¿Qué es la Yihad?
Juan Benemelis.- Es indiscutible que el Corán, basado en la ley del Talión de la Torá judía, aúpa las represalias y además, contiene disposiciones sobre la guerra sobre todo para prevenir lo que ocurrió en la Meca a los musulmanes y para la defensa de los valores religiosos.
Durante la expansión armada islámica, los doctos de la fe gestaron una interpretación de la Yihad que les permitiera lidiar con el Imperio Bizantino. Así se concibió un paradigma de guerra permanente para un mundo dividido en dos zonas: el territorio del Islam y el territorio de la guerra. De esta forma, las comarcas no musulmanas tendrían que ser convertidas mediante la Yihad.
La Arabia donde surgió Mahoma y el Corán era socialmente opresiva y se encontraba sumida en un círculo vicioso de violencia, al punto que el Profeta tuvo que imponer su credo por la vía armada. El Corán autoriza el uso de la violencia al musulmán para proteger la libertad de creencia: “A quienes luchen por haber sido víctimas de alguna injusticia les está permitido luchar, y verdaderamente Alá tiene poder para ayudarles. Los que fueron expulsados de sus casas sin derecho, sólo porque habían dicho: nuestro Señor es Dios. Si Dios no se hubiera servido de unos hombres para combatir a otros, habrían sido destruidas ermitas, sinagogas, oratorios y mezquitas donde se menciona en abundancia el nombre de Dios”.
En 622 Mahoma se refugió en la urbe de Medina bajo la protección de los judíos locales, para quienes su prédica era casi una copia del monoteísmo de Abraham. Allí, asumió la jefatura espiritual de los clanes árabes, adoptando esta embrionaria sociedad islámica rasgos teocráticos y guerreros, al utilizar las razias y el asalto a caravanas a nombre de Alá, en procura de recursos. En su disputa contra La Meca, el uso de la violencia pasó del plano espiritual a ser una práctica para extender el credo. Entonces, la violencia del Yihad adquirió sus visos vengativos, por la humillación hecha por los habitantes de la Meca a Mahoma como “enviado de Alá”. Para Mahoma y los califas omeyas de Damasco y abasidas de Bagdad, no hubo duda alguna de que la Yihad implicaba guerra santa; basta con revisar los hadices del Profeta. En la primera aleya revelada al Profeta, en su Hégira, se legitima el uso de la violencia: “A quienes luchen por haber sido víctimas de alguna injusticia, les está permitido luchar y verdaderamente Alá tiene poder para ayudarles”, así dice la Sura de la Peregrinación XXII, aleya 37.
En la Sura de la retractación, o aleya de la espada, el Corán establece el punto central para los radicales islamitas: “Y cuando hayan pasado los meses inviolables, matad a los asociadores donde quiera que los halléis. Capturadlos, sitiadlos y tendedles toda clase de emboscadas”. “Combatid contra aquellos, de los que recibieron el Libro, que no crean en Alá ni en el último día, no hagan ilícito lo que Alá y su Mensajero han hecho ilícito y no sigan la verdadera práctica de la adoración”. En estos suras coránicos se fija el deber del fiel para combatir a los infieles mediante la Yihad, y así imponer el credo. Incluso, el biógrafo del Islam, Al Bukhari, lo reflejó en sus obras. Será mucho más tarde que al término Yihad se le atribuyó una interpretación adicional, como esfuerzo o lucha espiritual, además de guerra. Es precisamente la actitud y el proceder guerrero de Mahoma lo que concede legitimidad a la Yihad contemporánea.
