Carta abierta a los profanadores de cadáveres: ojo por ojo, diente por diente, tumba por tumba
Laureano Benítez Grande-Caballero.- En mis años mozos, recién salido de la Universidad, tuve una época en la que me dio por investigar la filosofía oriental, especialmente el hinduismo, uno de los ingredientes de la «Nueva Era» con la que iluminados gurús y «maharashis» nos iban a llevar al despertar espiritual, al «Auuuummm» y todo eso.
De todos mis estudios en aquellos exóticos hontanares me quedé con una palabra, con un vocablo mágico que resumía toda la cosmovisión hinduista ―y budista― de la existencia: el karma, la tremenda ley de causa y efecto, de acción-reacción, que viene a decir que cosecharemos implacablemente las consecuencias de nuestros actos, que revertirán contra nosotros como un inevitable «boomerang».
Recuerdo aquella frase sencilla con aroma de refrán que explicaba el temido karma: «Si siembras arroz, cosecharás arroz».
Sin embargo, a mí aquella ley kármica me recordaba sobremanera a la famosa Ley del Talión bíblica, que venía a formular la implacabilidad del causa-efecto con la célebre expresión: Òjo por ojo, diente por diente». O, lo que es lo mismo, «quien a hierro mata, a hierro muere».
En apariencia, este código taliónico puede parecer una injusticia, una maldición, una venganza del destino, que nos impone una sentencia, una penitencia, justamente igual a nuestro delito, absolutamente falta de misericordia, de cariño, de perdón, de pelillos a la mar. Pero antes de clamar al cielo o al destino, tendríamos que preguntarnos si cuando cometimos una mala acción contra alguien tuvimos o no esa humanidad compasiva con la víctima de nuestro delito, esa que exigimos después para nosotros para que se nos condone la pena merecida.
En efecto, la mejor manera de que alguien tome conciencia de un mal que ha hecho es que ese mismo mal caiga sobre él, ya que, al sentir en su propia vida el dolor que ha causado, es como mejor escarmentará, y se cuidara muy mucho de repetir su conducta en el futuro.
Y un delito gravísimo, de «lesa majestad» es la profanación de los cadáveres, porque, aplicando el kármico Talión a esta execrable transgresión, podemos decir que «quien a desentierro profana, a desentierro será profanado»; o «ojo por ojo, diente por diente, tumba por tumba».
Aquí, en este Planeta sometido a la injusticia, podrán escapar de las consecuencias de sus profanaciones, absueltos por tribunales sin independencia judicial efectiva; podrán incluso recibir los aplausos de las bancadas de los hemiciclos, el incienso apestoso de los medios de comunicación, incluso de Vaticanos, pero jamás podrán escapar a ese Tribunal Supremo que tiene su sede en los Cielos, presidido por un Señor que es misericordioso, sí, pero con quienes se arrepienten de sus maldades, y, que, además, también es justo. De nada valdrán allí los votos, ni el claque de los Kongresos, ni las alharacas mediáticas…
¡Ay, pues, de los profanadores, de los que revientan tumbas para vengarse de las momias que no les gustan, de los cadáveres de quienes les ganaron guerras, de los cuerpos de quienes destruyeron el poder de maléficos frentes populares! Está claro que estos violadores de tumbas no creen en el más allá, ateos como son, luciferinos en no desdeñable proporción, pero infiernos haylos, y el hecho de que no quieran mirar más allá del polvo y los gusanos no va a impedir que en el día de la verdad se encuentren cara a cara, como en un horrible «poltergeist», con sus desmanes, con sus fechorías, con las cuencas vacías de aquellas calaveras que desenterraron mirándoles a los ojos.
Porque estos profanadores de tumbas se arriesgan a que en el Apocalipsis final, cuando el mundo se desmorone en un colapso terrorífico, la violencia justiciera del Talión desentierre los cadáveres de los desenterradores, profane las tumbas de los profanadores, viole los sepulcros de los violadores…
¡Ay de los «tomb raiders», de los asaltatumbas, de los profanamomias, hambrientos de carroña, sedientos draculines de yugulares católicas y patrióticas… Son los perros de la noche, lobos hambrientos, chacales aulladores merodeando nocturnamente en torno a cementerios y camposantos para echarse algo a la boca, para entregar sacrificios a Moloch, a Baal, a Lenin y Stalin, al mismísimo Lucifer.
Ahí los tenéis, a los diputadísimos, recostados en sus escaños como perros salvajes, con sus cabezas de chacal negro a lo Anubis, que han convertido el Parlamento en Hardaï, la ciudad que en el Antiguo Egipto era conocida por el nombre griego de Cinópolis, que significa «la ciudad de los perros». Ni siquiera el mismo Orwell fue capaz de imaginar en su mundo distópico a un a patulea de psicópatas que pretendieran llevar su dominio despótico hasta allende las verjas de los cementerios…
Aunque no crean en San Miguel, el pesador de almas, en el momento de la verdad les esperará Anubis, el dios egipcio, el guardián de las tumbas, que con una balanza en la mano les mandará a ese infierno donde los profanadores podrán marcarse bailes dantescos con íncubos y súcubos, con espectros monstruosos, que danzarán con verdadero placer con sus momias putrefactas, mientras les gritan con mandíbulas sangrantes y voces cavernosas eso de «¡Profanad, profanad, malditos!».
LOS MUERTOS NI TOCARLOS
completamente de acuerdo
Cualquiera diría que propone meter a Franco en una cuneta…
Laureano, hace un par de años, paseando por el cementerio de la Almudena, localice la de Enrique Tierno Galvan. El responsable de muchos niños y niñas (Hijos de obreros de Vallecas, palomeras, Moratalaz) muertas por sobredosis en las barranquillas, por sus frases (“A colocaros”), mientras él disfrutaba de su chalet en zona rica (Como ahora, ZP, su chalet junto al hipódromo). Lo merecería de sobra. No es un nicho, está en el suelo, rodeado de un metro de hierba, con una cinta violeta (“federación socialista madrileña”) encima. Esta junto al monumento a los asesinados en el cuartel de la montaña,… Leer más »
¡¡¡¡Ja jaj ja jaaaaa!!!!
Hoy a día de hoy Cristo sería un perroflauta y vosotros los romanos que lo condenais.
A ti sí que habría que condenarte, por puta y por imbécil.
Pero aún será mucho peor, lo que tendrán que sufrir y padecer a lo largo de su eternidad en la Rueda del Samsara, de la cual, jamás lograrán salir.
Por sus malvadas y perversas fechorías en esta vida o vidas pasadas.
” Con la misma medida que midiereis seréis medidos” (Mt., 7-2)
Es que no creia en ti, era ateo , me engañaron, ya muy bien, me parece muy bien, pero ahora pasemos a hablar de cuando profanaste esta tumba, o de cuando aconsejaste a la amiga tal un aborto, a ver explicame……..saben que es el Infierno? una camara de tortura, asi de simple, los que reinan alli son expertos en torturas y disfrutan a horrores aplicandolas, cada peor aberracion peor tortura ( y no se libra ningun malvado, tambien esos que estan protegidos ppr su jefe, en vida). La vida no es un juego de jijiji jajaja, todo vale
Si, dice la Escritura:No os engañéis, Dios no puede ser burlado, todo lo que el hombre sembrare, eso también segará…
Podemita 😛
De que vas?
P0d3m1t4 😛
El 2do que comente esta nota, es podemita!!!
Itoma Argenta