Manifiesto sobre el Nuevo Orden Mundial (NOM) y el Nuevo Orden Europeo (NOE) (I)
Javier Marzal.- 1.- INTRODUCCIÓN: Vivimos tiempos históricos. En todos los países democráticos se desconfía de las instituciones. En este contexto, por primera vez en la historia se ha confinado a toda la población, obligando a las empresas a interrumpir su actividad y por primera vez, desde 1870, el producto interior bruto mundial se va a contraer, según Naciones Unidas. Esta situación ha aumentado más aún la desconfianza hacia las instituciones. Sin duda los buscadores de Internet tienen una gran influencia en la cultura. Si hace unos años hubiéramos buscado “nuevo orden mundial” (NOM) en los buscadores de Internet, aparecería la entrada que había en Wikipedia, donde se describía lo que ahora se conoce como la teoría conspirativa. Supongo que muchas personas se quejaron de la falta de seriedad de Wikipedia por este motivo, yo entre ellos.
Wikipedia ha corregido este error. Ahora, se dice que: “La expresión nuevo orden mundial se ha usado para referirse a un supuesto nuevo período de la historia caracterizado por cambios dramáticos en las ideologías políticas y en el equilibrio de poderes a nivel global. En el ámbito popular, el término se utiliza como parte de diversas teorías de la conspiración, así como en relatos apocalípticos relacionados con las escrituras bíblicas”. Los contenidos anteriores de la Wikipedia se han mantenido en la entrada Nuevo Orden Mundial (conspiración). Se explica como: “La teoría de la conspiración acerca del llamado Nuevo Orden Mundial afirma la existencia de un plan diseñado con el fin de instaurar un gobierno único -colectivista, burocrático y controlado por sectores elitistas y plutocráticos- a nivel mundial”. Según esta teoría, conocidos grupos organizados y poderosos son los que dominan el mundo y conspiran, siendo diferente el grupo en cuestión en las diferentes versiones de esta hipótesis, mal llamada teoría. Resulta llamativa la respuesta de los buscadores al NOM. Además de que el NOM conspirativo ha sido la única entrada en Wikipedia durante años, resulta preocupante que los principales buscadores siguen teniendo la entrada conspirativa en Wikipedia, como su primer resultado. En los últimos años se ha escrito mucho sobre el poder y actividades de ciertas familias de ricos empresarios del pasado, de las personas más ricas del mundo o de ciertos grupos étnicos, religiosos, organizaciones y eventos. Estas publicaciones tienen un carácter informativo, pero numerosos creadores de opinión, han distorsionado intencionadamente los hechos para hacer creer que existen esos amos del mundo.
Buscando “amos del mundo”, Google dice que tiene 652.000 entradas; en inglés, “masters of the world” tiene 60.400.000 entradas, incluyendo un juego de simulación geopolítica. No cabe duda que estos grupos, así como los lobbies empresariales, influyen en los poderes públicos y en los organismos internacionales, consiguiendo a veces sus objetivos, pero en el mundo existen intereses mucho más poderosos que los que defienden estos colectivos, empezando por las masas (mayoría ignorante) y sus movimientos sociales.
Según la lista Forbes, en marzo de 2020 había 2.095 milmillonarios que sumaban un patrimonio de 8 billones de dólares. El gasto público de Estados Unidos supera los 6 billones de dólares anuales desde 2017. Suponiendo que estas fortunas se hubieran conseguido en 20 años de media, en este tiempo el gasto público de EE.UU. habría sido de 120 billones, es decir, 15 veces más que el patrimonio de todos esos milmillonarios de todo el mundo juntos. Lo mismo puede decirse de la corrupción que supone, según Naciones Unidas, 2 billones de euros al año. Por lo menos es cinco veces más grande el negocio de la corrupción institucional que las fortunas de todos estos milmillonarios juntos. Por tanto, la corrupción y el gasto público son mucho más poderosos que todos los milmillonarios juntos. Cabe decir que estos milmillonarios no disponen de esas fortunas, porque la mayoría de ese dinero está invertido en sus empresas. Como se explica en este Manifiesto estas fortunas están infladas. Por otro lado, las empresas de estos milmillonarios tienen un enorme valor, porque proporcionan los bienes y servicios que demanda libremente un elevado número de personas, de forma que son inmensamente ricos porque lo ha decidido libremente una gran parte de la población. Por el contrario, el sector público consigue nuestro dinero porque los políticos lo han decidido, sin que las personas podamos negarnos a pagar los impuestos; por tanto, es una concentración de poder y dinero impuesta, a diferencia de la de los ricos. Dado el nivel de corrupción, es probable que los políticos atesoren una mayor fortuna que los empresarios de las multinacionales. La concentración de poder y de dinero no está en las empresas ni en los ricos ni en grupos de gente poderosa, sino en las instituciones. En todos los países “desarrollados” las instituciones gestionan más dinero que las personas y que las grandes empresas; por tanto, el Nuevo Orden Mundial se centra en los políticos que como dirigentes de las instituciones, gestionan el poder institucional y la mayoría del dinero, lo contrario es una ficción que beneficia a los políticos. Precisamente la acumulación de poder en las instituciones, hizo que la Asamblea General de la ONU -formada por los gobernantes mundiales-, en la resolución 3201 de 1974, impulsara un “nuevo orden económico internacional”.
