La manifestación teatral del día 8, reivindicativa de la mujer, pierde el verdadero sentido sacral de la figura femenina en el mundo y en la sociedad. Con ello, el encanto de la feminidad degenera en un feminismo traducible en un machismo, pero a la inversa, y con ello deriva hacia una lucha de sexos, tan antinatural como la lucha de clases. Todo ello reducido a una pugna absurda reivindicativa de falsos derechos destructivos del verdadero amor matrimonial.

Dios creó a la mujer como ayuda y compañera del hombre y no como contrapuesta a los mismos fines que ambos han de realizar. Para reivindicar derechos de justicia comercial no hace falta manifestarse como mujeres, sino como obreras de unas actividades comerciales o de servicio igualmente remuneradoras por los mismos trabajos y rendimientos que cualquier obrero. Ya dijo Ortega y Gasset que la única forma de que una mujer supere al hombre es siendo más mujer.

Si quieren con ese pretexto exigir derechos que contradigan los imperativos de la ley de Dios y la ley natural, caen en el pecado del liberalismo libertino, como es el divorcio, el aborto, el amancebamiento y las homosexualidades. Este es el caso en una atomósfera materialista y paganizante. Al final, salen perdiendo ellas por ese camino de contraposición y de rebaje de su encanto femenino. Lo de “sin nosotras se para el mundo” (¡y sin el hombre también!) ya es una contradicción de esa superioridad con la pretendida igualdad. Lo correcto sería: “sin complementariedad de sexos se para y destruye el mundo”.

Mal dicho lo de sexo opuesto o sexo contrario. Son sexos complementarios de su felicidad y propósitos. Que cada género asuma su papel vocacional y trascendente. ¿Se imaginan a la Santísima Virgen reivindicando igualdades en la calle?

Hay supuestas igualdades que quieren destruir la sapientísima obra divina constructora de la verdadera humanidad.