Pablo Iglesias, a punto de reinventar el matrimonio
Quien se piense que las revoluciones se hacen con dineros, está muy equivocado. A la hora de la revolución, habrá quien pondrá la mano y habrá quien la meta en el erario o directamente en el bolsillo de su vecino. Pero esto es totalmente secundario. En toda revolución hay quien se hace rico. Pero jamás es económico el balance de la revolución. El dinero es lo de menos.
Hago estas reflexiones porque nos encontramos ante un proyecto de Presupuestos (con su ineludible programa impositivo para el ejercicio en cuestión) cuyo fin último, por lo que parece, no es administrar los caudales que el poder político le estruja violentamente a la ciudadanía (lo de la violencia llega cuando no pagas), sino imponerle al ciudadano además de los impuestos, el pensamiento único, la ideología oficial del Estado, el más rancio feminismo ultra y todo lo que sea susceptible de imposición. Es la tendencia irrefrenable del poder (en unos más marcada que en otros) de sujetar a los súbditos por los mismísimos… Si se dejan. No es la administración de lo público, sino la revolución más estrambótica que han visto los siglos.
Lo digo porque los Presupuestos del año próximo tienen unas condiciones sine quibus non, básicamente de orden moral. Gran novedad: Presupuestos de contenido moral. La imposición más espectacular es la referente al comercio sexual. ¡Extraños impuestos!, ¿no? Los presupuestos del próximo año determinan que si la mujer no le expresa al varón su consentimiento explícito, un sí quiero inequívoco, el hombre es reo de abuso, estupro, violación o lo que se tercie. Y en virtud de estos “castísimos” presupuestos puede ser acusado en cualquier momento, aunque sea con efectos retardados y retroactivos, sin más requisitos que la palabra de ella contra él. Y condenado, porque por defecto (que se dice en terminología informática), el hombre es culpable de sus actos sexuales con la mujer (por defecto, todo acercamiento sexual del hombre a la mujer, atenta contra ella). Si no hay ese consentimiento explícito, es peligroso acercarse a ella. Presupuestos piadosos, castos, puritanos. Pretenden operar como un férreo cinturón de castidad en defensa de la mujer. ¡A que podemos!, dicen los autores del disparate.
¿Algo nuevo bajo el sol? En absoluto. Ante esta situación en que se precisa poco menos que un contrato firmado para acceder a la mujer sin riesgo penal (los riesgos de salud han quedado en muy segundo plano), rebus sic stántibus se hace inevitable replantear la forma contractual de la relación hombre-mujer.
Y como es muy poco práctico plantear un sistema de consentimiento explícito (¡y demostrable, es decir documentado!) en cada acto sexual, parece que lo práctico es decidirse por un contrato sexual duradero, por lo menos tanto como el contrato político entre elector y elegido. Porque es complicadísimo que los políticos tengan que pedir el consentimiento de los gobernados para cada acto, porque de ese modo no habría manera de gobernar. Así que les decimos a nuestros políticos un sí quiero cada cuatro años, y con ese contrato están legitimados a levantarnos la camisa siempre que les apetezca para usar y abusar de nosotros a placer (ellos lo arreglan diciendo que nosotros también disfrutamos).
Pero oiga, señor Iglesias, que esa originalidad que usted se ha empeñado en imponernos en sus presupuestos ya está inventada. La mujer ha preferido siempre el compromiso de por vida: más que nada, porque los hijos no se tienen y se crían a salto de mata. No es el hombre, sino la mujer, la que prefiere un sí quiero de larga duración. Va en su instinto y en su singularidad que hoy llaman “de género”. No aquí, sino en todo el mundo. No hoy o ayer, sino a lo largo de toda la historia. Ya ve, señor Iglesias, ese invento tan raro al que llaman matrimonio (¡vaya cosas!, oficio de madre) que como la democracia, no es perfecto, pero sí el menos malo; y que bien trabajado, hasta puede alcanzar altas cotas de perfección, ese raro invento tan universal, lleva bastantes milenios de existencia no sólo en la cristiandad, sino en todas las civilizaciones que han sobrevivido. Y ha desbancado a bastantes otros sistemas de relación entre hombre y mujer.
Y si quiere reinventarlo para adaptarlo a la modernidad, potencie las capitulaciones que tras un largo período de latencia, han resucitado. Capitulaciones matrimoniales que no es que no se refiriesen sólo al sexo, sino que ni siquiera lo nombraban. Y no porque no formase parte troncal del matrimonio, sino por pudor, por respeto a la mujer. Entiendo sin embargo que si nuestros legisladores desarrollasen ese capítulo de los presupuestos y permitiesen su regulación mediante capitulaciones, exigirían que éstas se refiriesen exclusivamente al sexo: cosa totalmente machista por otra parte y humillante para la mujer, a la que en esa relación le ha caído en suerte el papel de contribuyente.
