La población y el nacionalismo en Vascongadas, Cataluña y Galicia (IV)
Migraciones Interiores: la autoctonía y la aloctonía.- Respecto a la primera industrialización de finales del s. XIX y principios del XX, podemos apreciar que al final de la época de las migraciones un altísimo porcentaje de la población de las provincias origen de los problemas de unidad que sufre nuestra Nación en los momentos actuales habían nacido en otras regiones, como se desprende de la tabla nº 5 y que a lo largo del s. XX se integraron en las provincias de destino.
Hoy día, España ha completado en lo esencial los principales cambios kuznetsianos. La transformación secular experimentada por su economía y su sociedad a lo largo del último siglo y medio es, a buen seguro, la más intensa de su historia. Pero uno de los rasgos que permanece son las disparidades demográficas, y el mapa de las mismas sigue reproduciendo contrastes regionales bastante similares a los ya presentes en 1860. España es ahora un país con más de 80 habitantes por km2 (si bien esto sigue siendo una densidad baja para el estándar europeo) pero pocas provincias tienen en efecto 80 habitantes por km2. Este aspecto es aún más acusado que en 1860.
Hoy día, Madrid y Barcelona cuentan con más de 600 habitantes por km2, Vizcaya con más de 500; el umbral de 200 es superado por las provincias mediterráneas de Valencia y Alicante y las dos provincias de las Islas Canarias. A muy escasa distancia geográfica de Valencia, la provincia aragonesa de Teruel tiene hoy tan sólo 9 habitantes por km2. La desertización demográfica alcanza extremos similares en la vecina provincia castellano-leonesa de Soria. Pero ambas provincias están lejos de ser excepciones anómalas. Antes al contrario, la situación actual devuelve magnificado el tradicional contraste entre una periferia litoral densamente poblada (al menos para la media española) y un interior despoblado cuya población a migrado principalmente a las Comunidades de Madrid, Cataluña y País Vasco.
Los datos sobre movilidad recogidos tanto en censos de población y renovaciones padronales como por la EVR, Estadística de Variaciones Residenciales, desde 1961, ponen de relieve que, desde principios de la década de los sesenta hasta la actualidad, se han producido más de veinte millones de cambios de residencia entre municipios españoles. Si a ellos sumamos los diez millones estimados para el período 1900-1960, se puede hablar de una cifra superior a los treinta millones de desplazamientos internos en el último siglo.
Si bien durante épocas precedentes de nuestra historia se produjeron en España corrientes migratorias internas de cierta relevancia, no será hasta el último tercio del siglo XIX cuando comiencen a ser cuantitativamente importantes y adquieran un carácter permanente. A partir de este momento, las migraciones interiores se mantendrán casi ininterrumpidamente hasta la actualidad, aunque con notables cambios en su intensidad y en sus propias características.
En las últimas décadas del siglo XIX se produce un progresivo deterioro de la población rural española como consecuencia de diversos factores, entre ellos la crisis de determinadas producciones agrarias (el caso de la vid, afectada por la filoxera, es emblemático) y la progresiva mecanización (aunque aún incipiente) de las labores agrícolas (especialmente la siega del trigo, que era hasta entonces una de las principales causas de la movilidad interior). Como resultado, desde el último tercio del siglo XIX se inicia una corriente migratoria desde las áreas rurales españolas que va a tener como destinos preferentes: por una parte, los países de Ultramar, y, por otro, los focos urbano-industriales españoles. Si hasta la Primera Guerra Mundial la corriente ultramarina es la de mayor importancia, a partir de 1915 se produce un notable desarrollo de las migraciones dirigidas a los pujantes focos industriales (beneficiados por la guerra mundial) del País Vasco (industria siderúrgica) y Cataluña (industria textil).
Durante esta primera etapa de despegue, las principales áreas expulsoras son: Galicia (especialmente hacia Madrid, donde muchos gallegos se emplean en el servicio doméstico y la hostelería), ambas Castillas, Cantabria, Navarra, Aragón, las provincias orientales de Andalucía (Almería, Jaén y Granada), y la mayoría de las provincias levantinas (Castellón, Alicante y, especialmente, Murcia).
En cuanto a las migraciones de la segunda mitad del s. XX, López Hernández[10] ha realizado una estimación basada en los datos que el Censo de 2001 proporciona para ellas. Debe señalarse también que existen algunos municipios en los que el porcentaje de personas nacidas en el mismo respecto a su población residente puede parecer muy pequeño. Este hecho podría deberse a que hay municipios donde la mayor parte de los nacimientos tienen lugar en centros sanitarios que, con frecuencia, se encuentran situados fuera del término municipal de residencia de la madre, optando ésta por inscribir al nacido en el municipio correspondiente al centro sanitario. Este efecto puede tener poca repercusión para el total provincial, pero a nivel municipal adquiere importancia.
