18 de julio: los laureles de la victoria no se marchitarán jamás
18 de julio: un águila imperial sobrevuela los cielos de España, anunciando que en nuestra Patria, después de cinco años de dominio de las sombras, comienza a amanecer.
Es una aurora bordada en colores rojigualdas, empapada con la sangre de los héroes que se derramará en trincheras, barricadas, calles y plazas, en campos abiertos, en collados verdiazules; es un alba que se plasmará en las banderas victoriosas que se alzarán al cielo de España, donde el águila de San Juan convoca a la más alta ocasión que vieron los siglos, a otro glorioso vuelo de España hacia las más altas cimas de su historia, a otra epopeya en la que los patriotas se levantan en armas para defender a España de invasores, de los enemigos de nuestra civilización cristiana y tradicional.
18 de julio… este mismo amanecer es el que presidió fechas memorables de nuestra historia en la que España defendió su unidad, su grandeza y su libertad frente a invasiones, amenazas y conspiraciones: frente a la morisma en Covadonga en el 711; frente al turco el 7 octubre de 1571; frente a la gabachería masónica en el Glorioso Alzamiento del 2 mayo de 1808; frente a la República bolchevique y luciferina en este 18 de julio.
Águila de San Juan sub umbra alarum tuarum protege nos («protégenos bajo la sombra de tus alas»), convocando a falangistas, requetés, legionarios y regulares, a patriotas, a todos los católicos – gloria y honor a nuestros mártires y héroes, a Franco y a los generales Varela, Mola, Moscardó, Valiño, Solchaga, Yagüe, Goded, Dávila…- para que sus escuadras incontenibles pongan la bandera rojigualda en las más altas torres del rojerío, izándola en todos los mástiles de España, haciéndola ondear en los campanarios y las vaguadas, en plazas y avenidas; para que un aguerrido pelotón clave la bandera nacional como una estaca en el corazón luciferino de la República, en el corazón vampírico del Señor de las Moscas, rey de los milicianos, señor de los diputados frentepopulares, comandante en jefe del asalto a las iglesias y los asesinatos de católicos, mariscal de campo de logias, conventículos, cenáculos, contubernios y aquelarres que conspiran por destruir la España tradicional, la España de siempre, para llevarla a la Gehenna de la dictadura del proletariado, del infierno bolchevique; para que heroicos soldados claven la bandera patria en España-Jima, proclamando al mundo que España vive, España está en pie, adalid una vez más de la defensa de la civilización cristiana y los valores tradicionales que conformaron la sociedad occidental: «Estamos ante una guerra que reviste, cada día más, el carácter de Cruzada, de grandiosidad histórica y de lucha transcendental de pueblos y civilizaciones. Una guerra que ha elegido a España, otra vez en la Historia, como campo de tragedia y de honor, para resolverse y traer la paz al mundo enloquecido de hoy. En la prueba más difícil de la historia, España ha acreditado que son inagotables sus reservas espirituales y materiales. Nada ni nadie ha podido detener a la España unida en su marcha segura para el recobro de su ser y su destino. Es la lucha en defensa de Europa y, una vez más, cabe a los españoles la gloria de llevar en la punta de sus bayonetas la defensa de la civilización, de mantener una cultura cristiana, de mantener una fe católica» (de los discursos de Franco).
80 años después de aquel amanecer irrepetible, las hordas izquierdistas conspiran de nuevo en sus frentes populares, amenazando la unidad y la catolicidad de España, conjurándose para destruir su identidad histórica, sus valores y sus tradiciones, con el fin de entregarla nuevamente en bandeja de plata al Señor de las Moscas, cercenando la cabeza del águila de San Juan para clavarla en una pica en las torres del NOM, en las logias del inframundo, en las almenas de los hemiciclos mundialistas.
Perdieron la guerra, y, después de tanto tiempo, sus zombies han vuelto, sus milicianos montan sus barricadas en las redes sociales, en las televisiones, en las tertulias, en los hemiciclos, apoyando a etarras, calificando de genocidio a la Hispanidad, quemando banderas, silbando nuestro himno, persiguiendo a los católicos, blasfemando impunemente, alzando otra vez amenazadora y grotescamente el puño en alto que humillamos desde aquel 18 de julio, cantando a pleno pulmón sus ridículas internacionales, que habíamos silenciado implacablemente desde aquel glorioso amanecer.
Por eso, a causa de aquel horrendo trauma que les causó su ignominiosa derrota, nuestro himno, nuestra bandera, nuestro ejército, nuestra policía, nuestra Guardia Civil, nuestros mártires, nuestra religión, nuestros legionarios y nuestros valores y tradiciones son para las hordas del progrerío rojo una auténtica pesadilla, una maldición que tienen que conjurar odiando todo aquello que les venció a los gritos de «¡Viva España!», «¡Arriba España!», «¡España una, grande y libre!».
