Jesús Córdoba García, teólogo: “Alterar el curso de la ley natural, violando la voluntad de Dios, tiene consecuencias como el coronavirus”
Jesús Córdoba García.- La enfermedad que hoy está azotando nuestra sociedad la llamamos “epidemia” o “pandemia” del coronavirus y hasta sienten algunos que llega el fin del mundo, como escuché en el súper, comprando el otro día. Sin embargo, creo que se trata de lo que el mismo Cristo nos advirtió en el Evangelio.
Los acontecimientos que vivimos deberían empujarnos a una madurez, a una certeza en la propia persona a fin de que se cumpla lo que dice San Pablo en Gálatas 2:20 “Ya no vivo yo, pero vive Cristo en mí.” Para no alarmarse, lo mejor es tener de verdad puesta la confianza en Cristo en estos momentos, lo mejor es tener el corazón sólo en Él. A esto le llamamos “tener fe”, que es la garantía de que Dios existe y vela por nosotros con su Providencia.
Muchos dicen tener fe, pero tienen la de la Primera Comunión. Y aunque no sea poca cosa, no la hemos alimentado como deberíamos con la Palabra y los sacramentos de la Iglesia. Nuestra poca fe muestra que, cuando tenemos miedo, nos escondemos: “Tuve miedo y me escondí” (Gen 3,10). Tal vez como ahora, en estos tristes momentos.
¿Tiene respuestas la Biblia? ¿La Palabra de Dios? ¿La Tradición de la Iglesia católica? ¿Son reales al cumplirse las profecías de la Escritura sobre plagas y enfermedades? Nuestra generación ha sido testigo de las siguientes epidemias mundiales: Gripe aviar, la porcina, Sida, Ébola y ahora el coronavirus.
Si buscamos el motivo de estas epidemias en la Biblia, debemos saber que muchas veces estas enfermedades son una prueba penitencial por el trato que le hemos dado a Dios, abandonándolo en nuestra vida, violando su santa Ley. Y es así como los pueblos llegan a rebasar los límites de toda inmoralidad como Sodoma y Gomorra (Génesis 18,20-21), incluso hasta el extremo de imponer leyes inicuas que violentan la misma naturaleza humana, como la “ideología de género”, ahora también ideología del Estado. Dejando a un lado las Leyes divinas y naturales, desprestigiando y burlándonos de ellas, nos atraemos muchas desgracias.
Lo que ocurre con la pandemia actual podría parecer cruel, pero en realidad no lo es. Si seguimos el curso de la historia bíblica, que es Historia de salvación, nos damos cuenta de que el mismo ser humano ha alterado el curso de la ley natural, violando así la voluntad del Buen Dios.
La Biblia sólo nos muestra lo que puede pasar si no realizamos aquello para lo que Dios nos ha creado: “Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12). Sin embargo, cuando más nos alejamos de Dios, la consecuencia es la autodestrucción espiritual y material del propio hombre. Ahora bien, para que Cristo venga, tenemos que pasar esta mala experiencia de desobediencia y pecado y así darnos cuenta de la necesidad que tenemos de Él, y pedirle que no aparte su mano de nuestra cabeza: “Y puso las manos sobre ella, y al instante se enderezó y glorificaba a Dios” (Lucas 13,13).
De esta manera sabremos que, apartándonos de Dios, la tierra sufrirá dolor y adversidad como la pestilencia, según vemos en este texto bíblico: “…y habrá grandes terremotos -dice Jesús-, hambre y pestilencia y habrá terror y grandes señales en el cielo” (Lucas 21,11).
Recordemos que, actualmente, se están mostrando señales en el cielo en Medjugorje, donde se apareció la Virgen María y estos días también en la Ciudad del Vaticano. Este virus que ha corrido veloz y que está ya en todo el mundo ha puesto de manifiesto otro virus: el del miedo a la muerte, la incertidumbre con que Adán que respondió al Creador tras su desobediencia: “Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí” (Génesis 3,10).
Cuando uno se aleja de Dios a causa de su incredulidad y de su mala vida, sufre una profunda inseguridad: ni el dinero, ni los presuntos avances en la ciencia nos dan la tranquilidad y la paz del corazón. ¡Volvamos entonces a Dios! Con humildad arrepintámonos de nuestras culpas, y la misma existencia se hará más suave para ti, tu familia y tus vecinos: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera» (Mateo 11, 28-30). El coronavirus se vence principalmente teniendo a Dios en la vida. Pidamos la fe en Cristo resucitado, vencedor del pecado y la muerte a través del fracaso de la Cruz.
