El tétanos de Begoña Villacís
No puedo evitarlo. Le veo una sonrisa sardónica –facies o cara de terror con sonrisa, exactamente- la propia que sucede y se dibujaba en los rostros cuando la muerte de los que se herían con un clavo oxidado y en aquellos tiempos no disponían de la antitetánica -que derivó en antibritánica cuando se le perdió el respeto y dejó de tener tanta importancia y se sugería o indicaba cuando te habían herido con una llave inglesa- la vacuna exitosa que puso firme a la maldita bacteria Clostridium tetani y a sus neurotoxinas mortales.
Nos lo contaba el padre, cirujano, de un amigo de infancia, que hizo la guerra con Franco y había asistido a muchos casos en los hospitales de sangre por los que pasó en aquellos 986 días.
Ponía esa cara, tal la que pone Begoña Villacís, apretando los dientes con fuerza –exagerando quizás- y se nos quedó grabado en el magín. Cuando la vi por primera vez, pues no, pero cada vez se explaya más en ese gesto tetánico y me viene el recuerdo.
Fue allá por 1930 cuando apareció la vacuna y de ella se beneficiaron los soldados de nuestra guerra civil y los de segunda gran guerra, la DTP, que cubría difteria, tétanos y tos ferina. El haberlo sufrido no inmuniza naturalmente, sino que debe inyectarse la vacuna en caso de duda. No hay otra.
No es que esta señora lo padezca por ser naranja, izquierda ni sí ni no, o derecha por las tardes y solsticios fenológicos tan solo, sino todo lo contrario, pero no me gusta ese gesto, ese tenesmo sardónico por contracción de los meseteros que produce trismus, o imposibilidad de abrir la boca, a la vez que disfagia, que no es su caso e incluso espasmos musculares llamados opistótonos, o emprostótonos que arquean el cuerpo dolorosamente hacia adelante o hacia atrás, llegando a producirse fracturas.
En fin, que es algo ajeno a ella, lo apunto sin mala fe, pero lo acuso por si pudiera bajar el tono de esa risa que, si no, gracias a Dios, tetánica sí suena a postiza, que no es la mejor y de ninguna manera se le puede culpar a la Carmena de mordedura y por tanto –y a un solo efecto- no la obliga a ser alcaldesa, aunque tanto lo ansíe, sin el respaldo del número de votantes necesario para erigirse en tal. Hay que respetar las matemáticas electorales y a los electores de los demás, que también pagan la fiesta y aportan el pot de entrada en el jueguecito.
Que resulta ridículo cuanto menos y que lo medite. Al menos cada dos años, máximo. Si no qué vea cómo se le ha quedado la cara al Villegas de decir lo que dice.