Insultar a Rajoy
Salvador Sostres.- La victoria de Pedro Sánchez empezó cuando la derecha se puso a insultar al presidente Rajoy. Albert Rivera propició la moción de censura y el aznarismo con todos sus fantasmas ha reducido al PP a 66 diputados.
Demasiada inmadurez, demasiados personalismos para exagerar diferencias que no son tan insalvables y que aún cabrían en un solo partido; y muy poca humildad para entender lo que hay en juego y saberlo defender desde el posibilismo, la concesión y la correcta identificación de quién es el enemigo.
El presidente Rajoy sabía que en un país de centro izquierda como España, la derecha sólo puede ganar las elecciones desde el centro y moderada. Y en un contexto de crisis y de tensión territorial, favoreció el resurgimiento económico, sofocó el golpe al Estado de los independentistas y ganó las elecciones cuando los líderes de los países de nuestro entorno -con la excepción de la señora Merkel- las habían perdido. Drenó los populismos de Ciudadanos y Podemos y jamás cayó en la ruinosa vulgaridad de querer parecerse a ellos.
Dejó al independentismo sin rumbo cierto con unas medidas que nadie había tomado desde la restauración democrática y que en su mesura y proporcionalidad no sólo fueron eficaces sino que contaron con el apoyo de la comunidad internacional. España se alejaba del abismo y crecía con un Gobierno creíble y lo suficientemente flexible para aprobar los presupuestos con Ciudadanos y el PNV.
Mientras estuvo en La Moncloa ninguna encuesta sugirió que podía perder las elecciones ni mucho menos que el PSOE pudiera ganarlas; Vox, que ya existía, era irrelevante, y el narcisismo de Ciudadanos no pasaba de los treinta y pocos diputados. No se dejó influenciar por las histéricas gritonas de los medios, que trataban de marcarle el ritmo y de que se pareciera a las tres versiones de lo mismo que el domingo fueron derrotadas.
Tuvo la responsabilidad del sosiego y de no darse el gustazo que los columnistas podemos darnos. Supo mantener el equilibrio para que España no cayera en la trampa socialista del gasto enloquecido y del guerracivilismo social. No fue ni menos liberal que Rivera, ni menos conservador que Casado, ni menos español que Abascal. Fue más inteligente que los tres juntos y por eso se mantuvo en el poder mientras estos chicos, todo furor, se continúan perdiendo peleando entre ellos, ahora por ver quién es el rey de la oposición.
Pues entonces, es que estuvo muy mal acompañado…