El mayor enemigo de Estados Unidos está en… Estados Unidos
El sureste del país se enfrentó la semana pasada la racha de tornados más destructiva desde la Gran Depresión. Entre el 25 y el 28 de abril, 305 tornados barrieron los estados de Alabama, Misisipi, Tennessee, Arkansas, Georgia, Virginia y Louisiana dejando tras de sí un panorama desolador: 354 fallecidos, miles de heridos y cientos de millones de dólares en daños materiales.
Los estadounidenses estén embarcados en una gran guerra, pero el frente no está a miles de kilómetros, en Irak o Afganistán, si no en su propio jardín. El enemigo no son los insurgentes de Bagdad, los rebeldes talibanes o los terrorista de Al-Qaeda, sino la propia naturaleza. Tornados, inundaciones, tormentas tropicales y temperaturas extremas demuestran ser más mortales que cualquier otro adversario.
Según las estadísticas del Servicio Metereológico Nacional (NWS), durante la última década los desastres naturales han dejado más víctimas que la ofensiva desencadenada en Afganistán tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Los huracanas, las tormentas de nieve, las olas de calor y las lluvias extremas han acabado con más de 6.000 vidas desde los atentados a las Torres Gemelas; las balas de los talibanes, con 5.921 soldados estadounidenses.
Además, la guerra contra el terrorismo y contra los azotes de la naturaleza han tenido un coste similar para la maltrecha economía estadounidense. Si los datos del Servicio de Investigación del Congreso afirman que el Gobierno ha invertido hasta la fecha 333.000 millones de dólares en la Guerra contra el Terror, la reconstrucción de las áreas dañadas por los fenómenos atmosféricos se dispara hasta los 228.000 millones de dólares, sin contar los destrozos ocasionados por la última sucesión de tornados que arrasó la semana pasada hasta 14 estados.
Vientos de 320 km/h
En menos de 72 horas, el NWS registró en sus radares hasta 305 tornados, dos de ellos con vientos por encima de los 320 kilómetros por hora, que han dejado un balance de 354 víctimas mortales, miles de heridos y decenas de desaparecidos.
“La mayor dificultad para las localidades que son sorprendidas por un tornado es hacer un recuento de los desaparecidos”, reconoce Carlos Castillo, antiguo responsable de la Agencia Federal de Emergencias (FEMA), quien asegura que “hay muchas posibilidades de que nunca se encuentre a los desaparecidos”.
De hecho, aún no se ha dado con el paradero de 24 víctimas de los atentados del 11-S, ni con 130 desaparecidos tras el huracán Katrina, en 2005. Precisamente el ciclón tropical que anegó Nueva Orleans fue el desastre natural más devastador que vivía Estados Unidos en 80 años y el cuarto más destructivo de la historia del país: dejó casi 2.000 muertos y daños por valor de más de 100.000 millones de dólares.
Otras catástrofes naturales
Pero no sólo los tornados y los huracanes castigan a la población. Cada año las inundaciones, como las que ahora están viviendo en Memphis (Tennessee), acaban con la vida de entre 70 y 100 personas, mientras que el frío y el calor extremos matan a más de 150 personas de media.
Por si no fuera suficiente, los expertos apuntan a que en los próximos años, los envites de la naturaleza serán cada vez más furibundos. En un informe publicado en la revista Nature Geoscience, el meteorólogo estadounidense Tom Knutson predice que, a lo largo del siglo XXI, habrá entre un 6% y un 34% menos huracanes, pero la fuerza general de las tormentas, medida por la velocidad del viento, crecerá entre un 2% y un 11%, lo que equivale a un aumento de la destrucción de un 60%. “Además, estos fenómenos también acarrearán más lluvias”, concluye Knutson.
Y, toda esa destrucción, sin contar los terremotos. A pesar de que el último seísmo mortal en territorio estadounidense data de 2003, y únicamente produjo dos víctimas en la pequeña localidad californiana de Paso Robles, cada año los sismógrafos del Servicio Geológico de Estados Unidos registran más de 1,3 millones de movimientos de tierra.
De hecho, los expertos esperan que el temido Big One, un megaterremoto por encima de 8 puntos en la escala de Richter, sacuda la costa oeste del país en los próximos 30 años con una probabilidad del 99,7%.
De cumplirse las predicciones de los científicos y los servicios de emergencias, entre 2.000 y 15.000 personas perderían la vida, 50.000 más resultarían heridas y la huella de destrucción superaría con facilidad los 200.000 millones de dólares.