¿Por qué lo llaman violencia de “género”?
Hace ya un par de años, a propósito de la tan sesgada utilización de ciertos términos acuñados por la izquierda “progresista y paso atrás” que se vino imponiendo desde la transición, escribía en relación con ese lenguaje inclusivo que ellos inventaron siguiendo la máxima de que “el que gana la batalla de las palabras acaba ganando la de las ideas” y en esas seguimos.
Decía entonces respecto al uso tan abusivo de la palabra “género” para sacar partido a esa nefasta ley que el no menos nefasto y traidor José Luis Rodríguez -el asesor de Nicolás Maduro, recuerdo- se sacó de la manga para atender las reivindicaciones de una parte de ese colectivo socio-cutre que lo apoyaba, del que hasta su nombre era un error, que el “género no es sino un accidente gramatical, en su triple categoría de masculino, femenino o neutro, con su antigua variante epiceno, que realmente se refiere al sustantivo -persona, víctima- válido para individuos de ambos sexos,
independientemente del género gramatical”. Y completaba mi aportación a la formación gramatical de víctimas de la LOGSE y demás colectivos “progres” remitiendo a “la consulta de cualquier libro de Gramática Española -de las de antes, porque no sé si también esto ha cambiado o ni siquiera se explica- para ver más sobre el tema”.
Entrecomillo ambos párrafos no sea que alguien, desde esos colectivos o desde la misma Moncloa, diga que me plagio a mí mismo. Lo cierto es que esa Ley de Violencia de Género -me cuesta ponerla con mayúscula- es una aberración en sí misma empezando por el propio apellido. ¿Por qué la apellidaron “de género” en lugar de doméstica, de familia, sexista, o dejarla simplemente en violencia? Había que contentar a los que había que contentar, claro.
Ahora, la para mí ficticia polémica producida de una forma oportunista y populista -propia de los que la utilizan como banderín de enganche- tras las elecciones autonómicas andaluzas por ese partido “recién llegado” de nuevo al mapa político después de cuatro años de caída libre -243.000 votos en las europeas de 2014 y 46.000 en las generales de 2013- y triste caminar -es un decir, porque anduvo poco en ese tiempo y siempre al rebufo de lo que le diera algún rédito, escaso hasta ahora- por un desierto que los iba sepultando en la más densa arena, me trajo a la cabeza el título de esa “obra maestra” del cine español “¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?”.
Evidentemente, lo de “cine español” es un eufemismo hiperbólico, porque la inmensa mayoría de los bodrios producidos por la “cinematografía” subvencionada desde hace casi cuarenta años -eso sí, si viene preferentemente de la izquierda, aunque sea un fracaso de taquilla- se deben precisamente a los que no quieren mucho a España y lo mismo queman una bandera que se fotografían arqueando su dedo sobre una “ceja con Z”, que ya sabemos lo que significaba para ese grupo que se arroga en exclusiva la “cultura”.
Por supuesto que no vi esa “joya” de la “cinematografía española” -perdonen la hipérbole- ni recuerdo si entonces -febrero de 1993- existían los Goya, lo que ni me molesto en buscar. Fue, aquel 1993, un año en el que, tras muchos cambios legislativos, algunos de difícil vuelta atrás si no irreversibles y el asentamiento desde el PSOE de las bases de la corrupción generalizada en la que se tornó buena parte de la política -¡qué lejos tenían esto los de un lado de la mesa negociadora de la Constitución, supuestamente conciliadora!- ya habían comenzado los estertores de un partido que empezaba a tornar el significado de sus siglas, si alguna vez representaron lo que su nombre indica, por el de Partido Siempre Opuesto a España que ya demostró ser desde su nacimiento hasta su casi desaparición en 1939 y tras su posterior llegada por Atocha en 2004 y está revalidando ahora, desde el contubernio frente populista de hace poco más de siete meses “dirigido” -nueva hipérbole- por el viajero incansable, más conocido como Dr. Plagio y, últimamente, por sus trascendentes “decisiones” en lo que a cambiar colchones fantasma se refiere.
No seré yo quien cuestione que la citada ley necesita una revisión a fondo, empezando por el nombre, si no su derogación, puesto que ya la Constitución establece en su Artículo 14 la “…igualdad de los españoles ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición…”. Pero dicho esto, no me parece que fuera el principal problema de Andalucía ni mucho menos que el nudo gordiano de la negociación de VOX con el Partido Popular para acabar con la hegemonía socialista andaluza, como acabó demostrándose en esa característica personalidad “indomable” del jinete del partido verde, que puede pasarle factura si se interpreta que en su éxtasis triunfal no son capaces de separar el humo de la paja, demostrando su desconocimiento de la política española, en lugar de centrar el tiro en cuatro o cinco puntos principales, gasto -con sus duplicidades, empresas públicas y organismos inútiles dentro y fuera de España, etc.-, corrupción en sus más que conocidos casos en la región -ERE, EDU…- , educación -a la cola de Europa-, desempleo, general y juvenil -justo lo contrario, a la cabeza de España y de Europa-. Temas de los que, por cierto, no se está sabiendo nada, por ahora.
