AD.- Al escribir estas líneas son las doce del mediodía del 21 de agosto y, sorprendentemente, no consta que el JEMAD haya dimitido por asumir una orden directa del presidente del Gobierno para hacer algo tan indigno como mover un barco de la Armada para recoger inmigrantes ilegales que presumiblemente han pagado a las mafias dedicadas al tráfico humano. Se trata de inmigrantes que se hallan en mejores condiciones que muchos españoles que deambulan sin rumbo por las calles de nuestro país, sin apenas objetivos vitales dada la desatención institucional que sufren. Pocas cosas más indignas para un militar que acatar órdenes que execran cualquier conciencia recta.

El genial José Antonio Verda Núñez Arenas, lector fidelísimo de AD en México, lo ha descrito de forma insuperable:

Emilio Damián Marqués, capitán del buque-taxi Audaz, “no cabe duda que se está pasando por donde se lo esta pasando, el juramento que hizo en su día ante todos los presentes y ante Dios; y el perjurio es de una gravedad que, realmente, sólo Dios tiene la capacidad de valorar y cuantificar, no sé en qué sistema de unidades.

Me admiró la heroicidad del coronel José Moscardó ante la amenaza de muerte inmediata a su hijo adolescente, Luisito, pero sólo hizo lo que debía hacer.

Me admiró la heroicidad de Tejero, Armada y Milans del Bosch, obedeciendo órdenes militares y reales, sin delatar a nadie, y no como este «pobre hombre Emilio» (?), que está recibiendo órdenes «presidenciales» que, justamente, por ser moralmente contrarias a la tan cacareada Constitución, a las leyes, a la Patria y al bien común, ¡tiene la gravísima obligación de desobedecer!, aunque, como consecuencia, tenga que pagar un precio que nunca será mayor que el que pagaron los cuatro héroes a los que me he referido”.

Cada vez me impresiona más el hecho de que en la guerra de la Cruzada del año 36, nadie nunca haya tenido noticia de que hubiera abjurado de ser católico una sola persona, varón o mujer, clérigo, de vida consagrada o laico, anciano, maduro o adolescente, a cambio de librarse del martirio, por muy cruento y terrible que pudiera ser. Ante el planteamiento directo, todos gritaban ¡Viva Cristo Rey!”

Emilio Dalmiá Marqués y el JEMAD, en cualquier caso, no son peores ni mejores que todos los que, por acción o inacción, colaboran en este plan de las élites políticas y económicas para atraer a Europa a millones de personas procedentes de Asia y África.

Emilio Damián Marqués, capitán del buque-taxi “Audaz” (Diario de Cádiz)

¿Los objetivos? Crear una población resultante débil y fácil de manipular y aumentar la disponibilidad de mano de obra barata. Cuentan para ello con todos los medios habidos y por haber. Cuentan con el indiferentismo de la población y hasta con el trabajo sucio de Vox, que llora en redes sociales lo que luego es incapaz de defender en las instituciones que ha regalado al PP y Ciudadanos para que sigan implementando las mismas políticas migratorias que la izquierda.

Se equivocan gravemente quienes en este asunto quieren establecer una pugna de derechas contra izquierdas. Se trata de la vieja lucha del Bien contra el Mal, de las élites globalistas contra los patriotas, de los mercados contra las patrias europeas, del resentimiento histórico hacia los pueblos blancos contra la trascendentalidad que ha imprimido a estos pueblos la fuerza necesaria para ser, durante siglos, cuna de la civilización, martillo de herejes, cenit de la creación y punta de lanza de la humanidad. El Sistema pretende dividirnos en luchas partidarias que nos debilitan frente al enemigo común. Catalanes y el resto de españoles nos enfrentamos al mismo enemigo si amamos nuestra tierra, nuestra cultura, nuestra fe, nuestras tradiciones… por encima de cualquier otra cosa.

En las Navas de Tolosa contra el imperio almohade pelearon juntos castellanos, catalanes, navarros y aragoneses.

Contra la invasión de Napoleón, la catalana Agustina de Aragón y la ciudad de Gerona fueron heroicas.

En la guerra civil, el Tercio Requeté de Nuestra Señora de Monserrat, compuesto solo por voluntarios catalanes, incluidos los mandos, compartió trincheras con las banderas de La Legión y Regulares.

La unión hace la fuerza, y es el único camino posible. El líder identitario Matteo Salvini, “Il nostro capitano”, sí parece haberlo entendido. En varios de sus mítines de los últimos años, Salvini alertó contra el “intento de genocidio contra las poblaciones que han estado viviendo en Italia durante los últimos siglos, que alguien querría suplantar por decenas de miles de personas procedentes de otras partes del mundo”.

En repetidas ocasiones el político italiano acusó a la UE de ser la instigadora de una “limpieza étnica” y en julio pasado volvió al magnate George Soros, por querer, según él, “llenar Europa e Italia de inmigrantes porque le gustan los esclavos”.

Quiera Dios que estemos ante el umbral de un acontecimiento que ya tuvo lugar en Europa, unos 300 años antes de nuestra era: una alianza de polis griegas lideradas por Esparta y Atenas, cunas de nuestra civilización occidental, se impusieron al Imperio Persa, que amenazaba con destruir Grecia y convertir a los griegos en esclavos. Para derrotar a un enemigo mucho más poderoso en medios y número, los estados helenos se unificaron bajo el sistema político que existía en la polis de Esparta, renunciando a parte de sus libertades a cambio de su supervivencia. Y lo consiguieron.

Por desgracia para los descendientes de aquellos europeos, el daño está siendo tan devastador que su reparación mucho me temo que no podrá proceder de las mismas instituciones que lo han provocado.

Bajo la premisa de que los ‘persas’ de hoy son mucho más malvados y poderosos que los coetáneos de Jerjes, el mundo occidental no tiene más opción que unirse bajo un mismo sistema identitario, que recorte algunos derechos para salvar el más importante de todos: la conservación de nuestra civilización y nuestra herencia genética. Con ellas, la creación divina seguirá teniendo sentido.