Por su parte, la UNESCO -organismo de la ONU- en 1976 decía que “los países del Tercer Mundo reclaman «un nuevo orden mundial de la información»”. En 2016 se convirtió en “un nuevo orden mundial de la información y la comunicación”. Algunos interpretaron estas ideas en el sentido de que la ONU iba a implantar un gobierno mundial, a pesar de su imposibilidad, al menos en la situación hasta el momento. Ni siquiera ha sido posible en décadas crear un gobierno europeo, a pesar de su mayor homogeneidad en todos los sentidos.
El dominio económico y comercial mundial de Asia, liderado por China, India, Japón y Corea de Sur, desde hace años ha eliminado la hegemonía occidental. En defensa del poder occidental y de la paz entre las grandes potencias, Naciones Unidas promueve “el trabajo cooperativo del sistema multilateral y la ciudadanía global”. En 2019 la ONU temía la posibilidad de una “Gran Fractura” “creando dos mundos separados” por “un nuevo orden bipolar” entre China y EEUU. El equilibrio militar entre Asia y Rusia por una parte, y Occidente por otra, ha eliminado el dominio militar de Estados Unidos tras la desintegración de la URSS. El creciente dominio tecnológico de Asia hace imposible que Estados Unidos pueda mantener su posición de liderazgo. Por otro lado, el poderío de China pone en cuestión la hegemonía de la democracia como sistema político.
La Crisis del coronavirus ha constatado que Naciones Unidas ya no está dominado por Occidente. La diferencia de poder entre las naciones hace imposible la idea conspirativa de que se esté creando un gobierno mundial, porque entraría en conflicto con los intereses políticos nacionales. Es evidente que Estados Unidos y China no renunciarían a las ventajas que les proporciona su poder económico, ni su poder militar, igual que Rusia. La Unión Europea tampoco admitiría el dominio de los anteriores.
La historia de la Humanidad, ha estado dominada por la historia del poder y esta situación se mantiene hasta la fecha.
2.- EL SIGLO 20
Podría decirse que la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) creó el primer orden mundial. Los efectos devastadores de la Segunda Guerra Mundial en la economía y en la vida de los supervivientes, produjo un rechazo generalizado hacia la guerra en Occidente y a centrarse en la activación económica.
Entre las características del orden mundial podemos destacar que en 1944 se creaban las Naciones Unidas para preservar la paz y realizar los acuerdos, en la conferencia monetaria y financiera en Bretton Woods, que establecían un orden económico mundial que estuvo vigente hasta principios de la década de 1970. También se crearon el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, usando el dólar estadounidense como moneda de referencia internacional. Estados Unidos suponía la mitad del PIB mundial e impuso la libertad comercial en Occidente, convirtiéndose en la potencia hegemónica mundial. Las tensiones tras la Segunda Guerra Mundial originaron la Guerra Fría que fue un enfrentamiento político, económico, social, militar e informativo, entre el bloque Occidental con economía de mercado (liderado por Estados Unidos) y el bloque comunista de la Unión Soviética (URSS), también llamado del Este.
