Errejón (mortus est qui non garreat)
¡Qué pena, madre! Qué pena que el sainete de las tres comidas –y suponemos que de las tres bebidas o chupitos- y de la interpretación podemita de la Historia, tan pedagógica cómo era, olvidadiza y revolucionaria, se haya empañado tan pronto y toque a su fin, justo cuando empezábamos a vislumbrar el pour quoi queríamos la liberté.
¡Qué bello era vivir aquella primavera! Venía a sacarnos de la esclavitud y del fascismo, cuando de las plazas de España, de las ágoras, brotaba el conocimiento balbuceante y barato de la libertad por horas, desde el mismo suelo donde reina la hez y la inmundicia.
Venía junto al piojo verde, las rastas y el chotuno ecológico exento de formaldeidos y de colorantes, que nos iban a librar de la caspa cascabelera y taurina, por mor de la perrofláutica palanka y, como un viento fresco que entrase por la ventana, un espíritu santo renovador, estos intelectuales de la más camelística y menos rigurosa universidad, a los que se veía el cartón y las arpaduras bajo el pelo de la dehesa, que habían hecho las américas al itálico modo, nos traían el olor a fritanga y a cebolleta montuna y paredaña al pestazo de la vieja casa de fieras.
¡Qué bello, insisto, era vivir para ver! Nos abrían los ojos ante una realidad que ignorábamos y nos decían cada cosa, qué ni sospechábamos que existiese o pudiera hacerlo. ¡Ay, qué leche!
Y los académicos de la Academia de la Historia calladitos ellos, a sueldo del presupuesto, sin darles la razón y la legitimidad que merece acabar con tanta falsía como nos habían colado los nacionales, los rebeldes, que nos hablaban del placer de hacer proletarios y darles matarile cunetero, y no salían al paso –como bien pudiera ser de mil maneras- de lo que habíamos estudiado durante tantos años, malinterpretando la historia. ¡Ay, qué hombres, ay, qué mujeres, si charmants!
Réquiem aetérnam dona eis, Dómine, et lux perpetua lúceat eis.
¿Qué me dicen del Bafumet de Zaragoza, ese cerebro hardcore, cordless and wireless, que no paga lo que debe y se justifica; al que ponen la alcachofa para decir sandeces y va y las dice sin cuento el hombre, y se la mantienen impertérritos? ¿Es imputable? ¿Es de Santurce? ¿Somos tontos del tó? ¿Cómo es posible que entremos a este cebo? ¿Qué le pasa a la raza? ¿Llegaremos a finales, o tan sólo a mediados?
Se han desmorritado los cantamañanas, se han puesto tripudos, se han disputado el pastel a dentelladas, y han afanado secreciones y excrecencias del sucio capitalismo… han hecho crisis y tienen por delante una lisis que para qué, porque se han pasado en las formas y en el fondo, se han besuqueado, se han andado en la nariz y han dado de mamar en sede parlamentaria, han piojeado los escaños, han abusado y han justificado lo injustificable, han elogiado barbaridades, en lugar de besar los suelos de las instituciones que les acogían en sus senos maternales, tal que el pueblo español fuese tonto l`haba, más ignorante que ellos y no leyese la prensa o viese las TV.
¿Ande irían? Ahora se van a morder unos a otros dentro del saco, como las ratas, van a arrufarse aculados en las esquinas y van a tirar de cheira para ocupar el escaño que les quede, estos nimbados de “academicismo de los chinos”, que odian las corbatas y el peinado al uso, estos figurantes tardobolcheviques del cinismo, que hablan de lo que no saben y que nos lo pretendían frotar…
Y a la abuelita comunista de Caperucita roja, a la que le colgaba el cordón umbilical ensangrentado que le unía al lobo estepario recién parido, se le ponían los dientes largos y se le perdía la mirada vidriosa de tanto placer que la embargaba, mientras cocía magdalenas y freía empanadillas, dándole al soplillo…
-¿Usted cree que se acabaron los koljoses, kulas, sovjoses, planes quinquenales, letrinas colectivas y chinches proletarios?
-¡Vete a saber! Depende del cordón sanitario de Ciudadanos, tanto como de los sabrosos comentarios del Zarzalejos, que nos sorprende vivamente cada día que amanece.
¡Manda pelotas, qué tropa!