Bienvenidos al mundo real
Luis Ventoso.- La juventud tiene una peculiaridad. Cuando la vives te parece más larga que una recta de la autovía de La Bañeza. Pero si tienes la suerte de no reunirte pronto con Elvis te percatas de que aquello de la mocedad fue un suspiro. Por eso supone un error mitificarla y venderla como un valor en sí misma. Punkis rompedores de mi infancia, que iban a derribar el sistema a golpe de cresta y tachuelas, son hoy personas de vidas perfectamente regladas, entradas en arrobas, trajeadas, con la preceptiva hipoteca al cuello. Los «nuevos narradores» y los «poetas novísimos» acabarán apoltronados en las academias con aburrido aire senatorial. Los articulistas rebeldes e iconoclastas se despiertan una mañana y súbitamente ven reflejado en el espejo un rostro cincuentón. Las modelos más marmóreas de la pasarela sucumbirán a las leyes de Newton y al cambio hormonal. Y los alegres comunistas de mentalidad tardo adolescente, que ponían a parir a todo aquel que aspiraba a algo más que morar en una tienda Quechua, acaban comprándose una buena y confortable dacha, porque el afán de prosperar en la vida y vivir mejor es connatural al ser humano.
Me parece excelente que Pablo Manuel Iglesias Turrión, joven perpetuo al que en octubre le caerán los cuarenta tacos, y su mujer y sublíder en el partido, Irene Montero, de 30, padres de gemelos en breve, se hayan lanzado a la adquisición de un amplio chalet en la sierra madrileña. Dicen que la vivienda está valorada en 600.000 euros, tiene una parcela de 2.000 metros cuadrados y dispone de casa para invitados y piscina. Su inversión inmobiliaria supone un notable avance mental respecto a los días, nada lejanos, en que Iglesias Turrión sostenía que De Guindos había quedado inhabilitado para ser ministro por adquirir con su esfuerzo un ático de idéntico precio. Quedan también atrás los tiempos en que el político neocomunista y presentador de la televisión iraní en España criticaba a quienes viven en chalets por «aislarse de la sociedad» y «no utilizar el transporte público».
Celebremos el ingreso en el universo de Adam Smith de la pareja que mangonea Podemos. Pero reconozcamos que si Pablo e Irene hiciesen gala de una mínima honestidad intelectual, lo primero que deberían hacer hoy es darse de baja en su partido, porque lo que defiende Podemos es la igualación social a la baja y la condena del esfuerzo personal para poseer más bienes y progresar en un entorno de libre mercado. Lo siento por tan entrañable pareja, pero aunque muchos aplaudimos que se hayan adentrado en la aventura inmobiliaria capitalista, tal iniciativa se da de bruces con el resentimiento social con que Podemos estigmatiza a todo aquel que intenta mejorar socialmente y ganar pasta. Pablo e Irene se han hecho mayores y han arribado al comportamiento normal de los adultos: el de la senda liberal. Su problema es que sus nóminas las siguen percibiendo de la tétrica monserga comunista (y por cierto, creo recordar que la mitad del sueldo se entregaba al partido).
Lo siento por sus votantes, muchos de los cuales van a entrar en Depresión Mayor.
Los farmacéuticos se estarán frotando las manos…
Lo bueno es que al final del túnel verán la luz y no pecarán más.