En ambos bloques se creó una organización militar para defenderse del otro, la OTAN en el Occidental y el Pacto de Varsovia en el Este. Suele decirse que la Era industrial finalizó a la vez que la Segunda Guerra Mundial en 1945 y que, en el año anterior, la creación de la ONU simboliza el inicio de la Era de la información. A mediados del siglo aparecen los chips y los ordenadores binarios, dos tecnologías que revolucionaron la electrónica y crearon las actuales tecnologías de la información y de las comunicaciones (TIC), dando lugar a la tercera revolución industrial y a la revolución digital, creando la Era digital que suele asimilarse a la Era de la información. Esta revolución y la siguiente, no sólo han sido revoluciones industriales, sino que han revolucionado la vida privada de toda la gente.
Peter Drucker, considerado habitualmente como el escritor más influyente del siglo 20, dijo que en 1950 Estados Unidos tenía más trabajadores del conocimiento que trabajadores manuales, lo que daba lugar a la Era de la información. La reacción intelectual a la Segunda Guerra Mundial fueron las obras distópicas, destacando los libros 1984 de George Orwell (1949) y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury (1953). La contracultura que cuestionaba el establishment en la década de 1950, forma parte de la cultura desde entonces, aunque la mayoría de los historiadores y sociólogos tienden a frivolizarla. En este nuevo escenario, varios países europeos crearon en 1957 la Comunidad Económica Europea que fue la base de la actual Unión Europea, constituida en 1993. La Unión Europea creó la eurozona que comparte el Banco Central Europeo y el euro como moneda desde el año 1999. El euro es la moneda oficial de 19 países europeos que tenían 343 millones de habitantes en 2018; además, más de 240 millones de personas alrededor del mundo utilizan monedas fijadas al euro, totalizando 583 millones de personas.
Durante las décadas de 1960 y 1970, las economías de los principales países de Europa occidental y Japón crecieron mucho más que Estados Unidos. En estas décadas de gran desarrollo económico, apareció otra de las características del Nuevo Orden Mundial que es la globalización. Esta prosperidad fue utilizada por los políticos para aumentar el poder institucional, mediante la idea del Estado de bienestar.
Sin duda, la idea de Estado de bienestar es la idea más decadente de la historia, porque el Estado se encarga del bienestar de la gente y ésta no debe esforzarse ni responsabilizarse de nada en su vida.
Esta cultura es la que han utilizado los políticos para crear el macro-Estado y, lógicamente, éste supone una irracional centralización de la toma de decisiones, como si un pequeño grupo de políticos que forman los gobiernos, fueran supermanes capaces de tomar mejores decisiones que millones de emprendedores empresariales y sociales, que crecen por decisiones libres de los propios gobernados. Igualmente es irracional creer que unos cientos de personas pueden hacer las leyes que estructuran la actividad y las relaciones humanas en un país. “La rebelión de las masas” (1929) fue uno de los libros más influyentes del siglo 20. En él se decía que las masas (gente ignorante, egoísta y maleducada) ocupaban los altos cargos políticos. Tenía razón, pero además, el poder de las masas en una democracia, lleva a ésta a su decadencia, porque se acaban imponiendo esas autodestructivas características de ignorancia y egoísmo, que conduce a sociedades altamente intervenidas, donde la gente vive mejor a costa de las generaciones venideras, conduciendo a la decadencia. El resultado de esta rebelión de las masas es el populismo y el clientelismo político que han desembocado en el corrupto macro-Estado. A lo largo de este documento se detallan algunas características del macro-Estado. El Estado de Bienestar se basa en la otra gran aberración cultural que son los derechos humanos. Los derechos son un engañabobos porque son limitaciones institucionales de la libertad. De hecho, el éxito del Estado de Bienestar se basa en que crea derechos continuamente que benefician a unos pocos (clientelismo político), en perjuicio de los demás que tienen que pagar impuestos para sufragar esos derechos. En realidad, todos estos derechos aumentan el poder y el tamaño de las instituciones, que son las responsables de ellos. Los derechos humanos han impulsado la cultura de la irresponsabilidad, donde la gente tiene derechos sin obligaciones. Este mercado de derechos es tan injusto que es uno de los principales impulsores del absoluto desprecio que tienen los gobernantes hacia los gobernados. Este desprecio a su vez es uno de los principales impulsores de la corrupción. Cabe señalar que ninguna autoridad pública de ningún país del mundo cumple los derechos humanos. Más que derechos humanos, se les podía haber denominado monopolios de las instituciones para su dominio sobre las masas.