Es la huída a Medina y su conversión en una ciudad-Estado teocrática y guerrera, la Hégira, lo que explica la esencia conquistadora, beligerante, la Yihad, de esta religión. Mahoma, con la Hégira, condenaba a la sociedad no-musulmana de la Meca y sus vecindades a ser pasada por el sable de no acogerse al Islam. Es el rechazo de Mahoma a los hijos de Israel y a los cristianos que inicialmente le habían ayudado, como monoteístas también, es su acusación de haber traicionado y repudiado la nueva revelación de ser el heraldo de Alá, lo que decreta asaltar a las tribus judías de los Banú-Nadir y de los Banú-Kurayza, donde matará a los hombres, robará los bienes y se llevará a las mujeres y los niños; de forzarles al exilio, es lo que luego determina la conquista de la Meca y de Jerusalén, y lo que eventualmente provoca el cisma futuro entre ambas civilizaciones.
La matanza de judíos “politeístas” a manos de Mahoma, es considerada por éste como una “recompensa de Alá”, y de ahí se conforman las suratas que santifican la fuerza y el despojo para ofrendarlos a Alá y a su Profeta. En lo adelante, los cristianos y judíos protegidos pasan a ser víctimas y sus iglesias, como las de Medina, demolidas: “peléenlos hasta que no quede ninguna asociación, y que la religión sea únicamente la de Alá”. Por eso en la actualidad, en Arabia Saudita, Afganistán, Sudán, Irán, etcétera, el proselitismo cristiano está castigado con la pena de muerte. La sharia condena a muerte al apostata musulmán y al que se convierte a otra religión.
“¡Combatid contra quienes, habiendo recibido la Escritura, no creen en Alá ni en el último Día, ni prohíben lo que Alá y Su Enviado han prohibido, ni practican la religión verdadera, hasta que, humillados, paguen el tributo directamente”!; “Se os ha prescrito que combatáis, aunque os disguste”; “Cuando tirabas, no eras tú quien tiraba, era Alá Quien tiraba, para hacer experimentar a los creyentes un favor venido de Él”; “Combatid contra ellos hasta que dejen de induciros a apostatar y se rinda todo el culto a Alá. Si cesan, Alá ve bien lo que hacen”; “Cuando hayan transcurrido los meses sagrados, matad a los asociados dondequiera que les encontréis. ¡Capturadles! ¡Sitiadles! ¡Tendedles emboscadas por todas partes!”; “¡Creyentes! ¡Combatid contra los infieles que tengáis cerca! ¡Que os encuentren duros!”.
Tanto el Corán como los hadices promulgan la Yihad como guerra santa para propagar el Islam. Un Mahoma triunfante en La Meca recibirá de Alá la inspiración de establecer como sublime este mandato: “¡Oh Profeta, lleva la lucha contra los incrédulos y los hipócritas y se duro con ellos. Su refugio será el Infierno, y que fea destinación!”. En su Pendón conquistador figurarán los judíos y los cristianos y el agradecimiento al Supremo por mostrarle el arma de la victoria. En la localidad de Tabuk, en 631, luego de una sangrienta degollina de cristianos, los comentario de Mahoma son recogidos en las suratas 9, 29-30: “los cristianos dicen: el Cristo es el hijo de Alá. Esas es son sus palabras. Imitan el dicho de los incrédulos antes que ellos. ¡Qué Alá los aniquile! ¿Cómo se encartan de la Verdad?”. Es imposible negar la raíz teológica de la violencia islámica contra el cristianismo y el judaísmo (9, 29-35), y cómo mediante el Yihad matar al pagano que se niegue a la conversión se transforma en una obra piadosa.
Todo ello resultará la inspiración para los fundamentalistas contemporáneos, en su misión de tentar contra el Occidente infiel, su Yihad contra “judíos y cristianos”. Y, es por eso, que los fundamentalistas de Al-Qaeda se conocen entre sí como los “expulsados a la Hégira” (el-Takfir wa’l-Hijra), los que hacen uso del anatema de Mahoma, de condenar a morir a los paganos en los países occidentales “impíos” y establecer la prometida sociedad islamizada.
