Si tu objetivo en España es contribuir con tu esfuerzo y tu capacidad emprendedora al sostenimiento y progreso de tu nueva comunidad, entonces te habrás equivocado de destino. En este país se prima más la ociosidad que el esfuerzo. España es un país cubierto de telarañas mentales, dirigida ideológicamente por una izquierda resentida y enemiga del pueblo, madre con los de fuera y madrastra con los de dentro. Miles de esos de fuera perciben 600 euros por persona de los fondos públicos, que es lo que en Marruecos ganarían en un año trabajando de sol a sol. Y no tienen que preocuparse de trabajar. Ni siquiera de estar aquí todo el tiempo. Siete mil de los perceptores de esa ayuda ni siquiera viven en España, sino en Marruecos, a donde se les envían el dinero puntualmente. Basta con tener los papeles en reglas, y de eso ya se encarga Caritas, una ONG católica.

Como intuyo que tus propósitos en España serían los de un emprendedor con talento, mi deber es decirte que pocos lugares en el mundo te serían más desventajosos. Aquí se fríe a impuestos a los productores, a los que generan riqueza, se les siembra el camino de minas, se les inunda de trabas administrativas. Aquí la acción emprendedora no está orientada al bien común, ni la producción al desarrollo social, ni las iniciativas empresariales que no estén vinculadas a los intereses espurios de la casta política tienen apenas opciones. Te aconsejo que inviertas tu dinero en otros lugares donde el esfuerzo emprendedor se cotice más que la vagancia y el clientelismo. Te sorprenderá conocer que aquí los jóvenes quieren todos ellos ser funcionaros. La perspectiva del riesgo, del esfuerzo y de la disciplina les ha sido borrada por una dirigencia que juzga el clientelismo como la fórmula económica más rentable… para ellos.

Una sociedad mediocre como la española, sin apenas fortaleza moral, es lógico que ignore a su propia gente. Mientras miles de ancianos viven solos, desasistidos y en permanente roce con la indigencia, cien mil extranjeros cobran una pensión no contributiva sin haber cotizado. No encontrarás ningún sitio en el planeta donde haya tanta gente importante que proteja menos a su propia gente. La ex alcaldesa de Madrid, por ejemplo, una señora muy mayor que se niega a homenajear a las víctimas españolas del terrorismo, dijo que los inmigrantes que llegan a España ilegalmente, a veces hiriendo gravemente a policías y guardias civiles, «son los más valientes y los mejores».

Multitud de cosas singulares salpican la vida española cada día. Muchas se te harían muy difícil comprenderlas. Por ejemplo, si aparcas tu vehículo en zona prohibida, la grúa se lo llevará en cinco minutos. Si en cambio unos desarrapados ocupan tu casa cuando tú estás fuera, con suerte el juzgado te citará a los dos años.

Por otra parte, gente que nació hace menos de 30 años está todo el día furiosa con alguien que murió hace más de 40. Esa misma gente tiene todo el día presente una guerra de hace más de 80 años, pero en cambio se olvida que hace menos de diez años hubo un grupo terrorista en España que asesinó a cientos de hombres, mujeres y niños. La arbitrariedad, la parcialidad y el sectarismo envenenan cualquier debate en España. A veces me pregunto cómo podemos vivir de forma tan indigna.

Los españoles no tienen la menor seguridad de recibir una atención sanitaria digna, a pesar de pagarla, pero centenares de miles pasan las fronteras para recibirla de manera gratuita, lo mismo si entran por Ceuta y Melilla que si vienen del otro lado del mar. Los españoles no consiguen acceder a una vivienda digna, acosados por los bancos, pero las ayudas de vivienda van a parar a muchos que residen de manera ilegal en España.

Más ejemplos: se respeta institucionalmente el derecho de los españoles a decir que Dios no existe; en cambio, se ataca con saña a cualquier español que se atreva a decir que los niños tienen pene. Puedes defender que la ley de la gravedad es un invento, que la Tierra es plana, que los catalanes fueron los primeros en llegar a la Luna, que el hombre desciende del guisante, pero podrías llegar a ser condenado si insinúas que los homosexuales están incapacitados para la reproducción.

Por eso, si decies venir, tendrás que acostumbrarte a no decir nunca lo que piensas, a no revelar tus opiniones salvo a la gente más íntima. También es importante que te explique el riesgo que contraes en España si convives con una mujer. Basta que ella te denuncie por un delito que no hayas cometido, para que se active un protocolo de actuación que te llevaría inevitablemente al calabozo, sin excepción posible.

