El Papa durante el Via Crucis: “Dios lee en el libro abierto de nuestro frágil corazón”
Durante una emotiva oración inicial al inicio del Via Crucis celebrado este Viernes Santo en el Coliseo Romano, el Papa Benedicto XVI recordó que en “esta hora de la oscuridad” para la Iglesia y la humanidad, Dios lee “en el libro abierto de nuestro frágil corazón”
Las meditaciones del Via Crucis de este año fueron confiadas a la religiosa contemplativa Maria Rita Piccione, O.S.A., Presidente de la Federación de Nuestra Señora del Buen Consejo de Agustinas Contemplativas de Italia. La Hermana Maria Rita pertenece al yermo agustino de Lecceto, cerca de Siena (Italia), uno de los conventos de la Toscana italiana que se remonta al siglo XIII y es cuna de la Orden de San Agustín.
Las meditaciones en español están disponibles en formato pdf en el siguiente vínculo:
http://www.vatican.va/news_services/liturgy/2011/documents/via_crucis_2011_spagnolo.pdf
A continuación, la oración inicial del Papa Benedicto XVI:
Señor Jesús,
tú nos invitas a seguirte
también en esta hora extrema, tu hora.
En ti está cada uno de nosotros
y nosotros, muchos, somos uno en ti.
En tu hora está la hora de la prueba
de nuestra vida
en sus más descarnados y duros recodos;
es la hora de la pasión de tu Iglesia
y de la humanidad entera.
Es la hora de las tinieblas:
cuando «vacilan los cimientos de la tierra»
y el hombre, «parte de tu creación»,
gime y sufre con ella;
cuando las multiformes máscaras de la mentira
se burlan de la verdad
y los halagos del éxito sofocan
la íntima llamada de la honestidad;
cuando el vacío de sentido y de valores
anula la obra educativa
y el desorden del corazón mancilla la ingenuidad
de los pequeños y de los débiles;
cuando el hombre pierde el camino
que le orienta al Padre
y no reconoce ya en ti
el rostro hermoso de la propia humanidad.
En esta hora se insinúa la tentación de la fuga,
el sentimiento de angustia y desolación,
mientras la carcoma de la duda roe la mente
y el telón de la oscuridad cae sobre el alma.
Y tú, Señor,
que lees en el libro abierto de nuestro frágil corazón,
vuelves a preguntarnos esta noche
como un día a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?»5.
No, Señor,
no podemos ni queremos irnos,
porque «Tú tienes palabras de vida eterna»6,
Tú solo eres «la palabra de la verdad»7
y tu cruz
es la única «llave que nos abre a los secretos
de la verdad y de la vida»8.
«Te seguiremos a donde vayas»9.
En esta adhesión está nuestra adoración,
mientras, desde el horizonte del todavía no,
un rayo de alegría besa el ya de nuestro camino.