“Sine agricultura, nihil”
«Cada vez existen más datos objetivos que apuntan al hecho de que el cambio climático ya está afectando a la agricultura y la seguridad alimentaria, lo cual aumentará la dificultad a la hora de afrontar el desafío de poner fin al hambre,… » -El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo. FAO 2018-.
Hace poco me preguntaba una de mis hijas: “¿Papá, tú has pasado hambre alguna vez?” Les confieso que me sorprendió su interés, aunque me gustó su interrogación. Se dan cuenta que hoy en día el hambre en nuestro mundo occidental nos parece algo tan ancestral y lejano que, si no fuera por los millones de personas que aún padecen esa situación, incluso se podría tildar de folklórico. Pero es evidente que no lo es, porque el hambre en el mundo sigue aumentando. El plan de la FAO para conseguir erradicarla en 2030 ha sufrido un retroceso debido al cambio climático, y todavía hay más de 820 millones de personas subalimentadas en el mundo. Esto pone en evidencia que hasta el 2050, cuando lo habitarán 9.000 millones de personas, será preciso acometer acciones fundamentales en el sistema alimentario. El reto estriba en erradicar el hambre, sin contaminar el planeta, y respetando la fertilidad del suelo.
Sin embargo, en el primer mundo, el hambre prácticamente ya ha desaparecido. Pero no nos detenemos a pensar en su “¿por qué?”. Nuestra sociedad se ha transformado a tal velocidad que la agricultura en España ocupa actualmente a menos del cinco por ciento de la población activa. Y se reducirá aún más. Sin embargo los productos que nos proporcionan los campesinos llegan a las casas en tal abundancia que, cada año en Europa, se tiran a la basura más de 89 millones de toneladas de alimentos, lo que equivale a un despilfarro asombroso de 143.000 millones de euros –a un promedio de 1,60 euros por kilo de comida-. Así que, a la pregunta de mi hija, es muy probable que nadie debiera hoy responder por estos lares en tono afirmativo porque, pese a los retos que representan la contaminación, el cambio climático y el aumento de la demanda de calidad, nuestra agricultura ha respondido utilizando menos agua, menor consumo energético y de abonos, e incluso menos tierra. No obstante, se recolectan muchos más productos y de mejor calidad. Ello gracias a una notable mejora en la tecnología y las prácticas agrícolas.
La agricultura es un tema fascinante porque atiende a una de las necesidades más perentorias de los seres humanos como es la alimentación. Pese a ello, la atención que se dedica hacia este sector productivo es cada vez menor. Nuestra sociedad de urbanitas es incapaz de apreciar la grandeza que yace en el olvidado hombre del campo. Se trata, en realidad, de que tratamos a la agricultura como al aire que respiramos; sí, es algo que necesitamos, está ahí, y lo aprovechamos, aunque luego apenas nos ocupemos en valorar lo que representa.
La pedagogía que deriva de la historia sugiere que los pueblos suelen reaccionar positivamente hacia quien los gobierna cuando tienen el estómago lleno. Era aquello del “panem et circenses” que los gobernantes romanos utilizaban para mantener tranquila a la población. La intelectualidad española lo tradujo por el “pan y toros”, aunque, ahora que no nos preocupa lo primero se cuestiona también lo segundo. Sin embargo, la experiencia atestigua que los pueblos que avanzan no son los mejor nutridos sino aquellos que destierran la ignorancia de sus gentes.
Desde hace ya bastante tiempo el campesino se vio desplazado del interés político e incluso, salvo por los incendios forestales, también de los medios de comunicación. Quizá el motivo fundamental fuera el que motivó la pregunta de mi hija, pues las últimas generaciones no han vivido momentos de emergencia alimentaria. Además el acceso a productos de calidad se obtiene sin dificultad y se puede lograr cada vez a un precio más razonable. Otros objetivos han pasado a ser prioritarios en detrimento de los agrícolas, los cuales, ante la abundancia de la oferta existente, ven reducir más aún su precio, y con él la renta de un sector primario hundido por su propio éxito.
Por si no fuera suficiente ese retroceso del sector primario, los agricultores se encuentran con la práctica de las grandes cadenas de alimentación que venden determinados productos por debajo de su coste. El objetivo que pretenden es usarlos como reclamo puntual para atraer clientes a sus establecimientos, y la leche o el aceite suelen ser los más usados con ese fin. Es la denominada “venta a pérdida”. Al campesino le preocupa, evidentemente, el desprestigio que sufre la imagen de unos alimentos que, al ser tan baratos, pierden valor en la mente del consumidor, amén de impulsar aún más sus precios a la baja.
