El ocaso del bipartidismo en Europa
Por primera vez, en las Elecciones europeas del 26 de mayo el bipartidismo no ha alcanzado la mayoría absoluta. Algunos afirman que es el resultado del fracaso de la vieja política.
Si repasamos los antecedentes podremos comprender este resultado y reflexionar sobre el futuro.
Desde la década de 1950, la socialdemocracia ha gobernado en la mayoría de los países europeos. Su modelo antroposocial se basa en el Estado de bienestar.
El propio nombre de Estado de bienestar produce un rechazo intelectual absoluto. Lógicamente, si el sector público se encarga del bienestar de las personas, éstas pierden la autorresponsabilidad de forma integral, es decir, la responsabilidad sobre su vida interior (mental) y sobre su vida exterior (privada, profesional y social), convirtiéndose en autómatas.
En la Carta de principios del izquierdista Foro Social Mundial del 2001, se dice que estamos deshumanizados y, por lo antedicho, el Estado de bienestar produce un alto grado de deshumanización.
El Rey de los Países Bajos, en su primer mensaje como monarca, en 2013, dijo: “El clásico Estado de bienestar evoluciona de forma lenta pero irreversible hacia una sociedad participativa”, eliminando ese monopolio público sobre el bienestar.
En la misma línea del Estado de bienestar, la izquierda ha conseguido que la Organización Mundial de la Salud (OMS), realice informes psico-laborales poco científicos que, igualmente, eliminan la responsabilidad por la propia salud y la responsabilidad profesional. Tratan a los trabajadores como víctimas del trabajo, excluyendo la posibilidad de que el trabajo dignifique y de que sirva para crecer como persona de una forma integral. Además, de esta manera alimenta el conflicto clásico entre empresarios y trabajadores.
En España, la situación es aún peor por dos motivos: por un lado las leyes que incapacitan laboralmente a personas capaces de trabajar y, por otro lado, el exceso de subsidios que empuja a no trabajar y a vivir del dinero de todos.
Desde la perspectiva económico-social, el resultado no es mejor que desde la perspectiva humana.
Eliminando la responsabilidad profesional y encargándose el Estado de nuestro bienestar, se desincentiva el esfuerzo, la emprendeduría y la innovación que son los pilares de cualquier sociedad y el único antídoto eficaz contra la decadencia.
Todo lo antedicho se evidenció en el símbolo del Estado de bienestar que era Suecia, que ha tenido el mayor macro-Estado de la historia. Coincidiendo con la desintegración de la URSS, a primeros de la década de 1990, Suecia tuvo su mayor crisis del siglo 20. Para superar la crisis, tuvo que disminuir el sector público desde un 70% del PIB hasta menos del 50%. La URSS y Suecia eran los símbolos de los dos modelos principales de estatismo y de la izquierda, y se hundieron de forma simultánea.
Desde entonces, la izquierda está en retroceso y mal vista por gran parte de la población, que la asocia con vivir peor porque crea crisis económicas y desempleo. A pesar de ello, han aparecido nuevos partidos de extrema izquierda con un cierto éxito, debido al hartazgo de la socialdemocracia y del bipartidismo.
En resumen, la socialdemocracia ha hecho que el macro-Estado sea el problema troncal de Europa, cuyas consecuencias son los problemas de los que se queja la gente y otros que no son suficientemente conocidos.
Sobre la derecha se me ocurre una palabra: lamentable.
Es lamentable que la derecha no fuera capaz de impedir los destrozos culturales, económicos, sociales y políticos que ha causado la izquierda durante décadas. Tampoco ha sido capaz de crear un modelo alternativo; ha aceptado y mantenido el Estado de bienestar, el macro-Estado, el negocio político, el autoritarismo, la incompetencia y la corrupción institucionales, el despilfarro, el populismo, la irresponsabilidad institucional, la irresponsabilidad de la población, el crecimiento de los trastornos mentales y de los suicidios, la sociedad subsidiada, el clientelismo, el capitalismo de amigos, los paraísos fiscales, la economía informal y todas las decadentes consecuencias de la socialdemocracia. Por todo esto, mucha gente afirma que derecha e izquierda son lo mismo.
Algunos sostienen que la derecha impulsa la economía, pero esta afirmación es dudosa. Numerosos expertos e informes oficiales, evidencian que una parte importante del crecimiento económico de Occidente se debe al sector financiero secundario. Éste ha sido calificado como el arma de mayor destrucción masiva inventada por el ser humano, mas aún que la bomba atómica. Además, existe una sospecha fundada de que el sector financiero está en quiebra, lo que significaría que las economías occidentales también están en quiebra. Precisamente, se achaca a la derecha y a sus prácticas neoliberales esta burbuja que, de ser cierta, la competencia de las grandes economías emergentes hará que estalle, porque se está reduciendo insuficientemente.
La derecha ha sido un actor pasivo y secundario que se ha limitado a dejar que la izquierda fracasara para gobernar. En España, el PSOE y el PP siempre gobiernan por el fracaso del otro o por la inercia de gobernar, probablemente con la excepción de 1982 que ganó la ingeniería social (manipulación para engañar) de izquierdas que ya había triunfado en Europa.
Una minoría calificada como radical, sostiene que el fracaso del bipartidismo se debe a que la socialdemocracia no es izquierdista porque privilegia a los ricos y a las grandes empresas y, en el otro bando, dicen que los conservadores no son de derechas porque son demasiado flexibles con algunos asuntos como los temas socioculturales. Estas tesis han triunfado por toda Europa, dando lugar a partidos extremistas, sobre todo de derechas, porque Europa se ha vuelto más conservadora y con un mayor rechazo hacia la izquierda.
También han aparecido partidos que se definen como liberales progresistas. Esta definición está eliminando la ingeniería social que identifica la izquierda con el progresismo, que no es otra cosa que la mayoría viva mejor.
El bipartidismo es cortoplacista como la mayoría de las grandes empresas y sus políticos no tienen sentido de Estado ni responsabilidad por el futuro.
Se tacha a los nuevos partidos de populistas, pero la democracia es populista porque los gobernantes son elegidos por la mayoría, una mayoría cuyas principales características son la ignorancia y el egoísmo.
Precisamente, el populismo ha sido el causante de la creación del Estado de bienestar y del macro-Estado que nos han llevado a la decadencia. Las actuales generaciones de jóvenes están viviendo peor que sus padres; los vicios, el egoísmo y la avaricia son las principales motivaciones sociales; y tanto lo uno como lo otro reflejan un modelo social decadente.
Los políticos no representan el interés general, pero tampoco representan a los gobernados. El ocaso del bipartidismo está relacionado con la movilización popular contra el establishment. En el año 2011, el Movimiento social español del 15-M acuñó la frase “no nos representan” que ha sido traducida a numerosos idiomas y es una de las frases más influyentes de este siglo. En 2018, los franceses crearon el Movimiento de los chalecos amarillos para quejarse de los impuestos. Se ha extendido por todo el mundo y, sin duda, ha tenido una gran influencia en que el bipartidismo perdiera la mayoría en las elecciones europeas de 2019.
El bipartidismo es perjudicial y si los nuevos partidos extremistas sirven para abrir la puerta a que se creen nuevos partidos que defiendan el interés general o para hacer que cambien los tradicionales, habrán sido útiles.
Tal vez los resultados de estas Elecciones europeas sirvan para que la derecha y la izquierda hagan autocrítica por primera vez en su historia.