Manifestaciones callejeras hipócritas
Hay manifestaciones publicas, ciertamente justas, generalmenre relativas a la justicia distributiva, la fe católica o el patriotismo, pero hay muchas otras carentes de coherencia, lógica-moral. Pongamos por caso las relativas a la condena moral del asesinato del niño almeriense.
Mientras indignan casos tan de baja estofa personal, legal y moral, no son acompañadas al día siguiente de otra manifestación que condene las causas de estos hechos bárbaros, como sería poner por alto los principios morales-teologicos que deben regir en una sociedad que no haya perdido la orientación religiosa, marco y norma universal “conditio sine quanon” para el desarrollo normal de la convivencia y la justicia cívico-religiosa.
Se ha condenado un crimen , sin tener en cuenta las causas del mismo: la material (asesinato), la eficiente (“madrastra”), la formal (asfixiamiento) y la final (celos, posesión, egoísmo excluyente). Pero también, junto a las causas citadas, el elemento ocasión directo o indirecto: abandono familiar, adulterio, desprotección de la prole y el mal ejemplo del padre que se desvincula de sus sagrados deberes de justicia marital y familiar.
Consecuencia lógica sería que al día siguiente se hiciera una manifestación para el caso y todos los posibles casos contra el divorvio, las separaciones y abandonos de familia, las uniones libres y concubinatos aventureros, causas de infelicidades personales, desprotección de hijos que pagan las irresponsabilidades de los padres y condenan a esos niños a sentirse un producto de “dame y lleva”, divididos en afectos y desafectos. ¿Qué clase de sociedad enferma genera con esos fracasos matrimoniales? Delincuencia, ausencia de formación religiosa y humana de los críos que crecen con la cabeza vacía de verdadera cultura y abocados a un futuro de indefensión humanística y religiosa.
El hogar es ese taller de trabajo donde se forja una vida a través de unos valores. Si esto falla, se destruye la sociedad carente del peso específico de la plenitud humana, errabunda sin brújula y sin sentido identitario. Ahí está la hipocresía: levantamos tronos a las causas y cadalsos a los efectos. Creemos en falsas libertades y nos quejamos de los hechos delictivos y libertinos. Nos inventamos falsos derechos en este sistema liberal-ateo y nos dolemos de las consecuencias.
Condenamos asesinatos terroristas, pero no queremos ejecutar a los terroristas. Queremos derechos para casi todo, pero ignoramos las exigencias de deberes consiguientee. Queremos amores libres, pero sin consecuencias psicológicas de traiciones, adulterios y desengaños por falta de madurez moral.
No acabamos de entender que en la medida en que una sociedad se descristianiza, se pierde en leyes contrarias a la ley de Dios y el humano acaba en un callejón sin salida y desesperado por el cúmulo de sus insatisfacciones. El sabio orden divino es infranquebale e irrebatible y por eso exigible: por razón, por ley civil y por fe.
Qué verdad tan grande que los hijos pagan las desavenencias y los descuidos de sus progenitores. A pesar de ser partidaria de la separación por causas mayores, los hijos siempre han de ser protegidos por sus progenitores y por las medidas legales. De buen grado, aun en caso de separación, se trata de que los padre sigan ejerciendo su papel, pero comienza a reinar el egoísmo, y la pagan todos, creo yo.