Tampoco juega a favor del campo la crítica continua y acerada de los medios de información sobre algunas prácticas agrícolas que parecen absurdas. Me refiero al conocido y poco comprendido discurso que sitúa a la PAC como valedora de, los que considera, vagos y huidizos agricultores, que cobran subvenciones por dejar de producir. La Política Agraria Comunitaria no está, en mi opinión, muy acertada con este sistema, pero eso no quita para que reconozcamos a cada cual lo suyo. El motivo es que, a mayor producción, habría mayores excedentes, que aumentarían la oferta reduciendo aún más los precios y, consecuentemente, las rentas agrarias. Ese es el controvertido argumento que exhibe la PAC para desincentivar la producción agraria, y que, sin embargo, se utiliza como arma arrojadiza contra el hombre del campo.
No resulta fácil admitir que en este proceso puede haber oportunistas, pero también gentes nobles, que son las más. Miren, yo suelo pasar algunas semanas en un pequeño pueblo de Castilla donde la agricultura es el centro de la economía.
Se trata de un suelo que, como decía el gaditano Columela hace dos milenios en su libro “De re rustica”, es agradecido y da buenas cosechas aunque se hubiera abandonado. La mayor parte de la juventud se ha marchado de allí y son excepción los que mantienen la vocación agrícola para llevarnos cereales y legumbres a la ciudad. Ello no obsta, sin embargo, a que también agricultores jubilados opten por seguir con la labor para complementar pensiones demasiado pequeñas. Hombres sabios, austeros y buenos conocedores del campo, pero la edad no perdona y los accidentes son a veces la consecuencia de ese esfuerzo. Señalo a continuación un ejemplo con una noticia de prensa reciente: «Otros dos agricultores jubilados muertos en accidentes con tractores, uno con 88 años y el otro con 72». El debate podría ser si por su condición de jubilados se le debiera retirar el derecho a cobrar la PAC. Pensamos que no sería justo para aquellos que no cuenten con un mínimo razonable de pensión. Pero, es evidente que seguir activo con demasiada edad, supone un elevado riesgo de accidentes.
Una vez más se impone reconocer el valor y la deuda que tenemos con nuestros trabajadores del campo. ¿Quién no está de acuerdo, en efecto, en la dureza y los riesgos de su trabajo?, o ¿en su situación de aislamiento y menosprecio social frente a los demás? Sólo así se explicaría ese despoblamiento continuado, a cuya vera enraízan las sombras bíblicas de futuras hambrunas. La solución sin duda es compleja, pero pasa por devolver al campo al menos una fracción de lo que nos aporta. Quizá la tecnología, el mundo digital, nuevas vías y medios de comunicación, la salud, o el turismo ecológico, podrían crear condiciones de vida más atractivas y mejores oportunidades para quienes decidan seguir cultivando la comida de los nietos de nuestros nietos.
Nuestro Colegio de Ingenieros Agrónomos tiene este lema: «Sine agricultura, nihil». Sin agricultura, nada. Hagamos pues de ese dicho un objetivo común y pongamos al campo en el lugar que se merece.
Creo que una buena solución para la agricultura sería la de traer emigrantes de otros países.
Muy interesante el artículo. Me gusta el fondo y la forma en que trata el tema
El campo es la verdad porque no engaña. Tal como lo expuso fray Luis de León en su incomparable Oda a la vida retirada. Una maravillosa descripción de ese mundo injustamente abandonado que ahora lamentamos.
Me sorprende que se permita trabajar a personas tan mayores. Creo que se debiera arbitrar alguna solución para evitarlo
Pues él hambre ha desaparecido de e mail miento, pero no hay que cantar victoria porque l aumento de las emisiones de CO2 está trayendo el desierto al sur de Europa
-Tiene usted razón. El calentamiento global derivado de las emisiones ya ha producido cambios en la agricultura pues hay zonas de Levante que han tenido que cambiar la naranja por chirimoya y otras frutas tropicales como la papaya. Es un proceso irreversible de cambio climático.
Los huertos y los frutales están como siempre, los bisaltos los guisantes las patatas creciendo las cebollas bien gordas y las primeras brevas de las higueras tomando ya su forma. Déjese de cuentos. Quiere montar algún chiringuito subvencionado?
Yo creo que si la FAO ha hecho un informe donde alerta del cambio climático. Sobra la polémica.
No hay tal cambio climático por exceso de actividad industrial.
Eso es una memez de los fanáticos ecologistas.
Lo que hay es el movimiento de las placas tectónicas. Según se unen ó separan, se obtiene un clima u otro. Es algo cíclico. Pero extremadamente lento.
Plante usted tranquilo. Seguirá lloviendo.