¿Coronavirus? ¡Es la economía, estúpido!
«Luego, cuando me entra el pánico ante la explosión demográfica…, imagino que convoco a una decena de biólogos y les doy la orden terminante de lanzar sobre el planeta un virus atroz que lo libre de dos mil millones de habitantes. Aunque, eso sí, empiezo diciéndoles valerosamente: Aunque ese virus tenga que atacarme a mí. Luego, secretamente, trato de escurrir el bulto…» (Luis Buñuel. Mi último suspiro)
Ayer por la noche al escuchar las noticias sobre el coronavirus que esparcían por el mundo el terror a una pandemia, me vino a la memoria ese texto de mi admirado Luis Buñuel, y recordé la debacle que provocó la gripe española de 1918, cuando el genial aragonés tenía 18 años. Recibí con una sonrisa la casualidad de que ambos sucesos se distanciaran exactamente un siglo, aunque confieso que ese gesto debiera haber sido más bien una mueca de inquietud. Y lo digo, porque aunque ni cabe interpretar semejanzas, ni extrapolar en el tiempo las consecuencias, ambos casos llevan tras de sí una advertencia capital: somos muy vulnerables.
Los primeros seres vivos, cianobacterias procariotas y virus, que aparecieron hace 3.800 millones de años, no tuvieron competencia durante los 2.000 millones de años en que se dedicaron a fabricar estromatolitos y transformar el CO2 del aire en el oxígeno que respiramos. Pero dejaron de lucir como dominadores de la Tierra, cuando, hace unos 1.800 millones de años, fueron apareciendo los grandes organismos multicelulares, destinados, sin saberlo, a ser sus hospedadores, su nido, su alimento y, a menudo, sus víctimas.
En nuestro caso esa debilidad es tal que, de producirse una catástrofe similar a las 5 grandes extinciones masivas que ha sufrido la vida en la Tierra, seríamos de las primeras especies en sucumbir. La capacidad de resistencia de la raza humana apenas podría soportar ligeros cambios del entorno vital en cuanto a radiación, temperatura, presión, nivel de oxígeno, calidad del agua o, como sufrimos hoy, el ataque de un organismo submicroscópico que necesita para reproducirse las células que invade. Apenas se han estudiado unos 5.000 tipos de virus, pero se estima que podrían existir millones de variedades diferentes y, aunque alguna puede ser incluso beneficiosa, la mayoría resultan fatales para nuestra salud. Recuerden lo cercanos que están el VIH, el ébola, o el SARS, por citar tan sólo los próximos, e imaginen, por tanto, que lo que está pasando era algo que cabía esperar como muy probable.
¿Es razonable la alarma social?
Sin duda es un tema de actualidad lo suficientemente importante como para merecer tantos titulares en los medios, pero el verdadero problema, con ser muy grave, no es la sanidad, no. «Es la economía, estúpido», esa fue la frase icónica que llevó a Bill Clinton a la presidencia de EE.UU. en su campaña frente a George W. Bush, y vuelve ahora a la actualidad de la mano de esta pandemia. Desde luego no sería, ni mucho menos, la primera vez que el mundo se inquieta por la economía y sus consecuencias: Hace más de dos siglos que Malthus advirtió que la expansión demográfica traería la hambruna a la humanidad por la consiguiente escasez de alimentos (claro que les recuerdo que entonces la Tierra tenía 1.000 millones de personas y ahora alimenta a más de 7.700 millones). Pues bien, el Corvid-19 en realidad es un ejemplo de esa vulnerabilidad económica. Porque de nuevo, la economía es lo que más preocupa y, como muestra, ahí tienen los primeros síntomas en la reacción de los mercados financieros sobre lo que puede llegar con esta crisis.
