En este mi primer artículo para Alerta Digital, deseo, antes que nada, agradecer a su director, don Armando Robles, la confianza que me otorga al poner a mi disposición su medio para llegar hasta ustedes, queridos lectores. Dicho lo cual, y deseando que esta fuera la primera de una larga serie de citas con ustedes, vamos a hablar sobre las conocidas como tarjetas black.

Este artículo sobre las “black” pretende poner sobre la mesa cómo se puede crucificar a un hombre acusándolo de algo a lo que nadie hubiera dado excesiva importancia si no existiera una conjura política para manipular la opinión pública con el fin de hundir su honorabilidad.

¿Qué es eso de la honorabilidad y qué o a quién debemos considerar honorable?

En primer lugar la RAE señala que “es aquel digno de ser honrado o acatado”; a continuación señala que “es el tratamiento que en algunos lugares se da a los titulares de determinados cargos”.

Pues ¿saben qué?, al leer esto interpreté de inmediato que uno a los que se refiere esa definición es al señor Quim Torra, por el hecho de ser Presidente de la Generalitat. O sea que debemos honorabilidad a un hombre que ha insultado públicamente a todos los españoles, el citado señor Torra, me perdonarán que no utilice lo de honorable aquí; mientras que se la negamos al señor Rato, un gran ministro de Economía y uno de los españoles que más alto galardón internacional han alcanzado por ser Director del FMI.

El señor Rato es un hombre que se equivocó, pero que nos ha pedido disculpas en público por no haber detenido a tiempo una práctica a todas luces incorrecta, algo que, cuando él llegó a Bankia, ya existía. Un asunto, por lo demás, en el que se ha compensado el daño, puesto que el grueso de implicados ha devuelto el dinero.

Entonces, ¿ya no es digno de ser honrado alguien que utilizó un sistema anómalo para cobrar una retribución indirecta de 99.000 euros, y cuyo daño fue el causado a la Hacienda pública por no declarar esos ingresos? Piénsenlo un instante: ¿cuántos de nosotros, con los antecedentes que tenía el sistema, hubiéramos obrado de modo diferente? Cavilen ustedes que era una fórmula retributiva aprobada por el Consejo de Administración de la entidad, y que no era algo tan excepcional lo que hacían en Bankia.

Pregunten sino por ahí y verán cómo se las arreglaban otras grandes empresas para que sus directivos pagaran menos impuestos. En mi opinión el mayor daño causado a Bankia, y consecuentemente a la Hacienda Pública, con este asunto, fue el de utilizar un sistema chapucero por no contar con el asesoramiento del fiscalista experto más adecuado. De haberlo hecho bien, no tendríamos ahora caso “black” con notable pérdida de impulso mediático, pero no se engañen, Hacienda se hubiera quedado sin cobrar en cualquier caso.

Algo, lo de pagar menos a Hacienda, desgraciadamente muy habitual entre nuestra ciudadanía que lo considera una falta menor y, por ello, utiliza sin rubor el sistema de ahorro derivado del aún popular: “¿lo quiere usted con factura, o sin factura?”. Por no hablar del coche de empresa en renting que sirve para todo pero desgrava las cuotas como retribución en especie. Se sorprenderían a ese respecto los trucos legales que, con sociedades instrumentales o similares, utilizan profesionales, deportistas, e incluso algunos ministros que presumen de “progres”.

Yo conocí personalmente a Rodrigo Rato, aunque no le he vuelto a ver desde hace 25 años, cuando un compañero de partido me lo presentó y celebramos dos almuerzos de trabajo. Por aquel entonces él aún no había sido nombrado ministro pero nos esbozó las líneas maestras de lo que al poco sería el éxito económico del Primer gobierno de Aznar.

Me pareció un personaje simpático e ilusionado con su tarea, y una parte de las medidas que nos anticipó se estudian ahora en los tratados de macro economía. Además de aquellos 99.000 euros que no declaró por las tarjetas black, creo que el país también le debe algo por su tarea política. No duden que, a buen seguro, el saldo será positivo.
Pero no toca hoy detallar los múltiples sistemas para pagar menos a Hacienda. Quiero poner la mano en la llaga de la hipocresía cuando tiramos al barro la reputación de alguien y pasamos por alto nuestro propio comportamiento. Es miserable afanarse en realzar el mérito de algún dudoso honorable, mientras se carga contra el héroe caído en desgracia. Siendo como somos un país cristiano, deberíamos aplicar aquel pasaje del evangelio cuando Jesús retaba a tirar la primera piedra.

Sin embargo, pese a este razonamiento, alguien se ha debido considerar más honorable que Rodrigo Rato y ha retirado su retrato de la zona noble del Ministerio de Economía. Quizá porque, también es cierto que, el dirigente está más obligado que los demás a dar ejemplo, aunque sólo fuera para desterrar estas prácticas.