Cospedal da al PP el triunfo más deseado en Castilla-La Mancha
María Dolores de Cospedal, presidenta electa de Castilla-La Mancha, se ha convertido en apenas cuatro años en uno de los valores emergentes de la política nacional y en referente imprescindible en el PP, del que es secretaria general y para el que ha conseguido el triunfo más deseado en el 22-M.
Cospedal (Madrid, 1965) ha vencido en el reto más importante que ha afrontado hasta ahora en su carrera política: acabar con la hegemonía socialista en Castilla-La Mancha tras seis mayorías absolutas de José Bono y una de José María Barreda y convertirse en la primera mujer al frente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
Lo ha hecho cinco años después de ser designada por Rajoy para tratar de salvar los muebles de un partido que había sido abandonado por José Manuel Molina a solo un año de las elecciones y que, además de estar acomodado en la oposición, se encontraba fraccionado en clanes y familias.
Volvió Cospedal a la tierra de su infancia -que pasó entre El Bonillo y Albacete- y, con un niño recién nacido, recorrió pueblo a pueblo hasta perder por 10 puntos contra José María Barreda, una derrota “digna” para una candidata que trabajó con un equipo heredado y a la que sólo conocían seis de cada diez electores.
Diez meses después, el PP perdió las generales en España, pero arrasó en Castilla-La Mancha, lo que reforzó el liderazgo de Cospedal y le permitió unir al partido y completar la limpieza de los restos del “molinismo”.
Todo cambió el 19 de junio de 2008, cuando, a dos días del XVI Congreso Nacional del PP, se difundió que Mariano Rajoy confiaba a Cospedal la Secretaría General de un partido que había llegado a esa cita en medio de una gran convulsión y salió de ella en aparente calma.
Cospedal logró compatibilizar su adhesión inquebrantable a Rajoy con su amistad con Esperanza Aguirre y convenció al presidente de su partido de que podía compaginar su cargo regional con su nueva responsabilidad.
Los resultados de las elecciones gallegas, vascas y europeas consolidaron a Rajoy y a Cospedal, quien perdió presencial real en Castilla-La Mancha a cambio de ganar poder, influencia y una potencia mediática inédita en un dirigente del PP en esa comunidad autónoma.
Cospedal duplicó esfuerzos y dirigió una oposición frontal al Gobierno de José María Barreda, debilitado por la gestión de la crisis económica, el aumento del paro, la intervención y posterior desaparición de CCM y su implicación en un proyecto emblemático pero fallido como el Aeropuerto de Ciudad Real.
Y logró dotarse de un valor añadido del que no gozó ninguno de sus predecesores, la identificación del PP nacional con el PP regional, algo fundamental en una comunidad autónoma que siempre había votado PSOE en autonómicas y PP en generales.
A cambio, su doble responsabilidad se tradujo en una menor presencia en Castilla-La Mancha, en algunas contradicciones y ambigüedades en asuntos como el agua o la energía nuclear y en el incremento de sus ingresos hasta 230.000 euros brutos, argumentos que sus adversarios han exprimido a conciencia.
Además, fue la voz del PP en asuntos tan espinosos como la denuncia, sin pruebas, de escuchas a dirigentes de su partido y lidió con la implicación de cargos populares, incluido el tesorero, Luis Bárcenas, en la trama de corrupción Gurtel.
Cospedal, aunque le moleste que le pregunten sobre ello, tendrá que afrontar ahora una decisión que se ha negado a tomar, incluso a discutir, hasta el momento: si es compatible ser presidenta de una comunidad autónoma y secretaria general del Partido Popular.
Sigue ganando en el cara a cara, porque agarra las manos de quienes se le acercan y porque mira a los ojos de sus interlocutores, pero es mucho más difícil acceder a ella que hace cuatro años y va mucho más apresurada que entonces.
Sigue siendo poco efectiva en los mítines y sus cuerdas vocales le pasan factura, aunque, a diferencia de lo que pasó hace cuatro años, en 2011 ha llenado en todos los recintos y su éxito en la plaza de toros de Toledo, donde el PP metió 12.000 personas, ha marcado el rumbo de la campaña.
Una campaña en la que ha vuelto todas las noches a dormir a casa y en la que ha viajado con parte de su equipo en un autobús independiente al de los periodistas, con quienes sólo ha departido en tres ocasiones y, también a diferencia de hace cuatro años, no ha compartido mantel.
La hoy presidenta electa ha llevado la iniciativa durante toda la campaña, con un mensaje de ilusión y de cambio, un argumentario centrado en el “empleo, empleo y empleo” y una estrategia de identificar a Barreda con el PSOE, hasta el punto de no citarle casi nunca por su nombre, sino como “el candidato socialista”.
Y, pese al vértigo que ha provocado en su equipo que Castilla-La Mancha se convirtiera en “la madre de todas las batallas”, ella misma se echó esa responsabilidad encima al afirmar que, si ella ganaba, “salían dos: Barreda y Zapatero”.
Cospedal, siga o no como secretaria general del PP, afronta ahora la tarea de liderar la salida de la crisis en una de las comunidades autónomas que más la sufren y de actuar como “abanderada” del cambio que propugna para España.