Mis “Niños”
No me refiero a mis hijos habidos en mi matrimonio, sino a dos iconos de mi querido Atlético de Madrid. El segundo de los cuales ha colgado recientemente las botas.
El primero fue Enrique Collar. “Er niño” se le llamaba, dado su origen sevillano. Formó con Joaquín Peiró la que se apodó el “ala infernal”, pesadilla de todas las defensas y porteros a los que se enfrentaban.
No tuve el gusto de tratarle personalmente durante sus años como jugador, aunque sí tuve la oportunidad muchos años más tarde, siendo él Presidente de la Fundación Atlética, con la que colaboré en varias ocasiones. Gran persona, gran hombre.
Recordábamos en nuestras charlas los inolvidables triunfos bajo su capitanía. Las dos Copas de España ganadas nada menos que al Real Madrid de las cinco Copas de Europa (seguidas) y en el mismísimo Santiago Bernabéu: 1961 y 1962. Y redondeando, la Recopa de Europa de aquél mismo año. Inolvidable todo.
Como inolvidables eran sus carreras por la banda del Metropolitano. Todo el público puesto en pie siguiendo la jugada. Lamentablemente ahora ya no se juega con extremos. ¡Eso que ha perdido el fútbol!
Aún tenemos a “er niño” entre nosotros Deseo que sea por muchos años.
Mi otro “niño” (éste sin erre), se llama Fernando Torres. El “niño” atlético del siglo XXI podríamos llamarle. Aquél moreno, éste rubio. Aquél bajito, éste alto. Pero ambos iguales en sentimiento atlético y clase futbolística. Sus goles aún están en la memoria del Vicente Calderón.
Y además de tantos goles, supuso con su traspaso al Liverpool sencillamente que el Atlético no quebrase financieramente hablando y tal vez con ello su propia desaparición. Gratitud, pues, eterna. Por todo.
A diferencia de su “hermano mayor”, no tuvo la suerte de ganar ninguna Liga ni Copa con el Atleti. Aunque tal pena la compensó con la Europa League lograda en su vuelta a su equipo, en el cénit de su carrera, ya en el Wanda Metropolitano.
Ambos niños han sido ejemplares no sólo en lo futbolístico. También en sus vidas privadas familiares. Esposos fieles y padres cabales. Y esto también gusta a la afición. Todo hay que decirlo. Respetados por sus rivales y valorados por las aficiones contrarias.
Me quedo, pues, sin “niños”. También ellos se hicieron mayores. Como yo, como todos. Pero lo que nunca desaparecerán serán los recuerdos, los goles, los triunfos. Tantas y tantas tardes y noches de fútbol auténtico, del bueno. Ataque puro, nada de defender la portería por encima de todo. La mejor defensa¸ un buen ataque. Como todo en la vida.
¡¡¡Gloria Atlética!!!