Casi la mitad de los españoles han nacido en el mismo municipio donde residen (48,2%). Las comunidades autónomas que registran una más alta proporción de los mismos son Murcia (67,4%), Galicia (63,0%), Extremadura (59,1%) y Andalucía (58,6%). Por el contrario, las comunidades en las que residen un menor número de nacidos en el propio municipio son Madrid (33,4%), Cataluña (36,9%), Navarra (40,7%) y País Vasco (40,9%).
De esta manera, puede afirmarse que esta variable ofrece una radiografía muy aproximada de las comunidades que históricamente han generado la corriente principal de la emigración (las que tienen las tasas más altas) y de las que han recibido el flujo inmigratorio (las que tienen las tasas más bajas). También, cabe destacar el muy significativo aumento de los residentes nacidos en un país extranjero, que pone de manifiesto el denso flujo de inmigrantes que nuestro país está recibiendo. Si a los nacidos en el propio municipio sumamos también los nacidos en otros municipios de la propia comunidad autónoma, nos encontramos con un alto índice de autoctonía, ya que tres de cada cuatro españoles (76,5%) han nacido en la comunidad en la que residen, frente al 78,5% de dos años antes. Destacan especialmente las comunidades de Galicia (90,9%), Andalucía (89,6%), Extremadura (89,0%) y Castilla y León (87,2%), con índices de autoctonía diez puntos porcentuales por encima de la media nacional.
Las comunidades que más proporción de aloctonía registran son, en consonancia con las que presentaban un menor número de nacidos en el municipio de residencia, Madrid donde un 39,9% han nacido en otra comunidad española o en el extranjero, seguida de Baleares (34,2%), Cataluña (31,1%) y País Vasco (27,2%). La media nacional de aloctonía se encuentra en el 20,9%. Las comunidades de Baleares (7,4%), Canarias (5,9%), más la Comunidad Valenciana (4,3%) y Madrid (4,2%), presentan los porcentajes mayores de personas nacidas en el extranjero residiendo en sus municipios, siempre con respecto a la media nacional (3,1%).
Es claro, por tanto, y después de analizar las tasas y saldos de migración desde los años 1960 a 2000, que se muestran en los cuadros siguientes, que existe una conciencia psicológica nacional de pertenencia a una cultura nacional a través de una identidad nacional española en todo el territorio, fomentado por el intercambio de información y formas de las distintas Comunidades y Provincias donde se han producido estas migraciones; no considerándose individualmente que exista una emigración a otro País o Nación que no fuera España en el interior del territorio de la misma.
Sin embargo, según Abascal, el grueso del nacionalismo ha mantenido escaramuzas recientes junto al exclusivismo étnico e ideológico, sin poner más impedimentos a los llamados advenedizos que el aprendizaje de la lengua y la aceptación de las ideas nacionalistas y exclusivistas.
Del análisis de los cuadros del INE. Oficina de Censo electoral. Censos de población, se puede deducir que existe un punto de inflexión en la década de los 70, producida, fundamentalmente por la primera crisis del petróleo, por la desaparición de la industria pesada y por la presión de los nacionalismos excluyentes e incipientes como movimientos de masas que indujeron a partir de entonces y hasta nuestros días a la parte de la población migrante que no aceptaba las imposiciones de lengua e ideológicas a volver a sus lugares de origen.
Podemos concluir esta parte del trabajo, afirmando que los movimientos migratorios correspondientes a las dos fases de los últimos 150 años han producido una homogeneización de la población española, no existiendo diferencias étnicas en ella.
*Teniente coronel de Infantería y doctor por la Universidad de Salamanca
Lo malo es que estos españoles “trasplantados” a Cataluña, y en menor medida a Vascongadas, tienen ahora la fe del converso y son peores que la mayoría de los autóctonos.
Así es.
Posiblemente para hacerse “perdonar” su procedencia, mis tíos que viven en Cataluña, aragoneses de pura cepa, son más catalanistas que los catalanes nativos.
Y lo mismo sucede con los primos, la mayoría de los cuales son separatistas perdidos.
¡Y ES QUE ENTREGAN LA ENSEÑANZA, EN ESTE CASO EL “ADOCTRINAMIENTO” A LOS SEPARATISTAS, HA PRODUCIDO ESTOS “FRUTOS ENVENENADOS”!
En Vascongadas y -Cataluña hay más castellanos, andaluces y demás que lo que dan ellos en llamar “población autóctona”, apenas existente y sin razón alguna reivindicativa. España , el resto de España, ha sido el motor de estas dos comunidades, y no sólo demográficamente.