Pon la antena
Televisión a la carta, interactiva, de pago, en 3D, sonido envolvente, versión original, solo cine, todos los partidos de Liga… Cualquiera diría que, de repente, la caja tonta se ha vuelto la más espabilada de todas. Que lo nunca visto se puede ver ahora en ella. Pero quizá lo que se está viendo, de momento, es que la revolución catódica no va a resultar tan fácil de ganar. Aunque las haya casi más grandes que el Guernica, la pantalla sigue siendo pequeña. Necesita que le echen una mano. O mejor, una antena en condiciones. Más que nunca.
En teoría, cualquier televisor debería poder recibir hoy en España 32 cadenas nacionales, aparte del rosario incontable de autonómicas y locales. En más de la mitad de los hogares, sin embargo, el mando a distancia no hace bingo. A quién más quién menos, le falta algún canal. Y en las casas en las que sí entra la oferta completa, tampoco lo hace a menudo con la perfección que cabría esperar.
Medio año después del definitivo apagón analógico, muy pocos espectadores disfrutan plenamente de la fabulosa experiencia de la televisión digital terrestre. La TDT no significa solo más canales; debería traducirse en cantidad, pero también en calidad: en una nueva relación con el audiovisual donde la imagen se asemeja cada vez más a la realidad, e incluso descubre matices que escapan al ojo humano.
El director gerente de la Federación de Instaladores de Comunicaciones (Fenitel) advierte tajante que «la inmensa mayoría de las antenas colectivas o de infraestructuras comunes de telecomunicaciones tendrán que ser adaptadas en diferente medida para recibir correctamente los nuevos canales de TDT». Y para que no parezca que Miguel Ángel García Argüelles tira para casa, sino para los hogares de la audiencia, recurre al sentido común.
«La televisión digital terrestre tiende a la alta definición, a una calidad exquisita. Se amplía la oferta, se emite con mayor resolución y audio, pero queremos recibir todo esto con la antena de siempre»; esa que debe de llevar en el tejado casi desde el primer ‘Verano azul’. Ha llovido mucho desde entonces. Y nevado. Y arreciado el viento: justo encima de los cables y amplificadores.
Nadie discute que el coche o la nevera hay que renovarlos cada ciertos años. Las antenas constituyen también dispositivos electrónicos complejos y, como tales, «tienen una vida estimada que no debería superar los diez años». Llevan fecha de caducidad por el desgaste intensivo que supone trabajar 24 horas al día sometidas a condiciones ambientales cambiantes y poco favorables. Y porque el propio avance tecnológico las deja obsoletas y fuerza su reemplazo. De hecho, tal y como apuntan los expertos, «los equipos con más de una década de antigüedad o aquellos que ya fueron modificados antes de la TDT tendrán que ser reemplazados para poder disfrutar de la nueva tele».
Basta comparar los teléfonos móviles de ahora con aquel armatoste que en 1997 usó el pequeño Edu para desear a toda España «feliz Navidad». El niño se limitaba a hablar. Ni mandaba fotos ni aún menos navegaba. ¿Por qué las antenas de entonces habrían de saber llevar ahora treinta y tantos canales en lugar de la media docena del siglo pasado?
Desde seis euros
Buen número de estas cadenas han comenzado a emitir con posterioridad al apagón de abril de 2010. La 10, por ejemplo, arrancó hace apenas un mes. Por eso, aunque se disponga del equipamiento más moderno, es preciso resintonizar el TDT o el televisor para incorporar estas recientes propuestas a la lista de canales gratuitos disponibles y así disfrutar de la amplísima y placentera capacidad de elegir que brinda la era digital.
Aunque el procedimiento a seguir para resintonizar varía según las marcas, casi siempre basta seleccionar el botón ‘menú’ del mando a distancia y dejarse guiar por las indicaciones que aparecen en pantalla. Suele mostrarse una opción tipo ‘instalación automática’ o ‘actualización de canales’, que debe ser aceptada. Las familias residentes en viviendas unifamiliares, con antena individual, deberían disponer en pocos minutos del catálogo completo de cadenas.
Donde la magia de la televisión suele encontrar interferencias es en los bloques de pisos con antenas colectivas. Puede que estos amplificadores no sean capaces de captar ciertas cadenas que emiten en frecuencias distintas a las empleadas antes por las emisiones que cesaron con el apagón. Por eso no hay forma de encontrarlas. La solución entonces no es subirse por las paredes, sino al tejado: basta llamar a un antenista para que ajuste o cambie el equipo.
No es cuestión de temer a las nuevas tecnologías ni renegar de ellas. No es que lo de antes fuera mejor. Solo que aún no estamos preparados para lo de ahora. Si la imagen se queda congelada en el momento más interesante de la película, si tiene la sensación de que Penélope Cruz estaba más guapa antes del apagón o si los días de lluvia se le nubla hasta la pantalla… señal de mala señal.
Comience a pensar que la antena no está del todo orientada al futuro. Habrá que solicitar también entonces al antenista que revise unos equipamientos que, por más que estén en el tejado, no están a la altura de las circunstancias digitales. García Argüelles insiste en que «para disfrutar realmente de la cantidad y calidad de imagen que permite la TDT, es preciso que un profesional ajuste los parámetros actuales a las nuevas necesidades.
Con el permiso de la Real Academia, toca pues ‘antenizarse’. Que no arruinarse. El presidente de escalera debe solicitar presupuesto al instalador habitual, que debe estar autorizado (en la web www.fenitel.es figura un listado por ciudades). La Federación de Instaladores estima una horquilla de precios entre 125 y 650 euros más IVA, según la intervención requerida.
Si la media en España es de veinte pisos por bloque, cada vecino tendrá que pagar entre 6 y 33 euros a cambio de gozar plenamente de esa actividad a la que dedicamos más de cuatro horas al día. Para una casa unifamiliar, la factura no debería superar nunca los 150 euros. Se debe exigir siempre, eso sí, un boletín de instalación y el protocolo de pruebas. Estos documentos darán fe de que, por fin, la caja tonta estará lista… Para el examen de la TDT.