Desaparecidos
El presidente del gobierno que padecemos todos los españoles es como una plaga del antiguo Egipto. Ahora ha decidido, para disimular las cifras de paro que le desacreditan tanto y que evidencian su ineptitud, que aquellos trabajadores desempleados que realizan cursos de formación no consten en las listas de la vergüenza. Han desaparecido del censo de parados.
Con ello Zapatero no resuelve el problema, cosa que en realidad le preocupa relativamente, pero sin embargo nos ofrece unas cifras menos desoladoras que es su única obsesión. Presentar una imagen distorsionada de la realidad y no la verdadera es el hilo conductor de la forma constante de gobernar de este político surgido de la nada a base de zancadillas a todos los compañeros que le rodeaban. Es un trepa en toda regla. Sin compasión.
Dedica su mayor esfuerzo a preservarse con la sonrisa falsa que le acompaña y que le ha sido de gran utilidad para engañar permanentemente. Su mejor herramienta en la estrategia de la farsa y del desdén. Él ha elegido el camino corto, sin dejarse la piel, sin dedicación honesta, sin mejorar la vida de los españoles, sin gallardía. Pura fachada que se resquebraja y desmorona con el paso del tiempo.
Su falta de sensibilidad, por tanto, no conoce barreras morales. Él funciona sólo por interés personal, por egocentrismo despiadado, como se demuestra en la decisión de eliminar de las listas de paro a los que estando desempleados se dedican a formarse. A ellos los ignora, los aparta. Son personas molestas de las que ahora se puede prescindir. De esta manera burda consigue disminuir el número de desempleados en un 20%. Cifra nada despreciable en los porcentajes que España soporta.
En nuestro país con más de cuatro millones de parados y en Andalucía con un millón de personas sin empleo, el maquillaje macabro se convierte en una válvula de escape y en una artimaña interesante. Que estas personas sufran la misma ansiedad que las demás por su falta de vida laboral, carece absolutamente de iimportancia. Sólo resultan útiles al sistema, permaneciendo en el olvido. Los nazis en los campos de concentración rotulaban “ el trabajo dignifica”. De todo hay.
Si añadimos a los datos proporcionados por el Ministerio de Trabajo, a los parados que oficialmente no existen, si sumamos un 20% más a los niveles de desempleo, nos encontraremos con la realidad ocultada. La censura del PSOE vuelve a aflorar con los más débiles, con los grandes sufridores de la manipulación descarada y de la incapacidad manifiesta del socialismo gobernante. El mismo socialismo que se deshace presumiendo de su sincronía con este colectivo al que maltrata y del que se vale para finalidades mezquinas.
No comprendo la inexistencia de protesta, la sumisión y docilidad ante lo inaceptable. Pero así es. Se aguanta ésto y mucho más. Se tolera lo ignominioso. Se convive con el despotismo altanero y despreciativo como todo despotismo. En este caso además, embadurnado de una empalagosa sensibilidad que es la máscara necesaria para ocultar tanta indiferencia.
En Andalucía hemos comprobado en carne propia cómo es la formación que sirve de coartada. Lo vivimos muy cerca, con los trabajadores de Delphi. A ellos los engañaron igual que a otros muchos. Les prometieron un empleo que nunca llegó mientras los apuntaban en programas formativos humillantes por su contenido e inutilidad.
Se vieron obligados a participar en cursos consistentes en visualizar películas del “Increíble Hulk”, en acudir a bodegas de la zona y en observar la organización perfecta de las abejas. Son algunos ejemplos de la formación que recibían los despedidos de Delphi por la que además debían mostrar su agradecimiento infinito al socialismo que les comprende, protege y ampara. El mismo agradecimiento del vasallo a su señor.
Fue escandaloso y lo sigue siendo. El ridículo que debían sentir estos trabajadores a los que prometieron el oro y el moro, tenía que ser casi infinito. No obstante la izquierda continúa implacable con su maniobra. El presidente Zapatero lo acaba de ratificar sin inmutarse, sin compadecerse, sin ruborizarse.
Las plagas de Egipto fueron enviadas por Dios para que Moisés liberara al pueblo judío de la tiranía y de la esclavitud. Me pregunto qué finalidad pretende esta versión moderna de castigo que no es divino. Nunca lo es.
Es una condena humana, con responsables definidos que no cambiarán su conducta.