Se suponía que por ser mujeres lo iban a hacer todo bien, mejor que cualquier hombre, pero la realidad es tozuda y las ha puesto en la picota con toda su crudeza. Basta ver con sus declaraciones y proposiciones para dase cuenta de que más de una ministra de gobierno no esta muy bien de la cabeza.

La vicepresidente Carmen Calvo con su “a la mujer hay que creerle sí o sí”, la de Educación Isabel Celaá con su “no podemos pensar que los hijos pertenecen a los padres” y que éstos sólo son sus “custodios”, la discutida jefe fiscal Dolores Delgado con su “haber sido ministra no es una debilidad sino una fortaleza” y la de Igualdad Irene Montero con su ley del consentimiento sexual.

No es que los hombres estén mejor. Ábalos cambiando versiones de lo inexcusable sobre su reunión con Delcy Rodríguez, Marlaska no poniendo cota al independentismo y desacreditando a la Guardia Civil, o los propios Presidente Dr. Sánchez mintiendo ya desde su tesis y el Vicepresidente Iglesias, marqués de Galapagar, criticando a “la casta” para luego pertenecer a ella. Afirmar una cosa y la contraria con total desparpajo parece ser la norma.

Pero insisto, eran las mujeres las que iban a cambiar el mundo y los hechos demuestran que no será así. Sólo les interesa el poder y el dinero público que pueden otorgar a mansalva a sus mujeres afines, por ejemplo, las asociaciones feministas contra la violencia de género, que utilizarán la mayor parte de los 200 millones que reciben al año en beneficio propio sin rendir cuentas de nada.