Pablo llama a Pedro
Hola Pedro, soy Pablo; ¿tienes cinco minutos? Esta conversación podría comenzar así, siempre y cuando Pedro descolgase el teléfono, cosa que no ha hecho hasta ahora y que, a buen seguro, no tiene muchas ganas de hacer. Pero Pablo tendrá que intentarlo, de forma discreta, sin anuncios previos. «Voy a verte y te cuento qué se me ha ocurrido». Sin necesidad de ocultarse pero sin alharacas, Pablo se planta en Moncloa, se sienta en el sofá blanco y se dispone a beber el espantoso café de la casa.
-El Parlamento cuenta con unos cien diputados dispuestos a reventar las costuras del país que te ha votado a ti para dormir en este colchón. Son, más o menos, los que quieres que te apoyen para gobernar.
No lo entiendo, pero es lo que hay. Lo que te propongo es cambiar el plano, la fotografía y la orientación.
Ahora mismo las estructuras productivas de media España están temblando solo de pensar que puedas organizar un gobierno con estos gañanes, que por lo visto es lo que te apetece. Pero si lo que tú quieres es gobernar solo yo te ofrezco una solución. Creo que puedo contar con Ciudadanos para esto. Entre vosotros y nosotros sumamos unos doscientos y pico diputados, suficientes para investirte con desahogo.
Sé que la investidura no es suficiente para garantizar una legislatura tranquila, pero piensa que meter a Podemos en el Consejo de Ministros y apoyarte en gente como los de Esquerra, el PNV, Bildu y todo lo demás puede torturarte el resto de tu mandato. Ese Gobierno te dura lo justo. Nosotros te apoyamos, quiero decir que te votamos directamente, y te dejamos gobernar. Sólo te pedimos cuatro cosas que no te habrán de condicionar más que lo meramente razonable. Tú te comprometes a no subir impuestos, a no agobiar a las empresas en un momento delicado de recesión como el que puede llegar. Dejas la Reforma Laboral más o menos como está, o, si acaso, retocas algún aspecto que no la deshaga pero que justifique tu programa. Te comprometes a seguir las normas de estabilidad fiscal y financiera de la Unión Europea, especialmente el compromiso del déficit. Olvidas la tentación de indultar a delincuentes que han promovido un Golpe de Estado contra el orden constitucional. Le explicas a tus colegas del PSC que ahora no es el momento de jugar a las naciones ni de abrir debates de plurinacionalidades que no aportan nada positivo para la estabilidad de España, incluido el intento «aprovechategui» del PNV de estudiar un nuevo estatuto vasco que quiera desmontar la presencia del Estado en aquella Comunidad.
Entre los tres respaldamos al Rey sin someterle a tensiones innecesarias. Y a partir de ahí decides tú la política del día a día. Yo te ayudo a sacar adelante unos presupuestos en los que no creo que vaya a ser muy difícil ponernos de acuerdo, haces la política social que creas que corresponde y determinas si prefieres invertir en trenes o en autopistas, yo que sé. De esta forma garantizamos estabilidad y nos protegemos ante las sacudidas que van a venir y que se anuncian delicadas. Evitamos que seas un nuevo Zapatero. Yo me voy igual de discretamente que he venido y te dejo a ti la iniciativa. Tú lideras la operación, haces como que me llamas y yo vuelvo con las cámaras y los plumillas. Tú quedas como el hombre de Estado que promueve un pacto que habrá de gustar mucho en Europa y Ciudadanos y yo como españoles responsables que te decimos que sí. España no tiene nada que perder con este acuerdo, antes al contrario, ¿Qué te parece?
De ser Pedro un tipo con la cabeza sobre los hombros consideraría seriamente esta oferta. Ocurre, desgraciadamente, que lo más probable es que diga que no. Es el atractivo del abismo.