Existen en realidad dos caras del Corán; en una se proclama un Islam pacífico, espiritualista y no violento, el predicado por un Mahoma profeta espiritual inicialmente en La Meca; en la otra se proyecta un Islam irascible, vengador y beligerante, cultivado por los suratas medinenses del profeta como estadista y militar en su Hégira, el cual da pie al fanatismo ortodoxo, expansionista de los cuatro primeros califas conquistadores, y del cual extraen sus nociones los islamistas modernos. Por eso los musulmanes moderados argumentan a favor de un Corán y un credo benévolo, sin reconocer que también contiene un llamado a la violencia, y los fundamentalistas ortodoxos esgrimen un Corán intransigente, sin aceptar que a su vez abarca elementos contradictorios. La expansión del fenómeno del fundamentalismo islámico en todas las áreas de la vida social del mundo árabe provee la evidencia histórica del predominio de los mítos sobre los símbolos en la actual cultura árabe.
El grueso de los intelectuales del área rechaza la asociación del Islam con el terrorismo islamista, y suponen que la “islamofobia” de Occidente mezcla injustamente el Islam con el terrorismo. Estos intelectuales hacen hincapié en las “atributos pacíficos del Corán como un evangelio de amor”. Pero, si en algo concuerdan todos los jurisconsultos y religiosos islámicos, es en la Yihad como dispositivo de salvaguardia y propagación del culto, y de no tolerancia para con los infieles. Los grandes teóricos del Islam aceptan a la Yihad en su versión de obligación universal para desatar la guerra santa y la violencia: Malik, Abu Zayd el-Qairawani, Taqi al Din Ibn Taymiyya, Abou Yusuf Yacoub, Abu Abdullah Bokhari y Abul Hussein Muslim, Abu Al-Hasan Al-Mawardi (Alboacén).
Los musulmanes que viven en Occidente suelen citar los pasajes coránicos positivos, pero la experiencia en los países islámicos demuestra que la interpretación dominante es la que opta por los fragmentos más negativos. A pesar de los argumentos de muchos eruditos islámicos, en especial los que propulsan la modernización del credo, que buscan establecer una división en dos tipos de Yihad, una espiritual y otra de violencia guerrera. Sin embargo la designación de una Yihad espiritual no está confirmada en algún Jadit del propio Mahoma, o de las escuelas jurídicas islámicas, o del Corán, el cual está saturado del término Yihad con sentido de batalla. Asimismo el Corán describe al Profeta encabezando 27 “guerras santas” y sus seguidores otras 38 operaciones bélicas. Estas acciones son descritas por el Corán como el “camino de Alá” (Yihad fi sabill’Alá). “No son ustedes quienes los mataron, sino es Alá quién los mató (…) y esto para probar a los creyentes con una bella prueba de su parte”.
Si en el Islam la violencia es esencia purificadora de Alá para usarla contra los impenitentes e ingratos que no quieren redimirse, entonces, de esta matriz del “soldado de la fe” presto a fustigar los pueblos infieles y resarcir la honra de Alá es que se origina la Yihad, del cual su plural, moudjahid, bautiza a sus actuales combatientes: “la característica totalitaria del Islam no es más aparente que en el concepto de Yihad, la guerra santa, que tiene como objetivo final conquistar el mundo entero y someterlo a la única verdadera religión, a la ley de Alá”.
Y todo esto bagaje legitimador del Corán es lo que permitió al segundo jefe del grupo Al-Qaeda y ex jefe de la organización egipcia Yihad Islámica, el egipcio Ayman Al Zawahirí, convocar la Yihad islámica contra los cruzados cristianos e Israel: “¡Oh, musulmanes de todas partes! Os invito a luchar y a tornaros mártires en la guerra contra los sionistas y los cruzados. La guerra contra Israel no depende de altos el fuego… es una Yihad en nombre de Dios y durará hasta que la religión prevalezca… desde España hasta Irak. Mis correligionarios musulmanes, es obvio que los gobiernos árabes e islámicos no son sólo impotentes sino cómplices… y estáis solos en el campo de batalla. Confiad en Dios y luchad contra vuestros enemigos… haceos mártires”.