La marchenera, en modo petenera
Ya pasó en el 34 con el golpe revolucionario de Asturias y el ablandamiento de la calidad suprema de entonces, que se quedó en extra Castelblanch. Poquita almendra y nauseabunda blandenguería con los autores del intento bolchevístico -tras perder las elecciones del 33- como el pobre Largo, el escayolista-leninista, que se había quedado viudo el hombre y eso le valió escapar del tribunal militar que le hubiera ajustado las costuras, por lo de los más de mil muertos que puso el angelito de los ojitos azules.
Le condenaron a 30 años, que quedó en un bluf de viudito. Ahora andan con la unanimidad. Ellos sabrán. También demuestran cierta tendencia totalitaria y sospechosita, a ordenar donde deben ser enterrados nuestros muertos, y no se hable más, salvo que nos protejan los de los sombreritos de Estrasburgo de estas normativas privilegiadas -a medida del trauma- y obliguen a repetir la jugada que se comenta, entre risotadas.
Eso le valió a Franco, gracias al supremo de entonces, tenerle –al escayolista estuquista- de ministro de la guerra, de cuerpo presente, y durante los primeros seis meses de guerra -decisivos- que nunca se lo agradeció debidamente y eso debe reclamarlo a sus descendientes la vicepresidenta, la de Cabra –la caprese- con motivo de la profanación y consiguiente exaltación, cuando le monten los honores militares que le corresponden por antigüedad en el cargo, siguiendo las leyes en vigor para estos eventos honoríficos. ¿Por qué habría de ser de otro modo en plena postverdad y rigorismo autárquico? ¿Han tenido en cuenta la resolución del 19 de septiembre del parlamento europeo sobre la criminalidad del comunismo y del pacto Molotov-Ribbentrop como origen de la II Guerra mundial, con 535 votos a favor, 66 en contra y 52 abstenciones? ¿Habrá que esperar a Vox en su nueva versión post-día 10 de noviembre, para que lo airée y exija las revisiones de rigor?
Indalecio, el hombre, pedía perdón cuando ya no había busilis. Al final la guerra civil, que era lo que buscaban estúpidamente los frentepopulistas, sin otros argumentos que el robo de actas y las reservas de oro que, si no les valió para ganar a Franco, tampoco les dio para mucho cuando trastrabillaban en la inepcia de los de la Frunze.
Al que sí le valió fue al malévolo enano de las viruelas locas y el bracito encogido, el jodido seminarista de Tiflis, que daba muy bien en la puerta de Alcalá, en tamaño estreno, aunque le oliese el aliento a muerto. Eso sí, los putos españoles republi-caines, víctimas de estos badanas, sufrieron el hambre que dejaron tras su paso por donde no les correspondía y que no se lo perdonan a Franco ni en la versión para menores.