Fíjese nuestro gran legislador Pablo Iglesias que el matrimonio se instituyó precisamente para evitar el abuso del hombre contra la mujer; para evitar cualquier relación confiscatoria, como ocurre en la relación del contribuyente con el que le monta los presupuestos. Se instituyó por que la cosa estuviese contratada y con las respectivas contrapartidas, sobre todo en relación con el mantenimiento de los hijos resultantes de esa relación. Por eso fuera del matrimonio, no es no, el silencio es no, y todo lo que no sea un sí totalmente explícito es no. ¡A que le suena raro todo eso! No es que la historia le haya copiado a usted. En el matrimonio, en efecto, hay un compromiso recíproco. Normal, normalísimo, porque el matrimonio (el de verdad) no es sólo sexo ni se ha instituido sólo para el sexo.
Pero cuando nos pasamos a la “cultura” del todo sexo, del sólo sexo (machista a más no poder) en la que se ha instalado la modernidad, la cuestión del consentimiento se pone totalmente vidriosa. Y como quien intenta resolver el problema, va Iglesias y en los Presupuestos del año próximo determina que no es que vaya a ser necesario que para acceder el hombre a la mujer tenga que ir acompañado de un notario que levante acta del consentimiento de ella; no, no será necesario tanto, pero casi. La realidad más real es que ésa sería la única forma jurídica en que el hombre podría salir bien parado de una acusación de abuso sexual por parte de la mujer. Si no es así, el sexo con mujer se convierte para el hombre en una actividad de riesgo: más que los deportes de aventura.
El mismo Apóstol de las gentes saldría hoy malparado judicialmente: Por razón de la impureza, tenga cada hombre su mujer, y cada mujer su marido. Que el marido dé a su mujer lo que debe y la mujer de igual modo a su marido. No dispone la mujer de su cuerpo, sino el marido. Igualmente, el marido no dispone de su cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por cierto tiempo, para daros a la oración; luego, volved a estar juntos, para que Satanás no os tiente por vuestra incontinencia (1Corintios 7). Sin embargo, cuando la hipersexualización es un instrumento de control socio-político y demográfico al servicio del poder, el pueblo soberano acaba convertido en un lastimoso rebaño de esclavitos felices que aplauden con las dos orejas a aquellos que -todavía- les dan de comer… hasta que la eutanasia -consentida o no- acabe con todos.
Padre venceremos a esos marxistas antes o después , su revolución cultural será abortada por la nuestra que será patriótica y cristiana.
¡¡ VIVA CRISTO REY !! ¡¡ ARRIBA ESPAÑA!! ¡¡ NO PARAR HASTA CONQUISTAR!! …
El día que “la lagarta” con la que convive se quiera casar con él, más que nada para poder divorciarse después y quedarse CON LA MANSIÓN, no dude que el cheposo dirá que el matrimonio existe, y que es lo mejor…
ESTA PAREJA DE ZÁNGANOS SON PREVISIBLES; DEMASIADO PREVISIBLES.
Tienen dos carrera de tercera, ciencias políticas, que no sirve para nada, PERO VIVEN COMO PRÍNCIPES RUSOS EN EL EXILIO.
¡Y luego dirán que son tontos!
Alguien más preparado que yo me podrá corregir pero yo siento que en un principio éramos como manádas; un solo macho para el máximo de hembras. Esto producía enormes problemas de naturaleza cruenta hasta que la sacrosanta mujer hecha de nuestra costilla se decidió genéticamente a adquirir la monogámia para evitar que los machos se matasen entre ellos. Ahora parece que cae el sistema de la monogámia, algo bastante chungo que simbólicamente sería como una gran Eva que le ofrece al hombre humano un paso mayor, ser todos como ella. Nada de compañeros antes agresivos y ahora serviles, todo mujeres,… Leer más »
El mundo feliz de las feministas de colores sera el siguiente; ellas son las obreras y las que paren. Los hombres feos y oscuros serán esclavos de ellas bien sexuales por su raza o bien policiales por su cerebro. No habrá hombres que no sean perseguidores o perseguidos, un sin vivir mientras ellas descubren como se vive mandando ellas por supuesto que sin Dios que para eso nos habrán vendido la manzana más podrida desde la que le ofreció Eva a Adán.
Genial. Dios lo bendiga, Padre.