Y no es menos cierto, en mi modesta opinión, claro, que este asunto del género hubiera sido muy distinto si alguien, antes del nefasto ZParo, hubiera demostrado su visión de Estado adelantándose a la jugada y regulando esas circunstancias y demandas, pero era mucho más importante contentar al nacionalismo ampliándole sus competencias y recursos, cambiando la figura del Gobernador Civil por la de delegado del Gobierno -un cero a la izquierda que sirve de poco más que aumentar el gasto público y hacer acto de presencia en determinados actos- o suspender el Servicio Militar Obligatorio para ayudar a ir acabando con el poco espíritu de país y menos de Nación, que el sistema iba ya introduciendo a través de las reformas educativas y el cambio de escala de valores. No tengo ninguna duda de que el Sr. del Majestic y Duque de El Escorial podría haber reconocido algunos derechos a los homosexuales, que habrían contentado sobradamente al colectivo gay, evitando la barbaridad del Zapatiesta -como lo llamó muy acertadamente Jaime Campmany- al aprobar el matrimonio homosexual, mucho más de lo que esa minoría gay aspiraba. Lo mismo que haber introducido los cambios correspondientes en el código Penal para que esa violencia estuviera castigada proporcionalmente, con los agravantes y atenuantes necesarios en función de las circunstancias, antes de que se perpetrara la aberrante ley que, ante una agresión recíproca, independientemente de las causas, dictamina siempre que el varón vaya al calabozo o a prisión con la sola demanda de la mujer, mientras que ésta deviene en beneficiaria del domicilio y de la patria potestad de los hijos.
Pero no lo hizo y se lo puso mucho más difícil a su sucesor digital que ya tenía que lidiar con derechos adquiridos y hechos consumados, aunque ni siquiera lo intentó cuando volvió a tener la oportunidad en 2011 y tampoco hizo nada al respecto pese a los numerosos avisos recibidos en sus primeros cuatro años, lo que condujo al desastre electoral de 2015, la repetición de elecciones en 2016 -sólo seis meses después- en las que salvó los muebles por los pelos y su salida por la puerta falsa en 2018, sobre la que ya he escrito bastante y no viene al caso volver a ello en este momento.
Confío en que este nuevo Partido Popular de Pablo Casado, si conseguimos que llegue al Gobierno, aborde este y otros temas por los que la derecha siempre pasó de puntillas, para no molestar. De la otra “derecha” escribiré en otro momento.
Esa misma pregunta la he hecho a diversas personas de izquierdas que conozco y me han salido con muchas “respuestas” peregrinas. Las he dejado soltar “babas de meconio marxista” (verdadero y único “opio del pueblo”) y una vez he oído las absurdas “explicaciones” les he hecho una segunda pregunta a la que no han podido darme respuesta ni explicación posible. La pregunta ha sido la siguiente: En un “matrimonio” homosexual (da igual que sea entre 2 hombres o 2 mujeres), cuando hay una agresión física y verbal de uno de ellos hacia el otro: ¿Cómo “aplica” el término de violencia… Leer más »
No aplica, aquí al parecer los únicos violentos son los hombres heterosexuales. LEY DE VIOLENCIA DOMÉSTICA YA.
Ha tenido suerte, Mercedes. En muchos casos, esa gente que no tiene argumentos, en lugar de encogerse de hombros, insulta y lo suele hacer desde perfiles falsos ocultos en las redes sociales que parece que amparan la impunidad.
Comparto todo lo que dice y a ver si alguna vez se vuelve a recuperar el sentido común que debe empezar por llamar a las cosas por su nombre, algo que Pablo Casado ya está haciendo en algunas cosas.
Don Antonio: Las personas con las que he hablado sobre este tema no suelen agredirme en razón de mi avanzada edad. Soy una mujer de 94 años ( aunque siempre digo 95, porque en realidad yo cuento mi edad desde el momento en que fui concebida por mis padres). De momento, tengo la suficiente lucidez y buen humor como para tomarme las cosas con mucha calma y filosofía, porque no estoy dispuesta a permitir que me ocasionen un ictus por una discusión en la que no nos vamos a poner de acuerdo jamás. Cuando observo que las cosas que me… Leer más »