Carta de una sanitaria e hija de una víctima: “Yo sabía que sin un respirador era muy improbable que saliera”
Yolanda Aparicio.- Soy Técnico en Cuidados Auxiliares de Enfermería y trabajo en un gran hospital de Madrid. Pero no escribo por mi esperiencia como sanitaria, sino como hija de un padre extraordinario que tuvo la mala suerte de contagiarse en el peor momento, ingresar en el hospital más masificado y no tener sitio en la UVI por no haber camas… O por tener 74 años.
Es una historia que me hiela la sangre, porque yo, harta de romperme el culo por ayudar a salvar en la UVI a personas de 70, 80 ó más, me quedé de piedra cuando el intensivista me dijo que el único problema que mi padre tenía era que no había hueco para él allí. Y cuando le pedí llevarlo a otro lado, me contestó que no se podía, que estaba todo centralizado.
Mi padre estaba sano, era muy deportista y un luchador. Así que después de discutir con ellos entré a la habitación 416 del hospital Severo Ochoa, donde se encontraba él, acompañado por otra persona mucho mayor. Hice de tripas corazón y estuve varias horas con mi padre. Le decía que se pondría bien y que todos le esperábamos fuera, que tenía que ser fuerte y aguantar. Pero yo sabía que sin un respirador y con una saturación de 70 era muy improbable que saliera, ni el ni alguien más joven.
Siempre recordaré sus palabras, “hija, me alegro mucho de que hayas podido entrar a verme, esto se hace largo estando solo”. Cuando me iba a marchar me pidió que me quedara un rato más. En ese momento mis gafas se empañaron y temí que mi padre me viese llorar, pero no lo hizo. Esa escena de “La vida es bella” que protagonicé fue y será el papel más duro y la vez más bonito que interpretaré en la vida.
Descansa, papá, tú que puedes. Nosotros seguiremos intentando sanar estas heridas con Lorazepán y la sonrisa de tus nietos, que tanto te echan de menos.
* Yolanda Aparicio Cano es auxiliar de enfermería y vive en Madrid.