El Sistema Nacional de Gestión de Crisis (I) GENERALIDADES.
Una de las cualidades que la sociedad debe exigir a los que tienen la responsabilidad de garantizar su seguridad y salvaguardar sus intereses es la prudencia. Es precisamente esta actitud prudente de los que diseñan las estrategias nacionales de seguridad lo que los lleva a ver previamente, a anticiparse a los acontecimientos y medir las consecuencias antes de obrar.
No podemos dejar de tomar en consideración que las situaciones que atenten contra la seguridad no sólo se van a producir, como lo han venido haciendo a lo largo de los siglos, sino que, como consecuencia de la mayor inestabilidad mundial, su probabilidad y frecuencia será mayor que en épocas pasadas, y su gestión de una creciente complejidad fruto del mayor número de actores que intervienen y la tremenda evolución tecnológica de las últimas décadas. Así pues deberemos dotarnos de unos mecanismos que minimicen las consecuencias iniciales para los ciudadanos y faciliten el planeamiento y desencadenamiento de las respuestas adecuadas. Como decía el famoso tratadista chino de la antigüedad (S. VI a.c.) Sun Tzu: “Cuando el mundo está en paz un hombre de bien mantiene su espada al alcance de la mano”.
En esos mecanismos que garanticen la seguridad es donde surge la necesidad de disponer de previsiones para reaccionar a las crisis, entendiendo que las medidas militares son solamente una parte, que como también decía el referido tratadista “la capacidad de resolver un conflicto sin lucha es lo distingue al prudente del ignorante”. Para ello nos decía se requiere: “conocimiento de la realidad, conocimiento propio, reflexión ponderada, elección de una conducta buena y correcta ejecución”.
-Conocimiento de la realidad. O lo que hoy diríamos análisis del entorno estratégico.
-Conocimiento propio. En palabras del siglo XXI estudio y planeamiento de las capacidades precisas.
-Reflexión ponderada. Es decir, disponer de las herramientas adecuadas de planeamiento que permita elegir la línea de acción apropiada.
-Elección de una conducta buena. Podríamos entenderlo como la necesidad de dotarnos de unos mecanismos de respuesta que de una forma automática aseguren las necesidades básicas de la población y faciliten el aporte extraordinario de recursos.
-Correcta ejecución. O sea, disponer de los órganos adecuados para el control de la situación y unas elementos preparados y entrenados.
Se hace preciso, no obstante, acotar el significado de la palabra crisis, vocablo cuyo uso se encuentra ampliamente extendido …. “fulano tiene una crisis nerviosa”, “el Madrid está atravesando una crisis de juego”, “mi empresa no termina de remontar la crisis económica”, por citar algunas expresiones de uso común. Pero en lo que respecta al tema tratado en este artículo, podríamos concluir que una crisis se desencadena cuando se produce un cambio más o menos repentino de importancia y trascendencia hacia una situación perjudicial, provocando un acontecimiento súbito – imprevisto y extraordinario – y que exige una reacción para restituir la normalidad.
Es evidente que, a pesar de nuestro afán para encontrar una definición única, las crisis son de naturaleza y origen diversos que hacen que cada una de ellas sea diferente; sin embargo, se podrían encontrar algunos rasgos comunes a todas ellas:
1. Sorpresa. No existe crisis que pueda ser totalmente anticipada. Por ejemplo, podemos prever una crisis de origen climático, pero no podremos prever en su totalidad que en algún punto o zona esa situación provoque una crisis de efectos desproporcionados.
2. Singularidad. Cada crisis es única, raras veces provocan los mismos efectos, aunque las causas sean las mismas.
3. Toda crisis provoca situaciones de emergencia.
4. Los modos habituales de proceder y los medios empleados en situaciones de normalidad son inútiles o ineficaces e insuficientes.
5. Aparición de nuevos actores que en ocasiones provocan o pueden provocar situaciones locales de difícil solución o cuando menos control.
A pesar de la singularidad de la crisis, tanto por los efectos como las causas que las provocan, se pueden agrupar fundamentalmente por el origen de las mismas, lo que facilitará sin duda disponer de los mecanismos de respuesta diseñados desde la situación de normalidad. En una primera aproximación, también la más evidente sin duda, es la división entre crisis cuyo origen está en la propia naturaleza y en las que, siendo provocadas por la mano del hombre, éste interviene también en su desarrollo1, y que podríamos denominar como crisis políticas. Entre las primeras podríamos identificar las lluvias torrenciales, incendios, terremotos, etc.; en el segundo grupo las guerras o conflictos de los diversos tipos, acciones terroristas, graves disturbios o alteraciones del orden público.
Aunque no de una manera tan clara como la anterior, podríamos agrupar las crisis en función de la incidencia o grado en el que puedan afectar a los intereses nacionales. Por ejemplo, un terremoto de grandes dimensiones, siendo una crisis, no tiene las mismas repercusiones, y por ende la respuesta será diferente si se produce en el propio territorio nacional o en otras zonas del globo, y dándose en éstas, no será lo mismo en una región donde los intereses económicos, por ejemplo, sean críticos que en otras en las que “simplemente” el interés está basado en razones humanitarias y/o solidaridad internacional. En consecuencia, las crisis las podremos agrupar en aquellas de carácter nacional, o que afectan directamente al territorio nacional, y las que tienen un carácter internacional y que dependerán no sólo del grado que afecten a los intereses nacionales, sino que la respuesta estará condicionada por la solidaridad debida en base a la pertenencia a las organizaciones de seguridad y defensa.
Una tercera forma de aproximación a la crisis es su relación, o potencial relación con el conflicto. Aunque la crisis es considerada como la antesala del conflicto, no puede considerarse una afirmación universal. Por ejemplo, un incendio, aunque de grandes proporciones, difícilmente rebasarán el umbral de la crisis, mientras que las acciones de limpieza étnica que, aunque limitadas a un área geográfica, son susceptibles de convertirse en un conflicto de imprevisibles consecuencias. En ambas podrán ser utilizadas las Fuerzas Armadas, en las primeras lo harán como complemento y en apoyo de la defensa civil, en la segunda su participación será inevitable para su resolución, con un mayor o menor empleo de la Fuerza en base al espectro del conflicto. Así podríamos hablar de operaciones de gestión de crisis de en apoyo a autoridades civiles y operaciones militares de gestión de crisis, como se expone en la última parte de la conferencia.
*Teniente coronel de Infantería y doctor por la Universidad de Salamanca
En resumen, en los manuales, tratados y estudios sobre las crisis pone exactamente lo contrario de lo que han hecho PSOE en su día y PP ahora con la crisis catalana.
O son burros, cosa que me cuesta aceptar, o son taimados.
La mayoría de las crisis, son provocadas por los mismos que después, prometen que las van a resolver. Y muchos ilusos, ¡hasta se lo creen!