El joven aparato burocrático socialista denuncia al Partido Popular por acoso, pero a la vez él acosa a los socialistas no zapateristas, que llamaremos aquí racionalistas, y que fueron quienes levantaron su partido. Por ejemplo, estos exdirigentes de primera hora y categoría que se ganaron el respeto de sus rivales conservadores: Nicolás Redondo Terreros, Joaquín Leguina y Paco Vázquez. Añadamos a Cristina Alberdi, pionera del feminismo que, sin militar entonces en el PSOE, articuló numerosas medidas que colocaron a la mujer en igualdad con el hombre.

Como todos tienen formación y sentido común, los iletrados cachorros radicales del PSOE, la mediocre corte de Rodríguez Z., hace todo por destruirlos. Primero cayó Redondo, en 2001, por colaborar con Mayor Oreja contra el terrorismo, mientras Rodríguez Z. preparaba el Pacto Antiterrorista, pero mantenía contactos con ETA. Luego, Leguina, primer presidente de la Comunidad madrileña (1983-1995), que censuró tímidamente las radicales leyes zapateristas que enfrentan a los ciudadanos, como la de memoria histórica, que emponzoñó y revivió odios, o el casi secesionista Estatuto catalán.

Z. puso a Paco Vázquez como embajador en el Vaticano porque necesitaba un apaciguador en Roma y no irritar más al electorado católico español, furioso con sus feministas radicales, que ahora rechazan que sea Defensor del Pueblo precisamente por ser católico.

Arrollaron a Alberdi, mientras esa corte de velinas semiletradas que envuelven a Z convertía al hombre en delincuente sólo por serlo, como ejercicio de corrección política.

Los exdirigentes hoy detestados tienen profesiones ajenas a la política. Al contrario, la mayoría de la corte zapateril carece de profesión conocida, modelo Elena Valenciano, Marcelino Iglesias o José Blanco. Nos gobierna, pues, una kakistocracia de iletrados que se deshizo de los socialistas competentes. Su impericia en toda actividad productiva nos llevó al desastre.