Gilipollas, nunca seréis independientes, vais camino de convertiros en un Califato islámico
¿En qué mundo viven estos separatistas catalanes? ¿De qué vaporosa materia están hechas sus seseras? De entrada, que algunos radicales catalanes estén pidiendo a gritos llenarme la cabeza de plomo es algo que no me sorprende. No hacen sino retratarse y decir lo que han dicho siempre a quienes ni pensaban ni actuaban como ellos. De los radicales catalanes nunca esperé ni esperaré cosa grande alguna. Algunos políticos españoles tuvieron en su día la beatífica pretensión de ganarlos para la causa de España. O esos políticos eran de una ingenuidad monjil o eran aún más tontos de lo que creíamos. ¿Meter en vereda a esos gilipollas? Si hubiesen leido más historia de la de verdad y menos a Ian Gibson y a Tuñón de Lara, se habrían dado cuenta de la imposible misión de reconducir a esa gente por unos cauces normales de convivencia pacífica. Ya lo intentó Azaña y casi le cuesta la vida en Barcelona.
Al final de sus días, abandonado y solo en su domicilio francés del Hotel du Midi, en Montauban, reflexionó largamente sobre el fracaso de aquella República que en la encarnadura popular aún sigue representando. Atribuyó la derrota republicana a la carencia de un ideal común, al desorden y el caos en la zona roja y, sobre todo, a la deslealtad de los nacionalistas vascos y catalanes.
En la esencia del nacionalismo catalán se halla la confrontación permanente con el Estado del que quieren desligarse, a veces de formas violenta, siendo ése y no otra el trasunto que los mantiene vivo, ya que el día que esa confrontación con el Estado desaparezca se habrá extinguido la razón de ser y de existir del ideal que los cobija. Si algunos políticos de la casta no son capaces de entender algo tan simple, ¿qué pasaría si pretendiésemos hacerle razonar los teoremas de la incompletitud de Gödel?
AD puede presumir de haber defendido, cuando nadie lo hacía, la necesidad de que el Gobierno utilizara las prerrogativas constitucionales para meter en vereda a un sector de la población catalana que ha institucionalizado la ruptura con España. Sin embargo su ambigüedad, la Constitución del 78 plantea una respuesta clara y terminante a desafíos como el enumerado: Las fuerzas armadas han recibido el mandato constitucional de velar por la integridad territorial de España y por su unidad. AD defiende que las fuerzas armadas asuman el papel que legal y moralmente les corresponde ante una situación que ya solo puede ser calificada de extrema. Ojo, que lo que defendemos es el cumplimiento de la ley con los instrumentos constitucionalmente reconocidos y no la violación de la propia ley, como defiende un sector de la población catalana. El mantenimiento de ese compromiso nos ha acarreado insultos y amenazas de toda índole.
En medio de tanto comparsa acomodaticio y expectante, de tanto augur de direcciones del viento como habita las áreas políticas y mediáticas en España, AD es un islote de firmeza y consecuencia. Decimos lo que pensamos, aunque a los separatistas catalanes les duela escucharlo. No regalamos el oído a los poderosos de turno, no tememos al anatema, rechazamos toda presión y denunciamos sin piedad cualquier maniobra que nos parezca que atenta contra España. Tengo para mis lectores algo más que esas apreciaciones superficiales de muchos de mis colegas, tengo el respeto que se merecen y por ese respeto estoy obligado a decirles siempre lo que pienso. Mi reproche a los nacionalistas no es por su desamor a España, sino por convertir a la patria de todos en el ‘pim pam pum’ de sus corruptelas, sus canalladas y sus traumas históricos.
Se obstinan algunos en ver lo que está sucediendo en la Cataluña nacionalista como una engorrosa consecuencia de la liberalidad de un Estado civilizado y democrático. Pues no. Estos sediciosos no hacen otra cosa que recordarnos que no hay medicina menos eficaz contra ellos que la de los paños calientes. Me valgo de las memorias de Azaña para completar el diagnóstico.
