Ratones en el desván
Hace apenas tres días el Gobierno tocaba a rebato y convocaba a la prensa, al Ibex más complaciente, a un puñado de artistas seguidores y al resto de la clá sin nada que hacer un mediodía, al efecto de celebrar el impulso político que iba a dejar boquiabiertas a varias generaciones de escépticos y descreídos.
Cuando lo que apareció fue, en realidad, un ratón, los que estaban mirando a la montaña en la misma sala alquilada al efecto, hubieron de disimular un moderado entusiasmo y celebrar que un puñado de valientes, encabezados por un héroe audaz, propusiera con la mirada fija en la bóveda celeste reformar la Constitución al efecto de dejar de aforar a un diputado si lo sorprenden con dos cervezas en un control de alcoholemia. Tamaña muestra de valentía política está ya, a los tres días, en el desván de los tiestos: se difuminó, se desinfló, se disipó. De vez en vez, cuando alguien abra la puerta del desván para buscar un par de macetas viejas, se dará con la propuesta y se dirá: «¡Mira tú por donde aparece esto!».
Es el gobierno de los fuegos fatuos, de las maniobras bonitas de distracción, del lenguaje insufrible y efímero, de las cortinas de humo contaminante… El gobierno de Sánchez, el que pasa de estar encantado de conocerse acariciándose el mentón recién afeitado ante el espejo del Romy, a amenazar a tres medios de comunicación por publicar las irregularidades de su tesis, esa que inexplicablemente no le ha retirado el chiringuito universitario que lleva el nombre del genio de Iria Flavia. Es el Sánchez que carece absolutamente de escrúpulos para ni siquiera disimular en su intento por evitar el trabajo constitucional de una Cámara parlamentaria por el hecho de no gozar de mayoría en ella.
Es el Sánchez del desahogo. El Sánchez que no tiene reparo en compartir con una partida de cantamañanas el argumento de que una Cámara en la que él no tenga votos suficientes no merece ser consultada. Lógicamente, en esa Cámara no se daría luz verde a la pretensión de gastar y gastar con la que el Gobierno quiere calentar clientelar y electoralmente a su cabaña, consecuencia de lo cual el equipo de parir ardides, quién sabe si el mismo de la penúltima cortina de humo ya arrinconada, ha elaborado el regate en forma de enmienda paralela. Tufo venezolano.
Si esa añagaza toma cuerpo y no sigue la suerte de las acciones autoenmendadas que han caracterizado la ejecutoria de esta banda, estaremos ante algo más que la pillería de un pícaro que fusila hasta el tebeo para ser doctor. No sería más que la maniobra de un Gobierno para atribuirse competencias que no le pertenecen con el fin de aprobar unos presupuestos que le permitirían permanecer en el poder y no convocar elecciones. Lo cual es, por cierto, un craso error, inverso al que comete el PP: a quien le convienen elecciones ya es al PSOE, no a los populares. Cada día que pasa, Sánchez da un paso más a sus abismos. Y aunque se saliese con la suya y gastara el dinero de los demás, el nuestro, nada va a deshacer la tendencia a que cada ratón parido se volatilice en horas. Eso siempre que no le tenga que dimitir algún ministro más –alguna hay ya en boxes– o se compruebe que también copió la redacción del colegio de las niñas. Y atentos a la bicha soltada por Maragall según la cual Batet se habría comprometido en nombre del Gobierno a presionar a la Fiscalía para rebajar el delito de rebelión. Yo, sinceramente, no me lo creo, pero tener socios así conlleva que te difamen y traicionen. Y que tengas que emplear a los publicistas de ratones en desmentidos varios. En fin. Política de desván.