El mismo Jesucristo menciona en el Evangelio de Mateo lo siguiente: “Oiréis también hablar de guerras y rumores de guerras. ¡Cuidado, no os alarméis! Porque eso es necesario que suceda, pero no es todavía el fin”. Cierto que aún no es el fin, porque seguro que Él sabe que debe cumplirse gran parte del Apocalipsis cuando llegue con gloria a juzgar a vivos y muertos. La Iglesia de Dios, la verdadera Iglesia, los lavados en la sangre del Cordero, no verán la ira de Dios descrita en Apocalipsis 6. Estamos pues viviendo el inicio de los dolores que se anuncian en las distintas apariciones de la Virgen en Fátima, Medjugorje o Garabandal. Los mensajes en esta localidad asturiana son lo más cercano y quizás lo más desconocido para los españoles: “Hay que hacer muchos sacrificios, mucha penitencia. Tenemos que visitar al Santísimo con frecuencia. Pero antes tenemos que ser muy buenos. Si no lo hacemos nos vendrá un castigo. Ya se está llenando la copa, y si no cambiamos, nos vendrá un castigo muy grande” (Primer Mensaje: -18 de Octubre de 1961).
El anuncio que se dio a Conchita, una de las videntes de Garabandal, nos dice que por la senda inmoral y corrupta de este pueblo no pueden más que venir sufrimientos y desgracias.
Por supuesto, ni los gobernantes ni la mayoría de los pastores han querido verlo. Por ello, tienen tanto éxito otros grupos religiosos sectarios porque anuncian la escatología: la muerte, el Juicio de Dios, el infierno o el Cielo. Es decir, la vida eterna, cosa que los católicos hace tiempo que dejamos de hacer. Esta tan ciega la jerarquía católica española que ni en TreceTV ni en la Cope son capaces de dar una esperanza divina al pueblo, llamándoles a la conversión para vivir en el bien y en la virtud cristiana.
Y es que el ser humano ha querido ponerse en el lugar del mismo Dios, como narra el primer capítulo del Génesis. Los obispos de España sólo se ponen contentos con la cantidad de contribuyentes que marcan la casilla de la Iglesia en el IRPF: “Nadie puede servir a dos señores; pues, o bien odiará a uno y amará al otro, o se vinculará a uno y despreciará al otro: No podéis servir a Dios y a Mamón dinero” (Lucas 16, 13).
Que nadie caiga en el desánimo. Aunque la mayoría de los pastores nos hayan privado de la Santa Misa y de escuchar la Palabra de Dios en las iglesias, oremos en casa como sepamos. Si tenemos la Biblia, leámosla. Dios nos consolará, ya que no lo hacen sus ministros. Si tenéis ordenador, buscar paginas católicas. Rezad a la Virgen con el Rosario. Como madre vuestra os guiara a Cristo y llegaréis a conocerlo tanto como ella.
En otra ocasión, Garabandal escuchó el mensaje que la Santísima Virgen dio a al mundo por medio del Arcángel San Miguel. El Ángel dijo: “Como no se ha cumplido y no se ha dado a conocer mi mensaje os diré que este es el último. Antes la copa se estaba llenando, ahora está rebosando. Los Sacerdotes, Obispos y Cardenales van muchos por el camino de la perdición y con ellos llevan a muchas más almas. La Eucaristía cada vez se le da menos importancia. Debemos evitar la ira de Dios sobre nosotros con nuestros esfuerzos. Si le pedís perdón con alma sincera, Él os perdonará. Yo, vuestra Madre, por intercesión del Ángel San Miguel, os quiero decir que os enmendéis. Ya estáis en los últimos avisos. Os quiero mucho y no quiero vuestra condenación. Pedidnos sinceramente y nosotros os lo daremos. Debéis sacrificaros más, pensad en la Pasión de Jesús”.
Se nos dice que a la Eucaristía “cada vez se le da menos importancia”. “Vosotros sois la sal de la tierra” -dice el Señor junto al mar de Galilea, como remate del sermón de las Bienaventuranzas, también es conocido por el de la Montaña-. “Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres” (Mateo, 5,13). Si tú, pastor, no practicas lo que enseña la Iglesia, nadie te creerá y llevarás al pueblo a la perdición. Esa actitud sólo sirve para que la gente se burle y pisotee a una Iglesia que ha renunciado ser la luz del mundo: El presidente argentino, concubinario y abortista, recibió la Comunión en la Basílica de San Pedro en el Vaticano.
