El gorrón hispánico
En plena cuesta de enero, donde dicen que a todos nos baja la moral, y hasta la libido, además de tener que empezar a pagar “el alquiler” tributario de nuestras propias viviendas, empiezo a indignarme con una de las figuras más frecuentes pero desconocidas de la fauna nacional: el gorrón hispánico.
El gorrón hispánico suele alcanzar edades muy avanzadas, y no es extraño, pues no ha pegado golpe en su vida, y toda su actividad laboral consiste, básicamente, en hablar de lo divino y de lo humano, mientras le pagas el café, el aperitivo o, si te descuidas, el almuerzo.
A lo largo de mi vida he tenido que alimentar a varias “colonias” de gorrones hispánicos, y la verdad es que cualquier día de estos empieza a pasar de la buena educación, y les mando a tomar por el culo, que realmente es lo que se merecen.
Recuerdo que en mi juventud, cuando empecé a ejercer como Graduado Social, carrera y profesión a la que tengo el honor de pertenecer, fui “colonizado” por varios gorrones profesionales, que se acercaban a mí en las discotecas y bares de juventud -¿quién no ha tenido veintipocos años?-, me saludaban muy cordialmente, como si fuéramos amigos de toda la vida, cuándo solo éramos conocidos, se pedían un cubalibre o un whisky (siempre lo más caro), y se marchaban a hablar con otros “amigos” y conocidos.
Cuándo yo iba a pagar mi triste consumición, normalmente una cerveza o un refresco, que no soy alcohólico, a Dios gracias (ni fumador ni drogadicto; solo mujeriego, que ya es bastante), el camarero me pasaba la cuenta de los varios “amigos” que teóricamente había invitado, aunque yo nunca había dicho que les invitaba…, y para no discutir, acababa pagando como un imbécil.
Al final un encargado de cafetería -¡gracias, José Antonio!- me dijo como podía salir de esa situación, y era muy sencillo: “Nada más pedir, paga tu consumición, y si llegan otros clientes y piden, nosotros les exigiremos a ellos el pago de lo que tomen, no a ti. Pero claro, si se te acercan, te saludan, piden algo, etc., nosotros pensamos que les has invitado”. Y no le faltaba razón.
La fauna del gorrón admite también el sexo femenino… Recuerdo a una compañera en la Universidad de Zaragoza, Profesora igual que yo, liberada, feminista e izquierdosa como ella sola –por desgracia ya fallecida-, a la que su feminismo a ultranza por lo visto le prohibía pagar nunca nada, y siempre se me “acoplaba” en las cafeterías universitarias.
Debí de pagarle cientos de consumiciones, hasta que ya opté por lo sano: pagar nada más hacer el pedido, y pasar olímpicamente de ella. ¡Excuso decirles que los dos cobrábamos exactamente lo mismo, pues en las administraciones públicas, a igual categoría, igual salario, independientemente de que seas hombre o mujer! (Otra gran falacia del feminismo, aunque si es posible que en las empresas privadas haya diferencias salariales, peo en las públicas, nunca).
Debido a mi carácter abierto, hablador, y creo que hasta simpático (aunque mi señora dice que soy muy mal educado), en los últimos años estoy siendo colonizado por un ex alumno, que ronda los 45 años, más o menos, y que se me pega más que una puta a un cliente.
El citado gorrón hispánico vive cerca de mi casa, y conoce las cafeterías que frecuento, y las horas a las que suelo acudir, por lo que entra, se sitúa a mi lado, me saluda muy cordialmente –los gorrones son como los estafadores, personas muy educadas, que te embaucan fácilmente, pero que van a lo suyo-, y rápidamente se pide un cortado, un bollo, o lo que haga falta.
Su gorronismo es tan acendrado que en una ocasión en la que estaba reunido con otro abogado y dos procuradores, para intentarse solucionar amistosamente un asunto, tuvo la desfachatez, con la excusa de saludarle y presentarme sus respetos, de sentarse a la mesa con nosotros, y como todos nos callamos, muy prudentemente, respecto al tema que estábamos tratando, empezó a intervenir divagando sobre los problemas de los abogados y de los procuradores. ¡Y menos mal que nos levantamos y nos fuimos, pues si no hubiera seguido sobre la crisis económica de El Corte Inglés, y que el Banco Santander ya no es lo que era!
Y, lo que más me molesta es cuándo, después de desayunar o tomar café a mi costa, me dice, todo ufano, que se va al banco a renovar un plazo fijo que tiene, o que va a trasladar sus fondos a uno de esos bancos digitales que te pagan más por tus depósitos.
¡En esos momentos tengo que reprimir mi impulso primario y creo que hasta natural, de pegarle una buena patada en los cojones!
*Abogado y escritor.
Con la crisis económica, creo ha aumentado el número de gorrones.
Y surge la duda, al igual que en el caso de los homosexuales: ¿el gorrón, nace o se hace…?
El gorrón nace, pero también se hace.
Es el típico amigo que siempre se escaquea de pagar, con diversos pretextos o subterfugios: no llego dinero, tengo que cambiar, etc., o la más habitual: hace mutis por el foro, se va al baño, y tarda diez minutos en volver, con la seguridad de que la cuenta ya estará pagada.
COMO VERÁN SOY UN EXPERTO EN SER GORRONEADO.
Más que gorrón, casi, casi es un sablista…
Es posible que se así, aunque yo siempre había pensado que EL SABLISTA es el que intenta metertela doblada, pidiéndote un préstamo…, que no piensa devolverte nunca.
Ahora voy a ver que dice el diccionario sobre el sablista…
En la fauna ibérica abundan LOS GORRONES.
Celebro que los haya descrito, y tan bien, su modus operandi, etc.
¡Hay que estar prevenidos ante sus continuos ataques y “acoplamientos”, pues estos solo van a lo que van, son como las putas!
Perdón, es EL GORRÓN HISPÁNICO…, aunque no deja de ser un gorrión, que va picando por aquí y por alí, siempre en casa ajena.