“Mientras dicen privadamente que las cuestiones catalanistas han pasado a segundo término, que ahora nadie piensa extremar el catalanismo, la Generalidad (gobernada por un presidente de ERC) asalta servicios y secuestra funciones del Estado, encaminándose a una separación de hecho. Legisla en lo que no le compete, administra lo que no le pertenece. En muchos asaltos contra el Estado toman por escudo a la F.A.I. Se apoderan del Banco de España para que no se apodere de él la F.A.I. Se apoderan de las aduanas, de la policía de fronteras, de la dirección de la guerra en Cataluña, etc. Cubiertos con el miserable pretexto de impedir abusos de las sindicales para despojar al Estado, se quejan de que el Estado no les ayuda, y ellos mismos caen prisioneros en la sindical”.
Manuel Azaña no oculta su frustración con el nacionalismo catalán, que le lleva incluso a comprender la contestación de la mitad de la población española al pandemonium republicano: “El gobierno de Cataluña existe de nombre. Las representaciones de los sindicatos en el gobierno significan poco o nada; sus camaradas no los obedecen ni cumplen los acuerdos penosamente elaborados en consejo. Se aprobó el decreto de colectivización de la industria, como parte de una componenda, a cambio de que los sindicatos aceptaran los decretos de movilización y militarización. Se cumple el primero, pero no los otros. Cuando el gobierno de la Generalidad lanzó de una vez cincuenta y ocho decretos, cada uno de los cuales era una transgresión legal, no ha obtenido la observancia de ninguno, porque a los sindicatos no les gustan. Con eso disfrutamos la doble ganancia de entrometerse la Generalidad en lo que no le compete y una desobediencia anárquica. Ya se está viviendo la repercusión en la guerra. Un país rico, populoso, trabajador, con poder industrial, está como amordazado para la acción militar”.
Y hay cosas que ni ochenta años son capaces de cambiar. Prosigue Azaña su relato: “Mientras otros se baten y mueren, Cataluña hace política. En el frente no hay casi nadie. Que los rebeldes no hayan tratado de romperla, da que pensar. Si quisieran, llegaría a Lérida. A los ocho meses de guerra, en Cataluña no han organizado una fuerza útil, después de oponerse a que la organizase y la mandase el gobierno de la República. Ahora que empiezan todos a clamar por un ejército, tocarán las ventajas de haber quemado los registros de movilización, de haber hecho hogueras con los equipos y las monturas, de haber dejado que la F.A.I. se apoderara de los cuarteles y ahuyentase a los reclutas. Los periódicos, e incluso los hombres de la Generalidad, hablan a diario de la revolución y de ganar la guerra. Hablan de que en ella interviene Cataluña no como provincia, sino como nación. Como nación neutral, observan algunos. Hablan de la guerra en Iberia. ¿Iberia? ¿Eso qué es? Un antiguo país del Cáucaso… Estando la guerra en Iberia puede tomarse con calma. A este paso, si ganamos, el resultado será que el Estado le deba dinero a Cataluña. Los asuntos catalanes durante la Republica han suscitado más que ningunos otros la hostilidad de los militares contra el régimen. Durante la guerra, de Cataluña ha salido la peste de la anarquía. Cataluña ha sustraído una fuerza enorme a la resistencia contra los rebeldes y al empuje militar de la República”.
Lo grave del asunto es que estos canallas quieren romper amarras con el resto de España cuando nuestra patria ha sido malherida por la oligarquía globalista comandada por Soros y más necesitada está del apoyo de todos. Los nacionalistas catalanes son como las aves de rapiña, que sobrevuelan el territorio de la presa herida al acecho de hincarle a traición el pico mortífero.
Lo peor es que haya olvidado quiénes serán los amos de Cataluña a la vuelta no más de cuatro o cinco esquinas generacionales, cuando la autoridad moral y legal del imán más zarrapastroso pese más que la de todos ellos juntos.
No se enteran, o no quieren enterarse, de que la población autóctona catalana (charnegos incluidos) pasará a formar parte en menos de 40 años del campo de estudio de la antropología. Ignoran estos ignaros que mientras la población musulmana crece a una media de cinco hijos por familia, la de ellos mengua alarmantemente.