Se observan reacciones de los inversores al temer que el pánico se imponga a la lógica. Hoy mismo leemos titulares como: «Las bolsas se desploman por cuarto día consecutivo ante el temor por el coronavirus». Y esto es sólo cuando apenas hay algo más de 80.000 contagiados y no llegan a 3.000 las víctimas mortales. Imaginen si la pandemia alcanzara la dimensión de la Gripe Española, con sus 100 millones de muertos entre 1.000 millones de afectados, y tres años de oleadas sucesivas a cuál más agresiva, que fue lo que duró aquel Primer Jinete del Apocalipsis. No duden que, mucho antes de que algo así ocurriese, tendríamos servida en bandeja una depresión económica descomunal. Entonces sí que podría cumplirse la profecía que Malthus hizo hace más de dos siglos.
Algún pesimista nos advertirá sobre la facilidad que representa también este virus para atentados terroristas con portadores de él o de sus muestras. Bueno, ya nos avanzaron que el Reloj del Juicio Final está a menos de 100 segundos del fatídico evento, así que, para ese grupo de agoreros, lo que ocurre ahora nos situará más cerca de la medianoche. ¡Qué miedo! Pues miren ustedes, yo a esa hora suelo dormir plácidamente y les sugiero que hagan lo propio.
¿Qué se puede hacer?
Ante todo desactivar la presión mediática y convertir al Covid-19 en lo que realmente es, una infección similar a la gripe común, en una variante especialmente agresiva. La contabilidad consecuente de su evolución debiera dejar de ser noticia, como tampoco lo es su análoga, salvo para algunos consejos prudenciales. Quizá porque nos visita puntualmente cada año sin que nadie se rasgue las vestiduras.
Compensar con medidas públicas de estímulo la penuria que arrastrará forzosamente la parálisis de actividad que se avecina. Un proceso que ya se ha anunciado en Hong Kong, donde entregarán el equivalente a 1.180 euros a cada residente mayor de 18 años. Qué curioso que aquí en nuestro país, por el contrario, se estén anunciando subidas del IVA y de otros impuestos.
¿Es más importante paliar el déficit público que generará una política que me resisto a calificar, que evitar esta debacle económica? ¿Qué les van a decir a los hoteleros, taxistas, pequeños empresarios de cafeterías, espectáculos, etc… cuando los vean vacíos, y tengan que despedir a sus empleados? ¿Esperan realmente que el IVA del 23%, y los restantes impuestos que preparan, recaudarán más en esa situación? ¿Creen realmente que es esa la política correcta para generar más empleo?
Claro que Luis Buñuel no será el culpable. Él ya no está por aquí y la frase que inicia el artículo era el resultado de una de esas ensoñaciones suyas, que, a veces, transformaba en estupendas películas surrealistas. Pero para que las Hurdes no tornen a ser una tierra sin pan, ni al Perro andaluz se lo coman las pulgas, tenemos que reaccionar con coraje y optimismo. Así que, no tengamos tanto miedo a la muerte por el virus y, en lugar de intentar comprar esas caras e inútiles mascarillas, lavémonos las manos más a menudo, y ocupémonos en llenar bien la despensa.
Qué buen artículo. Me ha gustado mucho, está muy bien argumentado, con información veraz y equilibrada. En algún momento muta al desasosiego por lo que tiene esta situación de preocupante. El exceso de información que nos abruma cada día, más, cuando como en este caso, nos jugamos tanto, hace que vaya creciendo también nuestra intranquilidad, sumiendonos en una ansiedad por saber más y más de este dichoso bichito que se ha empeñado en modificar nuestras costumbres y alterar nuestra vida. Y yo me pregunto…..? Hay lugar para el miedo? O por contra, como nos dicen, se trata solo de un… Leer más »
Pues aquí de dar dinero para ayudas, nada de nada. Se lo darán a sus amigos creando secretarias, subsecretarías ysubsubsubsubsecretarias
La cuestión no fácil, si sacamos adelante la economía pensando en posibles hambrunas, dejamos que la epidemia se convierta en pandemia, xq no me cabe duda que en los países más pobres eso llegará. Al final, hagamos lo que hagamos, los más desfavorecidos siempre pagan