Cleptocracia española y olé
La democracia española deviene cleptocracia. Así, sin máscaras ni disfraces, todo hay que decirlo. Del Gobierno del pueblo para el pueblo al Gobierno de los ‘chorizos’ para unos pocos. Algunos representantes de la casta cleptocrática quisieron avivar el debate sobre los costes de la visita del Santo Padre. Poco atinada estuvo la Conferencia Episcopal en su inoportuno silencio: “Mucho menos de lo que cualquier concejalillo de Urbanismo de cualquier pueblito costero se lleva en comisiones cada año”, tendrían que haberles restregado los purpurados encargados de ponerles una y otra vez la otra mejilla.
Vivimos en una cleptocracia formada por políticos entregados al saqueo de las arcas públicas. El paro, la crisis o la reformas laborales son actores que entran y salen a escena en todas las economías, pero la corrupción institucionalizada es propia de algunos Estados bananeros.
Los políticos corruptos de la democracia se cuentan por miles: más de 200 encausados tiene hoy el PP y casi la misma cifra el PSOE. El ciudadano español, inducido al consumo de telebasura y adoctrinado en la indolencia y el nihilismo moral, no parece establecer una relación de causa y efecto entre el latrocinio institucional y el empeoramiento de sus condiciones de vida. Es difícil identificar a un enemigo ubicuo que dice representar al pueblo.
La política ha pasado de ser oficio innoble a lucrativo negocio; los políticos se retroalimentan a nuestra costa, nos empobrecen, yerran en sus políticas y nos roban una y otra vez. Roba el que mete la mano en la caja y roba también el que dilapida el dinero de todos en gastos superfluos. Hasta un millar de golfos y golfas representan estos días a la Junta de Andalucía y los ayuntamientos andaluces en la World Travel Market del Reino Unido. Quinientos euros al día es la dieta que tiene asignada el presidente de la Diputación de Málaga, un desertor del arado vulgar hasta en su apellido: Pendón. La tierra de José María ‘El Tempranillo’ y el millón de parias sin empleo nunca estuvo peor representada.
¿Cuándo veremos un movimiento ciudadano, un escupitajo electoral al sistema, como respuesta a esa banda de indeseables? La cleptocracia española nos aleja cada día más de los estándares morales de Dinamarca, Holanda o Suecia. Pronto acabaremos como Argentina, ejemplo palmario de los efectos de una cleptocracia rampante.