copa vuelve a ser Real
Cristiano, un prodigio de la naturaleza en potencia, velocidad y ambición, se elevó entre todos en la prórroga y dio al Madrid su primera Copa del Rey en 18 años, la decimoctava en su historia. El portugués ejecutó en Mestalla un planteamiento que a Mourinho le salió a las mil maravillas, con Pepe como descomunal ‘todocampista’, y acabó con la hegemonía del Barça, al menos hasta la semifinal de ‘Champions’ que se avecina y el cierre del torneo de la regularidad.
Venció el Madrid, quizá porque tenía más necesidad, pero pudo ganar cualquiera en choque trepidante, magnífico, orgullo del fútbol español en el mundo. Un no va más sin rectificación posible, una cita bien conducida por el Madrid hasta el descanso y dominada después por el Barça, frenado en seco por Casillas y sentenciado por Cristiano. Una final marcada en rojo en el calendario y que eleva el peso legendario de una Copa devaluada durante muchos años.
Iker al fin levantó un título que a los blancos se les resistía desde 1993. Fue también en Mestalla, con Benito Floro como técnico. Han tenido que pasar nada menos que 17 entrenadores para que otro volviera a coronarse. Y fue Mourinho, el tipo duro y polémico al que recurrió Florentino precisamente para esto, para ganar títulos. El portugués, actor, demagogo pero listo como nadie en los momentos cumbre, ya es rey del madridismo.
Vértigo puro
El duelo que no solo definía un título sino, sobre todo, el triunfo de un estilo, de una filosofía. El modelo del salid y disfrutad, característico de Cruyff y llevado a la máxima expresión por Guardiola, adalid de la ambición y del fútbol de ataque, frente a la idea de ganar como supervivencia que simboliza ‘Mou’. El portugués es algo así como el Maquiavelo del fútbol, ya que para él el fin justifica los medios. Es más importante llegar al éxito que el camino para conseguirlo. Pep representa la utopía de la perfección pero el Madrid es mortalmente directo, vértigo puro. Y Cristiano su mejor símbolo.
Poco difirieron los onces de lo previsto. Guardiola cumplió su palabra y puso en liza a Pinto pese a que su afición deseaba a Valdés, uno de los mejores porteros del mundo junto a Casillas. Una decisión de lo más arriesgada pero adoptada por respeto al portero gaditano y al grupo. Y Pinto respondió a la confianza con una actuación notable, aunque ahora se le acuse de haber podido hacer algomás en el gol. Definitivamente, Mascherano jugó de central porque Puyol no estaba a punto. Tal y como se comprobó un problema muy serio para el centro de la defensa pero, sobre la pizarra, sin repercusión en la zona de creación, donde Busquets aporta mejor salida de balón que el ‘jefecito’.
‘Mou’ dio una vuelta de tuerca más a su sistema, sin importarle un pimiento los comentarios del entorno. Guste o no, tiene muy claras sus ideas y las ejecuta con personalidad. Si el sábado le criticaron por situar a un marcador como medio, no solo repitió con Pepe, que recupera más balones que Khedira y Lass y ataca como un tsunami, sino que prescindió de un punta clásico. Alineó a Özil, la gran sensación blanca de este curso, pero dejó en el banquillo Benzema y tampoco confió en Adebayor hasta bien entrada la segunda parte. Y como Higuaín todavía no está a punto, los merengues afrontaron el cara o cruz copero con Cristiano de ariete, Di María en banda y el turco-alemán escorado a la derecha con libertad.
Como estaba cantado, Arbeloa entró por el sancionado Albiol, y Ramos pasó al centro de la zaga. Un dibujo más parecido a un 4-1-4-1, con Xabi Alonso en el eje, que al 4-3-3 que vendió en la víspera. Pensó el técnico luso que sin referencias claras para defender, la zaga sufriría más. Y que para jugar al contragolpe, el Madrid ganaba toque, rapidez y versatilidad. Y acertó de pleno.
Hubo, empero, un cambio mucho más significativo respecto al primero de los cuatro clásicos que sorprendió a todos, incluido Guardiola. El Madrid adelantó unos veinte metros todas sus líneas y encimó mucho más arriba al adversario. Tanto sufrieron los catalanes en el primer tiempo que se vio a Busquets fallar pases fáciles, a Piqué tirar pelotazos, a Villa recibir de espaldas balones frontales, como si fuese Fernando Llorente en el Athletic, a Messi perdido en la afanosa búsqueda de espacios imposibles y a Xavi e Iniesta completamente desactivados.
Mucha presión, constantes interrupciones, protestas en masa de unos y otros a Undiano, enorme tensión y poco fútbol. El guión soñado por Mourinho, el libreto que ya escribió con el Inter pero que no había utilizado este curso para frenar al Barça. Quizá se lo guardaba para esos duelos a vida o muerte que tan bien maneja. A partir de ese ‘trivote’ innegociable y de un trabajo de defensivo stajanovista, era cuestión de tirar jugadas veloces.
El Madrid adelanta la presión
Ni una sola vez Casillas se vio inquietado en todo el primer acto. Pinto, sin embargo, vio rondar el gol de los blancos en varias ocasiones, siempre a partir de algún robo de balón en un terreno minado. En intensidad, en ganas, en solidaridad, en las disputas y hasta en las protestas airadas al colegiado, el Madrid era mucho más que su rival.
El portero salvó un disparo de Cristiano antes de que, a los 44 minutos, un cabezazo imponente de Pepe, que ganó con facilidad en el salto a Alves, se estrellase en el poste y luego se paseara ante la portería. Ya en los primeros compases, un defensa salvó bajo palos un tiro de Özil.
Aunque el Barça tuviera más el balón, sin llegar nunca a ese 80% de posesión por momentos humillante del pasado sábado, la sensación de control de juego y de las ocasiones la manejaban los de ‘Mou’, feliz porque sus soldados cumplían sus órdenes pero airado porque el resultado era de empate.
El panorama cambió de forma radical en la reanudación. El Barça fue el equipo que todos conocen y el Madrid empezó a partirse. En parte lógico, ya que es imposible aguantar un ritmo tan brutal durante todo un partido. Alves ya subió más por su banda y a Cristiano se le vio muy solo. En pocos minutos, Pedro y Villa ya avisaron a Casillas. Tiraron fuera, pero al menos dispararon.
Gol anulado a Pedrito
Messi entró en escena. Gambeteó y distrajo todo lo que pudo. En pleno dominio culé, trenzó una jugada magnífica que acabó en gol anulado a Pedro por un fuera de juego por centímetros. Instantes después, entró Adebayor por un extenuado Özil. El monopolio azulgrana continuó. El gol se veía venir pero una y otra vez los evitaba una mano milagrosa de Casillas, ya fuera para desviar una vaselina de Pedro o un disparo cruzado de Iniesta.
Respiró el Madrid, ganó tiempo y arreó al final. Pero Cristiano estaba en fuera de juego y luego Pinto desvió a mano cambiada un disparo de Di María que se colaba. Llegó la prórroga. Más arritmias cardiacas, más pinchazos en el tórax, más hipérbole futbolera. La tuvo Cristiano, en una galopada de galgo, pero la cruzó en exceso. Solo a prodigios físicos como el portugués le quedaban arrestos. En la siguiente ya no perdonó. Un centro medido de Di María y un cabezazo soberbio. ‘Mou’ perdió la Liga pero ganó su primera final a Guardiola. Y espera Europa. ¡Que tiemblen los clásicos!