La burra no vino a la cena
Koldo Royo, el cocinero más famoso y más caro de Palma, preparó una cena estupenda para 2.500 personas en el tristemente célebre “Palma Arena”, que es el soberbio pabellón deportivo por el que han sido imputados el ex ministro y ex presidente de la Comunidad Autónoma de Baleares, Jaume Matas, y algunos prebostes más del PP mallorquín. La cena resultó muy divertida y el cocinero vasco se prodigó en abrazos a las autoridades y amigos presentes.
Asistí al festejo, invitado por los extremeños de mi pueblo, Felanitx, es decir, por los paisanos de mi mujer, que no nació en Felanitx, como Cristobal Colón y como Joan Mesquida, sino en Jerez de los Caballeros, como Vasco Núñez de Balboa. Repito: la cena fue memorable, pese a ser multitudinaria y con manteles y servilletas de papel.
No sabía que allí me encontraría con la plana mayor del gobierno socialista de Francesc Antich. Mi mujer y yo creíamos que se trataba de un encuentro normal de las diversas casas regionales que hay en la isla, una ocasión para recitar en familia y con el aplauso asegurado aquel poema de Miguel Hernández que lanza un piropo a cada uno de los pueblos de España: gallegos de lluvia y calma, valencianos de alegría, murcianos de dinamita, asturianos de braveza, etcétera.
Ya instalados en la mesa que nos asignaron, supimos que nos convidaba a cenar el gobierno autónomo de Baleares y que la suculenta factura del afamado Koldo Royo la pagarían los del Pacto de Progreso que nos gobiernan ahora. Por caro que resultase el ágape, no había por qué preocuparse, puesto que lo pagábamos a escote entre los dos mil quinientos comensales de aquella noche, aunque, aparentemente, se nos daba gratis.
Con el dinero de todos, se pagaron también los discursos y las músicas, los numeritos de la rifa y, si me apuran, las sonrisas y los abrazos preelectorales que allí tuvieron que interpretar, como cómicos de la legua, el presidente Antich, sus consejeros y directores generales.
A mí también me saludó Koldo con abrazos efusivos y casi me pongo a bailar con él un pasodoble español, al son de la orquestina del ínclito Antonio Azorín, presidente de la Casa Regional de Castilla- La Mancha. Todo era gratis e, incluso, pudimos colaborar, con nuestras monedas, a que se cure y sea feliz el niño Iván. Casi quince mil euros se recolectaron, para que lo vean y lo curen los médicos extranjeros. Fue una cena, amén de electoralista, benéfica y divertida.
Sólo faltaron los amos de una burra que se llama Cirereta, en memoria de la ex alcaldesa de Palma, Catalina Cirer. Con esa burra y vestidos con el traje regional mallorquín acuden siempre sus dueños Jaume Sastre y Josep Palou, líderes del independentismo más recalcitrante y tragicómico que imaginarse pueda el buen lector. Estos dos arrieros, Jaume y Pep, y su burra Cirereta, protestan a modo contra los favores gubernamentales, subvenciones y calderillas residuales, que se otorgan a los “forasteros españoles” que organizan cada año en Palma la “Feria de Abril” y la “Trobada de les Cases Regionals”.
Para no ser menos, la noble y leal oposición, o sea, el PP organizó hace unos días otra fiesta multitudinaria a manteles. Fue una comida, no una cena. A esa, ya no fui, aunque me invitaron los mismos extremeños de Felanitx, que comen, ríen y bailan, todo hay que decirlo y, después, votan a quien les da la gana, como debe ser.
Por todo lo dicho, cabe sospechar que todas las fiestas del año, incluso las de diciembre, las pagará con nuestro dinero el gobierno de turno y se celebrarán, por supuesto, unas semanas antes del día señalado para las elecciones.