Diego Costa sella el billete del Atlético para la final de la Europa League
El panorama dibujado tras el partido de ida obligaba a los aficionados a dar un paso adelante. Así lo entendieron, arropando ya a los jugadores en el hotel de concentración el día anterior y llenando las gradas del Metropolitano bastante antes del inicio. El himno resonó como nunca antes desde el traslado, cantado a capela, atronador antes de la salida de los jugadores. Apoyo que llenó en parte el vacío dejado por Simeone en el banquillo -sancionado por la expulsión en el Emirates- e impulsó a los futbolistas en un inicio vibrante en el que los rojiblancos llevaron la iniciativa del encuentro.
Aunque era el Arsenal al que le hacían falta los goles, fue el Atlético el que mejor entendió el inicio del partido.
Tocaba y tocaba el equipo español, aunque sin encontrar la portería de Ospina. Solo Costa, ausente en Londres por lesión, subió las revoluciones del portero colombiano con un disparo lejano que encendió aún más a la grada del Metropolitano.
El dominio rojiblanco se cortó de golpe con la lesión de Koscielny. Habían pasado apenas seis minutos cuando el francés cayó al suelo fulminado. Costa, a su lado, pidió rápido las asistencias, consciente de la gravedad de la lesión. Los gritos de dolor del central galo -muy probablemente con el tendón de Aquiles roto- silenciaron la grada, que lo despidió, deportiva, entre aplausos. Fueron casi cinco minutos de parón que le sentaron fatal al Atlético.
La pelota comenzó a ser de dominio casi exclusivo del Arsenal, que encontró en Wilshere a su canalizador preferido. En las piernas del capitán, bien asociado con Ozil, nacía el peligro inglés, que pedía a gritos un rematador que nunca aparecía. Lacazette, mejor en la conducción que en el remate, tuvo un par de internadas que no terminaron por poner a prueba a Oblak. Dominio estéril que creó una atmósfera de incertidumbre, despejaba a la media hora por Koke.
Costa, gol y lesión
El centrocampista rojiblanco, demasiado ocupado en tapar las subidas de Monreal, cazó un balón suelto en la frontal que a punto estuvo de convertirse en el primer gol. A pesar de no encontrar premio, el tiro relanzó al Atlético, que empezó a crecer poco a poco. Griezmann, a la media vuelta tras un saque de esquina, disparó cruzado pegado al palo. Otro aviso, que igualó las fuerzas poco antes del descanso. Fue justo antes de irse a los vestuarios cuando Costa reclamó los focos del Metropolitano. El ariete, batallador pero sin tino, recibió un pase mayúsculo de Griezmann y no falló ante Ospina con un disparo que entró potente por el centro.
El tanto serenó los ánimos e impulsó al Atlético en la segunda mitad, que trató de sentenciar nada más volver de los vestuarios.El gol transformó a Costa, que recordó de nuevo a su mejor versión. A su pelea innata, el brasileño sumó verticalidad y peligro, creando espacios fundamentales para Griezmann. El francés aprovechó el buen partido de su socio en ataque para rozar el gol en varias ocasiones. La más clara, fabricada en las botas de un magistral Costa, le dejó solo ante Ospina, pero su disparo salió mordido por el defensa y se perdió en las manos del portero colombiano.
Lejos de venirse abajo, el Arsenal volvió a irse al ataque. Tiró de corazón, en el posible adiós de Wenger a Europa, y tuvo sus opciones. Ninguna clarísima, porque echó de menos la verticalidad de Lacazette, pero siempre cerca de Oblak. Aún así, el checo apenas tuvo protagonismo y solo tuvo que despejar un peligroso disparo de Xhaka muy lejano.
La lesión de Costa, cuando más apretaba el Arsenal, volvía a poner contra las cuerdas al Atlético. Fue entonces cuando la afición salió de nuevo al rescate. Presión ambiental que engulló a los ingleses para encargar otra final. La octava con Simeone en el banquillo. Otro título en el horizonte. El primero, si se consigue, que llevará el sello del Metropolitano.
Otro equipo español que llega a una final europea. Enhorabuena.