Las lágrimas contenidas de Carmen Chacón o la victoria del aparato
A buen seguro que algunos de mis lectores se rasgarán las vestiduras si escribo que, a pesar de los pesares, Camen Chacón me cae bien. Ya sabemos que en determinados ámbitos se la califica de “antiespañola” de “separatista encubierta” y de “antimilitarista”. Todos hemos leído lo del chalecito en no sé que parte del mundo y valorado en no se cuántos millones. Quedan para las hemerotecas y los archivos sonoros los comentarios de clara raíz misógina porque compareció de éste o aquel modo o porque revistara las tropas embarazada. A mí siempre me pareció que cumplía con su obligación como Ministra de Defensa. Pero muchos prefieren el chiste fácil, un tanto tabernario, al razonamiento profundo.
He oído el discurso de “despedida” de Carmen Chacón. Si yo fuera socialista diría que en ese discurso estaba el futuro del PSOE. He percibido algunos cambios en sus formas y es que el paso por el poder y por Madrid, junto con la evolución política de Cataluña y la debacle primera del socialismo catalán, le ha afectado: Chacón ha pasado de ser la socialista pacifista y, teóricamente, antimilitarista a ser una ministra belicista. Es la titular de la cartera que más efectivos ha tenido desplegados en el extranjero desde los lejanos tiempos de Ramón Serrano Suñer. Cierto es –y no me gusta el resultado- que Chacón ha procurado hacer compatible su “pacifismo” y “antimilitarismo” con el cargo releyendo el papel del ejército en un país moderno. No es este el espacio adecuado para comentar los aciertos y desaciertos de Chacón en Defensa, ni para anotarle en su cuenta el haber destrozado uno de los mejores museos militares del mundo, trocándolo en una burda manipulación de la historia merced a una hábil maniobra de
ocultamiento. No estamos comentando esto.
Chacón, ingenua ella, creía que el espejismo, el segundo tras el fiasco de Borrell, de las primarias, muestra palpable de la existencia de la democracia interna en los partidos, era una realidad. Es posible que se mirara en el espejo de Tomás Gómez y se viera, dado su ardoroso belicismo, enfrentándose al aparato del partido; pero no debería haberse olvidado de lo que sucedió en Valencia cuando el aparato decidió mostrar hasta dónde llega su poder. Carmen Chacón, que ha sido obligada a renunciar a su candidatura, pero que ha dejando claro que ella sí tenía un proyecto para el PSOE, estaba dispuesta a enfrentarse en unas primarias a Rubalcaba, el candidato del aparato, de parte de los barones y de la vieja guardia socialista; estaba dispuesta a asumir un vapuleo en las urnas. Pero el miedo a la catástrofe ha podido mucho más en el socialismo que una incierta renovación.
Conservadores hasta la médula prefieren una candidatura con Rubalcaba que, movilizando a la base militante socialista, intente recuperar algunos votos y no perder más, que arriesgarse con Carmen Chacón. Es el miedo el que ha tumbado la candidatura de Carmen Chacón y no otra cosa.
No creo que Carmen Chacón sea una suicida ni que tenga vocación de mártir. La candidata de Zapatero, cada vez más independizada de Zapatero, si creemos en la honestidad de su propuesta, lo que pretendía era, a través de las primarias, configurarse como una líder a futuro. Su apuesta no era para 2012, era para 2016. Pero los barones socialistas, comenzando por un ambicioso Francisco López, que ve abierto el camino hacia lo alto en el poszapaterismo, han juzgado la “Operación Carmen” demasiado arriesgada. Ellos, conservadores hasta la médula, prefieren afrontar la oposición parlamentaria con un fogueado Rubalcaba, en vez de renovar el partido con quien estiman que sería un bocado demasiado tierno para la dialéctica parlamentaria de Rajoy y sus féminas. En el tramo final a Carmen Chacón, como a otras esperanzas, le ha faltado el valor para seguir adelante. Sin embargo, a pesar de todo, me sigue cayendo simpática.
*Portavoz de Alternativa Española (AES).