La guerra de Vietnam (1955-1975) cambió el sistema financiero. Estados Unidos imprimía grandes cantidades de dinero para financiar el conflicto, cambiando el valor del dólar y por primera vez, en 1971 Estados Unidos tenía un déficit comercial que fue creciendo hasta llegar a una situación insostenible en opinión de numerosos expertos. Las principales economías empezaron a abandonar el patrón oro y a utilizar el marco alemán para sus operaciones comerciales internacionales.
Oficialmente, en 1973 el patrón oro fue sustituido por los tipos de cambio flexibles que permite a los gobiernos manipular el valor de sus monedas y la economía. El gran desarrollo económico de las décadas de 1960 y 1970 en Europa y Japón, aumentó la acumulación de capital, a la vez que se ralentizaba el crecimiento económico.
Peter Drucker decía que las dos crisis de la década de 1970 acabaron con el capitalismo, dando paso a una Era post-capitalista. Ante las críticas, matizó que en todo caso existía un capitalismo popular, porque más de la mitad de las acciones de las grandes empresas eran propiedad de más de la mitad de los estadounidenses, incluyendo sus fondos de pensiones. Lo cierto es que la mayoría de las grandes fortunas y de las grandes empresas no tienen un origen capitalista, porque el capital ha dejado de ser el principal factor de producción, que es la principal característica del capitalismo.
Para reactivar la economía tras estas crisis de la década de 1970, los gobiernos y los bancos centrales, disminuyeron considerablemente los intereses y aplicaron políticas monetarias expansivas que tuvieron como resultado el aumento del crédito, creando la sociedad del crédito, y la inflación del valor de los activos en los mercados financieros y, por tanto, del valor de las empresas. A la vez se aumentaba considerablemente el gasto público para impulsar la economía y el gigantismo del sector financiero. Cuando el mercado ajustaba este intervencionismo expansivo mediante crisis, las instituciones rescataban a este sector financiero una y otra vez, impulsando estos excesos y .las crisis correctoras. Siendo barato el crédito, las empresas aumentaron su endeudamiento; además, lanzaron productos financieros que aumentaban sus beneficios.
Según Lin y Tomaskovic-Devey, entre 1970 y 2007, las grandes empresas estadounidenses obtuvieron cada vez menos ingresos por su producto tradicional, multiplicando por cuatro los ingresos por actividades financieras, incentivadas fiscalmente. Incluso el beneficio financiero sirve para cubrir las pérdidas de su negocio tradicional. De esta forma, las instituciones alteran el mercado de los productos más populares, frenando la emprendeduría y la innovación, a la vez que favorecen la concentración empresarial, en manos de empresas que dependen de las políticas económicas institucionales. A esta situación se conoce como financiarización de la economía o simplemente “financiarización” que forma parte de la ingeniería contable o ingeniería financiera. Según Simon Johnson, el mercado alcanzó su punto máximo en 2001, cuando las finanzas representaban el 40% de los beneficios de la economía americana.
La financiarización infla el valor de los activos empresariales y, por tanto, su valor contable. La mayoría de las empresas no valen su valor contable. En este sentido, resulta revelador que las grandes empresas sean grandes acumuladoras de capital. Las grandes empresas reparten una mínima parte de sus beneficios inflados, manteniendo el resto en la empresa, por lo que pagan más impuestos de lo que deben y les quitan a los accionistas la mayor parte del beneficio de la actividad. La financiarización es inflacionista, es decir, empuja a la subida de precios. Es una forma de empobrecer a las generaciones actuales y también venideras cuando la deuda es a largo plazo. El empobrecimiento masivo es una de las formas de control social del nuevo orden mundial.
Suele decirse que los beneficios son privados y se socializan las pérdidas, eliminando lo que se conoce como el riesgo moral de asumir riesgos demasiado elevados. En definitiva, se han eliminado los mecanismos propios del control del mercado, para favorecer a los inversores financieros con mayores ganancias y menores pérdidas, debilitando la economía no financiera. Esta revalorización empresarial artificial, hace que empresas improductivas sobrevivan aumentando su endeudamiento (apalancamiento). A la vez, el alto endeudamiento de este tipo de empresas y la gran deuda pública, hacen que fluya menos crédito hacia las empresas mas dinámicas. De esta forma, el progreso, la economía y los salarios crecen menos de lo que deberían, se crea menos empleo y disminuye la productividad, de forma que no se permite que se reduzca la jornada laboral.
