El Barça se ajusta al guión y jugará la final de Wembley
La final de Copa en Mestalla fue la excepción que confirma la regla de la superioridad del Barça sobre el Madrid. Aunque siempre queda la incógnita de saber qué haría Guardiola con esta plantilla blanca y en qué convertiría Mourinho a los azulgrana, a día de hoy la diferencia de juego entre los dos colosos es reseñable. No para goleadas pero sí para que los culés sellasen sin sufrimiento el billete para su séptima final de la Copa de Europa, tercera en seis temporadas.
Empataron en el asalto definitivo del Camp Nou pero los catalanes, liderados por el mejor jugador del mundo y por su centro de campo de seda, siempre manejaron con suficiencia la eliminatoria. Si no ganaron de nuevo fue porque Casillas estuvo espléndido y en la última media hora, a raíz del gol de Marcelo, prefirieron mantener el balón en posiciones largas que asumir riesgos.
El Madrid hizo lo que pudo, se dejó hasta la última gota de sudor con su orgullo de siempre, pero no le llegó ni de lejos para acercarse al imposible del que habló ‘Mou’ tras la ida. La pregunta que tendría que responder el sancionado técnico luso es por qué su equipo no salió con más osadía en el Bernabéu y regaló, con un planteamiento miserable y el sobreexcitado Pepe como cerebro, el dominio al rival en busca del empate a cero.
Wembley espera a un justo superviviente de la guerra de las manitas, los árbitros, el calendario y hasta el dopaje, aunque esta acusación jamás la mantuvo el Real Madrid. Menos mal que en el último partido de la agotadora y excitante serie la imagen de estos dos clubes universales no fue ejemplar pero sí más acorde con lo que representan.
Caían chuzos de punta un par de horas antes de arrancar el choque y los madridistas todavía bromeaban. Recordaban, y no sin razón, que las matemáticas nunca mienten y que eran los únicos que todavía podían conquistar el triplete. La alineación gustaba más que las de los anteriores clásicos del rally, pero con matices. De forma mayoritaria, la crítica afín a la ‘casa blanca’ se felicitaba de ver solo dos medios centros, no un trivote, y de que el equipo jugase al fin con un ariete. Las ausencias de Pepe y Khedira y el 0-2, obligaban al cambio.
Casillas, el mejor
Se cuestionaban, empero, las dos sorpresas del once. La presencia de Kaká como enganche, apuesta que dejaba en el banquillo a Özil, que encantó a la hinchada desde que llegó pero no tanto a Mourinho, y de Higuaín en punta, en detrimento de Benzema y de Adebayor. Tanto el brasileño como el argentino serían indiscutibles en su mejor versión pero han padecido graves lesiones que les impidieron alcanzar un estado óptimo de forma en el momento clave del curso. Ni uno ni otro dieron la talla exigida y acabaron sustituidos.
En el Barça, todo era optimismo. Quien más y quien menos rememoraba que un aguacero similar al de este martes tuvo lugar en los prolegómenos del impensable 0-5 de la ida. Guardiola quería un campo rápido para que el balón volara y la lluvia casi se lo encharca. Pese al excelente drenaje del Camp Nou, el cuero se frenaba en algunas zonas y se aceleraba en otras. Los culés también recordaban que con un dibujo similar, su rival recibió una bofetada histórica en la Liga. Con los cinco dedos mostrados con mal gusto por Piqué y la mano bien abierta.
Guardiola demostró que no le servía solo con contemporizar. Dijo en la víspera que el Barça podía jugar con el marcador y con el tiempo, pero que especular sería suicida. Tal y como se comprobó en San Sebastián, los azulgrana no saben jugar a defenderse. La presencia de Iniesta en lugar de Keita, imperial en el Bernabéu, era un síntoma inequívoco de que el Barça quería el balón ante un rival capaz de todo. Como en Chamartín, Mascherano fue el central y Puyol el lateral zurdo, donde se defiende por arrojo, colocación y experiencia, pero sufre para sacarla, y ya no digamos para progresar. Los blancos le forzaron muy poquito.
Querer y no poder
Los locales no se vieron sorprendidos por la salida impetuosa de un Madrid que se perdió en acciones demasiado individualistas. Cristiano las pedía y las jugaba todas. Es un portento pero una semifinal de ‘Champions’ no es un partido de patio de colegio donde el mejor es capaz de irse de la clase entera en el recreo y de meterse con el balón dentro de la portería. También Di María, esta vez por la derecha, pecó de chupón. El ligero dominio visitante del comienzo no se tradujo en ocasiones.
Capaz de arriesgar como nadie en la salida del balón, el Barça fue capitalizando el juego de forma paulatina. A medida que el adversario decreció en su ritmo y se fue partiendo, los azulgrana tocaron con mayor comodidad y pusieron a prueba a Casillas, otra vez inmenso. Entre Xavi, Iniesta, las incorporaciones de Alves y sobre todo Messi, imperial, desarbolaron a los blancos. Carvalho, con una amarilla casi en el arranque, se vio muy comprometido toda la noche.
Cumplida la primera media hora, el rondo del Barça se tradujo en olés y en un carrusel de ocasiones, casi siempre desbaratadas por Iker. El portero se lució primero con una palomita, a tiro de Messi, luego desvió un disparo de Villa y más tarde sacó una mano extraordinaria para bloquear un ‘zarpazo’ de esa ‘Pulga’ que se transforma el león. También Pedro tuvo un par de opciones, pero falló en el remate.
La única posibilidad de gol del Madrid en todo el primer acto resultó sintomática porque llegó tras una acción a balón parado en ataque del rival. Mascherano y Piqué subieron a la vez, el Madrid robó, Xabi Alonso vio a Cristiano, entonces ya cambiado a la derecha, y el pase del portugués lo atajó el portero cuando entraba Di María como una bala. Guardiola se indignó por tamaño desajuste, abroncó a sus zagueros, les prohibió volver a asumir tantos riesgos y aplaudió a Valdés. Se llegó al descanso con la sensación de que los catalanes debían haber sellado ya su pase a la final.
Los de ‘Mou’, supuestamente en el hotel aunque en esta película es preferible no creerse nada, volvieron a la carga en el arranque de la reanudación. Y se quejaron de que De Bleeckere pitase una falta de Cristiano a Mascherano en una acción que, con el juego ya parado, derivó en un disparo a gol de Higuaín.
Pronto, cuando ya Adebayor y Özil ya estaban listos para entrar, Iniesta brindó un pase maravilloso a Pedro y el canario esta vez no perdonó. Qué facilidad tiene para el desmarque entre líneas y la definición!. La celebración fue apoteósica. Significativa la forma en que Valdés corrió hacia Guardiola para felicitarle porque, quizá, esa jugada estaba preparada en el laboratorio.
El Madrid agonizaba pero ya avisó Guardiola de que los merengues lo darían todo por más que Karanka dijese, por boca de Mourinho, que el partido quedaba en un segundo plano. El empate de Marcelo, después de un tiro al palo de Di María tras un robo magnífico de Xabi Alonso, dio algo de vidilla a la media hora final. Pero la fiesta era culé. Y la guinda la puso la incorporación final de ‘Abi’. Un brindis de Guardiola. Y una grada eufórica que ya se daba por campeona…