De la España Suma a la “veleta” que resta: Rivera entrega al PSOE el Senado
PP y Ciudadanos (Cs) podrían haberse impuesto en el Senado el 10-N, multiplicando de manera notable los senadores que consiguieron por separado el pasado mes de abril. La extrapolación de los datos realizada por NC Report apunta que, entre los dos partidos, en coalición, podrían haber alcanzado los 121 representantes. La cifra que permitió al PSOE en las últimas elecciones generales romper la hegemonía popular y conquistar de nuevo la Cámara Alta. En aquella noche electoral el PP fue uno de los grandes perdedores, ya que por primera vez desde décadas se quedó sin la mayoría absoluta. Los socialistas se hicieron con ella al sumar a los 121 senadores obtenidos por elección directa los que ya habían asegurado por designación autonómica.
De haber habido coalición PP-Ciudadanos, las tornas se habrían dado la vuelta muy posiblemente, de tal manera que el bloque del centro derecha, aun no teniendo la mayoría en el Congreso, sí habría controlado la Cámara territorial de la que depende, por ejemplo, la aprobación del artículo 155 de la Constitución. La intervención de la Generalitat vuelve al centro de la campaña electoral por la tensión creciente en Cataluña a la espera de la sentencia del «procés».
En las urnas se eligen 208 senadores, de haber ido de la mano, el PSOE se habría quedado en unos 60, y PP y Ciudadanos tendrían al alcance superar los 120. En el Congreso, la alianza electoral del PP y Ciudadanos les podría haber beneficiado en una docena de escaños con respecto a la última encuesta electoral del mes de septiembre realizada por NC Report. En ella, el PP se movía en una horquilla de entre 89 y 92 diputados. Y Ciudadanos, entre los 47 y los 49. Entre los dos, la suma daba 136/141. Extrapolando estas previsiones a una coalición el 10-N esa suma apunta a los 146/153. Los resultados de abril les dejaron en los 123 escaños (66 el PP y 57 para Cs).
Ayer venció el plazo para la presentación de coaliciones, y la formación naranja cumplió su «no es no» a la marca España Suma, que será lema de la campaña de Pablo Casado. Albert Rivera fijó el «no» a Pedro Sánchez, y ahora añade el «no» a mezclarse con las siglas del Partido Popular. Génova diseñó la operación de España Suma como una maniobra electoral, de presión sobre Ciudadanos, pero primando en todo momento más la mercadotecnia electoral, en favor de sus intereses, que la posibilidad de buscar realmente un acuerdo con Albert Rivera para explorar la posibilidad de concurrir a las urnas de manera conjunta, aunque solo fuera en el Senado o en algunas circunscripciones. Génova registró en verano la marca, a iniciativa particular y sin conversaciones previas con Ciudadanos. Y luego la convirtió en su eslogan de campaña para reclamar el voto útil en favor de sus siglas. Operaciones políticas de este tipo, para que salga adelante exigen un trabajo previo que se realice en la sombra, conversaciones discretas y voluntad de que el proyecto beneficie a las partes implicadas por igual. Y no que parezca una OPA hostil de una de ellas sobre la otra, en este caso la absorción por parte del PP de Cs. También hay que reseñar que Rivera siempre anticipó el «no» a unirse al PP más allá de la alianza excepcional de Navarra Suma por las circunstancias particulares de la comunidad foral. Ni siquiera en el País Vasco, donde los amagos de coqueteo con el PP de su partido le han costado la cabeza a su «hombre» en esa comunidad autónoma.
Las cartas ya están echadas y en las elecciones el PP medirá su capacidad de movilizar el voto que se le fue a Ciudadanos y a Vox, y para ello seguirá agitando la pancarta de España Suma. Y Ciudadanos examinará su capacidad de adaptarse a un escenario en el que todo parece estar en contra. Rivera lo apostó todo a la hipótesis de que habría acuerdo entre el PSOE y Unidas Podemos, por lo que desde la noche electoral de abril no barajó otro escenario que el de colocar toda su energía en diseñar la estrategia para el día después de ese nuevo Gobierno entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.
Es decir, en su operación para arrebatarle el liderazgo del centro derecha al líder del PP, Pablo Casado. Ahora tiene que administrar el «no» a Sánchez y el «no» a Casado, y reubicarse en un contexto político en el que no parece que haya margen para que los escaños se repartan de un modo tan distinto como para que la gobernabilidad no dependa de acuerdos dentro de uno de los bloques o entre partidos de distintos bloques.
al pomelo se le nota el corazon naranja y las ordenes de Soros