Si la vida no es sagrada
Salvador Sostres.- La ciencia sin Dios conduce a Auschwitz, Ratzinger lo dice, y sin unas leyes superiores a las que escriben los hombres nos volvemos ganado, carne amontonada e intercambiable. Si la vida no es sagrada no somos más que ocas y no podemos extrañarnos de que nos entren a por el foie.
Dios da y Dios quita. Y aunque no es descabellado pensar que algún acento de piedad pueda a veces matizar esta máxima, no es en absoluto el caso de esta holandesa de 17 años a la que se le ha autorizado la eutanasia por la depresión que le causaba haber sufrido de pequeña abusos sexuales.
Es más fácil lavarse las manos y matarla, pero lo que esta chica necesita es amor, comprensión, una mano en su mano que la conduzca a través de su dolor hasta superarlo. Siempre es más fácil desentenderse de la angustia ajena que calmarla, y así se justificaron las mayores atrocidades del siglo pasado. No digo que la vida sea justa, ni fácil, ni equilibrada. Ni por un instante querría desdeñar o minimizar el tormento que absolutamente me creo que padezca esta adolescente holandesa, pero precisamente por ello, precisamente porque la vida es extraña y somos imperfectos pero estamos hechos a la semejanza de un Dios que nos otorgó los dos grandes dones de la libertad y el amor, una sociedad digna y vertebrada –es decir, civilizada– tendría que responder con compasión y ternura a sus abismos y no con un disparo en la sien, como hacemos para que no sufran con los caballos lesionados.
He aquí el drama del laicismo, el drama de Dios cuando le expulsamos de nuestras aulas, de nuestras conversaciones, de nuestras leyes, de nuestro modo de acariciar la vida y de mecerla en nuestros brazos. He ahí el drama de este yo pequeño que nos llena el corazón y nos vacía el alma. El hombre sin tensión espiritual es el propósito de Dios derrotado, su Hijo otra vez a la intemperie, la conspiración del Mal concretada; y somos marionetas de la tiniebla.
El laicismo no es una libertad: es un resentimiento, es una venganza. No podemos matar a nuestras chicas tristes, y facilitarles la muerte es una forma de asesinato. La ciencia sin Dios, tal como la razón sin más de los hombres, es una fosa de cadáveres amontonados.
Imponer a alguien una religión, un Dios, nunca será libertad. Las personas debemos de ser libres de poder elegir si creemos o no en dioses y religiones, y nadie debe imponernos una religión, tampoco el estado mediante la religión en las aulas. Algo tan profundo como el sentir religioso no debe ser impuesto a nadi, son las personas las que deben descubrir la religiosidad y debe ser en el ámbito de la familia y por tanto en el ámbito privado donde se forme ese ser espirithal, nunca en un aula.