Algo parecido pasa en Benicarló y en tantos otros lugares. Yo mismo he visto con mis propios ojos al obispo de la diócesis, Enrique Benavent, y al párroco del pueblo dar la comunión a la alcaldesa socialista, Charo Miralles, públicamente a favor del aborto, eutanasia e ideología de género y que paga cada año una gran semana del orgullo gay a cargo de los presupuestos municipales. Y el párroco cada vez que la ve en la parroquia le da un subidón de tal calibre que sólo le falta mover el rabo que no lo tiene.
Jesucristo nos dice: “No os turbéis”. Lo que nos pasa, en el fondo, lo hemos provocado nosotros, pero tiene que pasar y pasará por la misericordia de Dios, nuestro Padre. A ver si por fin nos damos cuenta de lo que hemos hecho y de lo que hemos provocado, ya que abandonamos hace tiempo la fuente de la Vida: Cristo Jesús. Por su palabra sabemos que Él está más cerca de lo que pensamos: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio”. ¡Está cerca el reino de Dios!
*Teólogo.
Una de las cosas por las que Jesús terminó en la cruz es que a los judíos les reventaba que dijera que uno no tiene la culpa de las desgracias que le suceden. Así, mientras los judíos decían que si un señor tiene la lepra es porque ha ofendido a dios de alguna manera, o como dice este señor, ha “violado la voluntad de Dios”, Jesús decía que no era así y además le curaba, cosa que ponía a fariseos y demás a rabiar como monas. Pero veo que este “teólogo” se pasa la palabra de Jesús por el forro… Leer más »
Se equivoca usted. No sólo Dios castiga a los hombres por sus acciones reprobables. También nos pone a prueba. Y no son fáciles esas pruebas. Si conoce el dicho “tener más paciencia que el Santo Job” sabrá lo que quiero decir. Sólo le adelanto que Job nunca fue un malvado.
¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? (San Mateo 7, 3-5; San Lucas 6, 41)
Todo certisimo, lo unico que no entendi es lo de fracaso en la cruz, no fue un fracaso fue un triunfo, nos salvo a todos, cumplio la escritura y la voluntad del Padre, triunfo espiritualmente sobre el diablo.
Es fracaso desde la vanagloria del mundo , hipnotizado por el éxito a todo precio, que acepta la tiranía que supone el materialismo triunfalista que todo lo contempla en la fugacidad del aquí y ahora ocultando la realidad de la muerte que aboca a la nada. En cambio, Jesús con Su Sacrificio “y estando en la condición de hombre, se humillói a Sí Mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2,8). venció a la muerte y por eso tenemos la esperanza de alcanzar la Vida Eterna que nos ha prometido. Suya es la verdaera victoria.
ESTAN BIEN LOS CONSEJOS RELIGIOSOS,PERO ADIOS ROGANDO Y CON EL MAZO DANDO, O EN SU LUGAR UNA BUENA ESPADA
tonterías, lo que pasa es culpa de y unicamente del hombre
Tiene usted razón. “Aviso”, que no castigo. Es justamente como un padre amoroso debería tratar a un hijo estúpido. Muchos padres y madres, desgraciadamenete, saben a qué me refiero. “Mi hijo, no sé qué tiene en la cabeza” , “después de una estupidez comete otra mayor, y no sé cómo acabará…” Ni aviso, ni castigo, nada de eso. La virgen lo ha “dicho”, nos ama, pero nuestros actos idiotas nos traen calamidades. Vivir hacinados, despreciando a la naturaleza que es obra de Dios, despreciando a los hombres, vivir por el vil metal, entre la suciedad y con malos hábitos sanitarios… Leer más »
Estoy de acuerdo en que la gran mayoría de males que sufre y va a sufrir nuestro pueblo tienen una relación lógica con sus pecados, y no con los de otros pueblos que pueden interferir, creo profundamdnte que los pecados del pueblo español son la base primaria de todas las grandes desgracias y crisis de España, que cuando ocurren, parecen venir por otros cauces, pero solo se ve el final del trayecto de los efectos a medio-largo plazo de nuestros pecados. Errores constates cometidos de nuestra generación y época, a diario muchos de ellos, y generalizados. Esta crisis en la… Leer más »