Europa es el problema; España, la solución
España. España sola, abandonada como una novia al pie del altar, con los ramos marchitos, con la sinfonía del Ebro azul terminada en un guirigay de disonancias, de estertores funerarios; boda maravillosa con Europa que ha degenerado en fumata de cabaret barato, en noche calimochera.
España, con eñe de órgano genital femenino a la Bernarda, que se ve en el espejo de la historia después de una noche de resaca europea y observa estupefacta el rimmel corrido, la boca pintarrajeada como una payasa, bufona en el gran circo de Europa, con los postizos por el suelo, mientras belgas, alemanes, suizos, escoceses y la madre que los parió se cachondean de una furcia tan grotesca, parida en una noche de esperpento, violada por bartolomés de las casas, por mamelucos, por gabachos masonizados, por milicianos luciferinos, por europeos borrachuzos y progolpistas, por jueces democráticos que van para Nóbeles de la Paz, desbandada cutre de caballos rojigualdas despeñados ridículamente por las barrancas de Europa; poblado del salvaje Far-Sur por donde una banda maligna de cuatreros van vendiendo nuestra Patria mientras los antaño gallardos y valerosos españoles miran el espectáculo grotesco tras las cortinas, disfrutando alegremente en terrazas cerveceras, con telebasura y fútbol a espuertas.
España, traicionada por Europa desde que nuestros enemigos se aliaban con el Turco, con los protestantes, con masones y bolcheviques solo para desmochar nuestras altas torres, para llevarnos a noches gótikas de cuchillos largos y cristales rotos. España, infierno de cobardes; Europa, paraíso de golpistas.
Una vez fuimos un país donde no había autonomías, donde no había rufianes ni puchimones, donde quisimos gallardamente independizarnos de la política useña y de quienes querían llevarnos a los huertos del NOM, con bomba atómica y todo. Pero los almirantes que luchaban por eso volaron por los aires, y luego vinieron los Bellidos-Adolfos, los felipitos y compaña, y cumplimos el sueño de, por fin, ser europeos, ser admitidos a la fiesta, al Barrio Sésamo de la democracia, como una Cenicienta en flor.
España era el problema, y Europa la solución, decía el traidor Ortega y Gasset, que crió el monstruo republicano que después le sacaría los ojos. Y dimos nuestra historia, nuestra virginidad recompuesta, nuestro corazón de novia adolescente… dimos nuestro país en paz y progreso como dote para una boda en la que poder bailar danubios azules en salones versallescos, en la que poder descorchar felicidad y prosperidad.
Quisimos ser europeos a toda costa, y acabamos chuleados por una Europa que nos obliga a pagar indemnizaciones a terroristas etarras que masacran en aeropuertos; que nos obliga a retirar la «doctrina Parot», y a poner en la calle a terroristas, violadores y pederastas; que ha sido refugio para terroristas en santuarios franceses y belgas; que organizaba la mundial cada vez que en España se ajusticiaba a asesinos terroristas, mientras ellos masacraban a los «Baader-Meinhof» y a las «Brigadas rojas» en infectas mazmorras.
España, hazmerreír de una Europa para la que seguimos siendo diferentes, cazurros, flamenquitos y olé-torero; para la que somos un pueblo bananero, tercermundista-franquista, reconvertido en enjambres de camareros y albañiles después de que nos obligasen a desmantelar partes sustanciales de la industria que nos llevó a ser la octava potencia mundial.
España, cementerio de los elefantes jubilatas europeos, país para sus calimochos, para exhibirlo como una muñeca rota en sus zambras democráticas, en sus saraos mundialistas, como bufona de mil espectáculos, como bailarina exótica de sus imponentes guateques.
España, que ha cedido gran parte de su soberanía política y económica a cambio de eructos y calderilla, de cagadas en nuestros portales; España, a la que nunca le han perdonado su inquebrantable defensa del catolicismo, como martillo de herejes y sectas luciferinas; a la que nunca nos han perdonado nuestro pasado imperial, las prodigiosas epopeyas con las que les derrotamos con tercios invencibles, transmutados hoy en patéticos correveidiles.
España, cuyo único objetivo desde la Transición fue que Europa nos invitara a la fiesta, abominando de nuestros valores, de nuestra historia, de nuestra identidad, de nuestra soberanía… Sí, quisimos cubrirnos de gloria, y nos hemos cubierto de ridículo.
Pobre Cenicienta, cuya carroza se transmutó en calabaza; pobre Bella Durmiente, asesinada por las manzanas ponzoñosas de los pérfidos europeos, brujos en los akelarres mundialistas.
España, el país de Europa donde el pueblo está más a favor de la UE… pueblo que tampoco ahora se echará a la calle para protestar por la impunidad de los golpistas, para exigir justicia, para pedir el fin de las autonomías, para salir de la putrefacta Europa ?joya de la corona del NOM?, para unirnos al grupo de Visegrado, para pedir el amparo de Rusia, para exigir el Gibraltar español…
Gibraltar, Gibraltar… Patria irredenta, cuya verja cerramos en 1969, y que el ladino Felipe volvió a abrir en 1982. Colonia grotesca, violadora de nuestra Patria, pero que no es óbice para que el Borbón bailotee con los jarreteros de la Pérfida Albión.
Se echarán ellos a las calles para celebrar la impunidad de sus golpistas, impunidad que jaleará sus borrokas, que les alentará en sus asonadas, en la toma de estaciones y carreteras. Pero nosotros seguiremos terraceando como si tal cosa, porque nadie nos convocará a las barricadas callejeras, nadie alzará nuestra bandera. Y, así, las calles seguirán siendo suyas, y la vergüenza nuestra, y la cobardía, y la complicidad, y la indiferencia de un pueblo que tiene lo que se merece.
Sí: Europa es el problema, y la solución sería más España, más soberanía, más movimiento identitario…
Traicionados también por Europa, cornudos una vez más, puteados por enésima vez, ¿qué nos queda, sino echarnos a las calles, para decir que estamos muy hartos, y que no podemos soportarlo más?
Y, parafraseando a Ortega, es hora de hacer el llamamiento a nuestra regeneración: «¡Españoles, vuestra Patria no existe: reconstruidla».
” España, luz de Trento, espada de Roma, martillo de herejes “…
Don Laureano, ya somos dos. Cuando quiera salimos a la calle con la bandera. Los demás están todos muy ocupados.
Mejor sola que mal acompañada. Europa npos deja en la estacada cuando le conviene, sobre todo a Alemania, pero nos carga con los marrones.
O sea, que España tiene razón y el mundo se equivoca, como siempre…¿Es eso?
Sí, eso es. Si tu prefieres ser europeo antes que español, lo tienes facilito: a Bruselas. Y cuando llegues les pides nuestras desmanteladas industrias desde los ochenta. Pregúntale al ladrón Felipe.