En la localidad gerundense de Salt, siete de cada diez recién nacidos son ya de origen extranjero. En Hospitalet la proporción supera ya el 50 por ciento. Más del 20 por ciento de la población menor de 50 años residente en Cataluña profesa devoción y postración mental a cosas y personas distintas que las del resto. Ese porcentaje se incrementa en un 25 por ciento en los menores de 25 años; supera el 30 entre residentes en Cataluña con edades comprendidas entre los 15 y los 25 años y roza el 40 por ciento entre los niños con edades comprendidas entre 0 y 15 años. No hay que ser un dechado de conocimientos matemáticos para pronosticar cuál será la composición real de la población catalana antes del 2050. Ocioso también es recordar que, en la noble traer hijos al mundo, los catalanes no se prodigan casi nada. Por eso están lanzando sus redes clientelares entre la población de procedencia magrebí, pensando que esta gente les terminará sacando del atolladero en que ellos se han metido sin necesidad de ayuda.
¿Piensan estos gualtrapas con barretina que el día que la población islámica en Cataluña les supere demográficamente, se someterán a sus delirios catalanistas? ¿Creen los cretinos que el ideal trascendente que ellos han hecho de la independencia de Cataluña será correspondido por los ‘nous catalans’? ¿Opinan que una comunidad musulmana ampliamente mayoritaria se verá impelida a apoyar y defender otra cosa que no sea una sociedad regida bajo normas islámicas? ¿Piensan que los musulmanes renunciarán a sus pretensiones morales y legales por contentarles a ellos en su enfermiza pulsión antiespañola? ¿Por qué creen estos gilipollas que los musulmanes apoyan el proyecto rupturista con España: por su compromiso con el futuro de Cataluña o porque una Cataluña independiente sería una presa demasiado facil para ellos?
Lo malo no es perder el pulso de los acontecimientos, sino que estos anormales simulen no darse cuenta de lo que les viene encima. Cuando eso ocurra, esos mismos que hoy vejan el nombre de España nos pedirán auxilio y cobijo e invocarán la defensa de principios y de reglas civilizadoras que hoy están combatiendo de forma suicida. Será entonces cuando muchos españoles terminen mandándoles a la mierda, a la que inexorable y felizmente se dirigen estos discípulos redivivos del pastor Jim Jones.
Que disfruten largamente de su Guayana califal e independiente. Que se vayan a la mierda. Que revienten en el camino. Y que nosotros podamos vivir lo suficiente para poder escupir sobre sus tumbas.
Que iluso Armando… todos los que se han querido separar de España lo han hecho…todos desde Portugal a Méjico desde Filipinas a Cuba, Cataluña no es independiente porque la mayoría no somos separatistas, al menos hoy…de aquí 10 años ya veremos..:
Administrador: ¿Habla usted de ilusos? En diez años, Cataluña se parecerá más a Tetuán que al resto de España.
Reconozco tu capacidad intelectual, es muy notable. Lamento que tengas ideales muy parecidos a los de cualquier dictador de derechas. Siento que tus insignificantes resultados como “político ” te están produciendo cantidades ingentes de reflejos gástricos, y por último me alegro de tus insultos que plasmas cada vez que escribes. El insulto demuestra siempre incapacidad. Te envía un saludo un vecino de Nueva Málaga.
Magistral análisis que deberían leer todos los catalanes. Es curioso que algunos hablen aún de “reformar la constitución” o, los más pedantes, de la necesidad de “un nuevo proceso constituyente”. El recuerdo de la experiencia de la II República debería ser suficiente lección histórica. (En la que además, de crueldad y estupidez destacó la cobardía: dando paseíllos, sin pisar el frente). Pero ahora la situación es aún más grave, en efecto, que en el 36 por la inmigración masiva islámica y por el control de las élites financieras. ¿De qué posible independencia hablan los cretinos separatas? El futuro, tras la… Leer más »
Yo creo sinceramente que algunos no les importaría convertirse en un califato siempre y cuando el Almuedano encargado de llamar a la oración desde el minarete… lo hiciese en Catalán.
No es un califato islamico lo que se convertira Calaluña, sea mucho peor que algo hecho en Venezuela o el Congo Belga. Uan perene guerra civil que podria envolver a todo España. Con lo que es esa gentuza podria esperarse cualquier cosa
Van camino de convertirse en una colonia de Israel.
Me da pena por ese 20% de población que vive en Cataluña que es buena, basicamente los votantes de Arrimadas y de Albiol.
Pero por el resto como si se pudren, lo único los monumentos que ojalá no sean destruidos.
Me parece que somos bastantes más que ese 20%
Lástima que pringaremos los catalanes de bien en este asunto…