Igualmente debes saber que hay mujeres que han entrado semidesnudas en tenplos católicos y que han sido absueltas, y que en cambio te expones a entrar en prisión si criticas otras religiones. Debes saber también que en España cometes un delito si corriges a tu hijo con un cachete, pero en cambio se permite que se les inculque en las aulas el odio a los varones y su anqiuilación, como ha ocurrido recientemente en un colegio de Canarias. Por desgracia no andamos escasos de ejemplos sobre las incongruencias de la vida española. Si rescatas un ejemplar de tortuga boba en las costas españolas, te conviertes en un héroe; si en cambio te opones al aniquilamiento de niños no nacidos, te conviertes en un indeseable.

Si defiendes la conservación de las tribus amazónicas, te conviertes en un ejemplo de humanista; si defiendes la supervivencia de las etnias europeas, te conviertes en un racista. Si acudes a un evento portando una enseña independentista, la progresía te corona con la ciudadanía de bien; si proclamas tu respeto por la bandera española de todos, te convierten en un ultra.Si has pertenecido a la banda terrorista ETA y sales de la cárcel, la izquierda más rancia defenderá tu derecho a ser homenajeado; si generas 100.000 empleos y 1.000 millones de impuestos, esa misma izquierda te acusará de las peores cosas. Si afirmas que Franco construyó pantanos, puedes ir a la cárcel por enaltecimiento del franquismo; si aseguras que los  bombarderos rojos no mataron a centenares de civiles en Cabra, te asistirá el derecho a la libertad expresiva. Si eres de de izquierda y te compras un casoplón de más de 800.000 euros, aún sin haber trabajado nunca, se te permitirá que hables de justicia social; si eres empresario y donas 310 millones de euros a la lucha contra el cáncer, esa misma izquierda te atacará con gran saña llamándote explotador. Los empresarios en España tienen que aceptar que esa gente que no ha emprendido nunca nada ni pagado una sola nómina, hayan construido el relato de una sociedad de buenos y malos. Tanto es así que en Barcelona, por ejemplo, se protege institucionalmente a los manteros ilegales y se ataca a los turistas. La situación es aún peor con los casos de supuestos abusos. Si eres español, tu derecho a la presunción de inocencia te será arrebatado desde el primer momento. Aquí el maniqueismo responde a motivaciones ideológicas y a tu lugar de origen, da igual el lugar donde vivas o el delito que cometas.

En definitiva, España es una sociedad atravesada más que nunca por el odio cainita y el rencor. Si los políticos quisieran, podrían limpiar el país del odio que ellos mismos han sembrado y cultivado, pero están interesados en mantener ese odio, que se traduce en votos ciegos de los fanáticos. Los políticos españoles han impuesto reglas para el aniquilamiento de la rebeldía intelectual de los españoles. Han logrado que los españoles acepten un relato oficial sobre cualquier asunto y unas condiciones de vida que no hacen sino castrar el concepto más elemental de la dignidad humana. Han logrado que los españoles sustituyan los ideales trascendentes por el fútbol, la telebasura y cualquier vicio que tengan al alcance. Por eso en España hace ya mucho tiempo que no surgen artistas universales, ni creadores, ni inventores, ni genios, ni héroes, ni santos…

Los españoles son hoy un pueblo acobardado y resignado a aceptar el destino que les haya sido reservado. Los españoles han perdido su alma y el odio que se profesan a sí mismos es tan grande que prefieren cualquier cultura antes que la de ellos.

Por desgracia ya ni siquiera contamos con la protección de las fuerzas de seguridad del Estado. Ya no existen esos policías, esos guardias civiles y esos militares que tenían coraje, honor, patriotismo y corazones de acero. Hoy la mayoría son funcionarios al servicio de los políticos que parasitan a los españoles. No se deben a ningún principio superior que vaya más allá de cobrar a final de mes o, en el caso de los militares, de ascender.

Querido amigo, te he expuesto las razones por las que creo que la vida en España estaría muy lejos de la pretendida por cualquier persona que conserve sus instintos morales intactos. Este es un país que bajo su soleada cáscara ya solo encierra putrefacción, iniquidad, cobardía, resignación y vileza. Por ello no puede honestamente recomendarte un país que, para cualquier alma grande, no sería muy distinto a tener que vivir en el infierno.