El trabajo excesivo es otra forma de control social, porque limita dedicar el tiempo al conocimiento del funcionamiento social y de la corrupción, así como el activismo contra las instituciones. Este fenómeno es tan perjudicial para la economía que ya se ha creado un nombre, se las llama empresas zombis. Gran parte de las grandes multinacionales son empresas zombis que deberían haber desaparecido. Igualmente, una gran parte de las PYMEs son empresas zombis, altamente endeudadas. Desde finales del siglo 20, el gasto público, la financiarización y las empresas zombis dominan la economía. A esta situación algunos economistas denominan Economía zombificada. ¿Por qué han financiarizado la economía los políticos? Probablemente la causa inicial fuera evitar las crisis de las burbujas financieras creadas por las políticas monetarias, conseguir crecimiento económico, como forma de disminuir la elevada deuda pública y la protesta ciudadana, de forma que se mantuviera el poder y los negocios de los políticos que supone la existencia del macro-Estado.
Es dudoso que sean beneficiosas las políticas expansivas en épocas de crisis, pero es indudable que la creación de un sistema financiero gigantesco -que controla el mundo empresarial y a la población- perjudica a la mayoría y a la economía a medio y a largo plazo. La financiarización disminuye el poder de las personas y de las grandes multinacionales zombis, aumentando el poder institucional, porque los políticos tienen la capacidad de cambiar las reglas en cualquier momento. La financiarización aumenta el poder del sistema financiero, a la vez que facilita el control institucional de éste mediante cambios legislativos, las políticas monetarias y las crisis.
La financiarización es un potente mecanismo de redistribución de la riqueza que, como la mayoría de los mecanismos del macro-Estado, favorece a una minoría en perjuicio de la mayoría. El enriquecimiento forzado de los ricos forma parte del parasitismo social, cuya redistribución de la riqueza se reparte, de mayor a menor porcentaje del PIB, entre los siguiente colectivos: 1) Funcionarios públicos, como los políticos, autoridades públicas y dirigentes institucionales; 2) Socios de las instituciones como el sistema financiero y las empresas zombis; 3) Colectivos de personas subsidiadas; 4) Sector social institucionalizado. En algunos países este orden puede ser diferente.
A la vez, las crisis debilitan la credibilidad de las masas en los mercados, fortaleciendo la idea de que es necesario que las instituciones intervengan el sistema financiero. Las masas creen que son fallos del mercado, debido a la propaganda y a los dogmas ya establecidos por las instituciones, porque desconocen que las instituciones provocan estos desequilibrios mediante la financiarización y las políticas monetarias. Resulta perverso que las crisis sean impulsadas por las instituciones, se eche la culpa a otros y las masas pidan a las instituciones que les salven de las crisis. Este es uno de los más decadentes mecanismos de ingeniería social para el indoctrinamiento, radicalización, deshumanización e idiotización de las masas. Dado que el sector empresarial y el aumento del enriquecimiento de toda la población no pueden ser controlados directamente por las instituciones, éstas han creado el gigantismo del sector financiero mediante la financiarización, para empobrecer a la mayoría y para controlar a las grandes empresas zombis que son las que más poder concentran. De esta forma se ejerce un elevado control sobre la sociedad.
A este intervencionismo económico, la propaganda institucional le denominó neoliberalismo, pero forma parte de un neointervencionismo público que se está completando durante las primeras décadas del siglo 21, con nuevos mecanismos. Cabe destacar que se dice que en la década de 1980 triunfó el neoliberalismo que significaba una menor regulación de los mercados y reducción del Estado, teniendo al Presidente estadounidense Reagan como su principal impulsor. A diferencia de lo que se cree, no hubo liberalismo en los Estados Unidos, donde el Estado siguió creciendo durante el Gobierno de Reagan (1981-1988), concretamente, el gasto público creció más de un 13%, pasando de un 23,54% del PIB al 26,61%, y la deuda publica creció más de un 46%, desde un 41,18% del PIB al 60,15%. Reagan impulsó el crecimiento del sistema financiero para sufragar el crecimiento del macro-Estado, de forma que disminuyó el poder del mundo empresarial y para empobrecer a la población.
(Continuará)
Mil gracias por el artículo, yo presumía todo lo que dice pero no sabía explicarlo