Porque fue España quien les venció, fue la Patria forjada en siglos de historia, acrisolada en valores tradicionales y cristianos; porque las tropas nacionales gritaban «¡Entra España!», cuando conquistaban una localidad. Por eso odian todo lo español, por eso no ondean banderas nacionales en sus aquelarres, porque en nuestra bandera ven el sudario que les amortajó en el 39, y en nuestro himno ven el responso fúnebre que recibieron en la fosa donde los enterramos.
Izquierda traumatizada, rencorosa, rabiosa y vengativa, que pretende exorcizar nuestro brazo en alto levantando el puño bolchevike, y nuestro «Cara al sol» con su grotesca «Internacional», pero que ha conseguido ganar la guerra que perdieron urdiendo la Memoria Histórica, después de su triunfal victoria en la batalla de la Transición, que tuvo como fecha significativa el Alzamiento del 29 de diciembre de 1978, con la promulgación de la Constitución que dio paso a una democracia corrupta que ha resucitado a los corruptos, a los traidores, a los secesionistas, a los radicales, a los antisistema, a los antiespañoles y anticatólicos, a los milicianos, todos redivivos desde el 36.
Han ganado la guerra después de 80 años, desterrando de nuestras calles el nombre de nuestros héroes y mártires, amenazando al Valle de los Caídos porque quieren destruir la Cruz más grande del mundo, eliminando la simbología de la España que les venció, quitando las estatuas de Franco, prohibiendo cantar el «Cara al sol» y levantar el brazo en alto, mientras ellos se chulean cantando sus internacionales puño en alto, como si ellos hubieran sido los triunfadores de la contienda; manipulando ominosamente los libros de historia para que las jóvenes generaciones no sepan jamás que el 18 de julio comenzó una Cruzada de Liberación, que en aquella España había libertad para todo, menos para votar a unos partidos políticos que no son más que el reflejo de una democracia corrupta por su propia naturaleza, y donde se prohibía la libertad de expresión que impedía la existencia de personajes que emponzoñan la España de hoy, como Turrión, Monedero, Errejón, Otegui, Bódalo, César Strawberry, Pablo Hasél, Willy Toledo, Tardá, Rufián, Carmena, Rita Maestre, y un largo etcétera que conforman el chusmerío pijoprogre, donde unos niños mimados por el sistema que consideran fascismo cualquier normativa u ordenamiento jurídico.¡Normas a ellos, criados como los «reyes de la casa»! Conspiran para destruir España jugando a cheguevaras, a chavecitos, a leninitos, a republicanos… niñatos ineptos, incapaces, prepotentes, ridículos que, sin tener ni idea de lo que fue el 18 de julio, con el cerebro lleno de mentiras sobre nuestra Guerra Civil y la España de Franco, vienen a enseñarnos lo que es la verdadera democracia, a llamarnos fachas, a asaltar nuestros cielos, pues nos han ganado la batalla de los medios de comunicación, en poder de los plutócratas globalistas.
Y es así como por nuestros cielos asaltados ya no vuela el águila de nuestros imperios, sino sus quebrantahuesos, sus halcones, sus murciélagos, sus malignas aves carroñeras, que convocan a todas las alimañas del Averno a sus orgías antiEspaña y anticatólicas, a su holocausto zombie, a sus kabalgatas de aliens.
Y es así como cae sobre nuestra Patria la noche nochera de Walpurgis, jineteada por sus «sleepy hollows», que con sus guadañas siembran de calaveras nuestros solares.
Saben que ya no tenemos un ejército que entre en combate con este nuevo Frente Popular, que tienen detrás de ellos el inmenso poderío del NOM. Sin embargo, convocadas con el invencible reclamo de nuestras plegarias, conseguiremos la asistencia de las invencibles huestes celestiales, capitaneadas por San Miguel, acaudilladas por los Sagrados Corazones de Jesús y María.
Pero, junto a esta Cruzada de Oración, ¡qué mejor manera de celebrar nuestro 18 de julio!, ha llegado la hora de defender nuestra Patria haciendo ondear nuestras banderas y lanzando al viento nuestros himnos, para protestar contra cualquier ataque a nuestros valores y tradiciones, a nuestra unidad y nuestra fe, al grito de «¡Entra España!».
Sí, España está necesitada de un nuevo amanecer, de una nueva primavera en la que ondeen otra vez nuestras banderas victoriosas, en las que vuelva a cruzar nuestros cielos el águila de san Juan. Como afirmaba José María Pemán, «Ella será la vuelta de España a sí misma: a su camino y a su Historia. Porque la Historia que acabamos de contar no ha sido más que eso: una lucha constante por los más altos ideales del Espíritu. No servimos para cosas bajas, pequeñas o menudas. No servimos más que para las cosas altas y grandes. Por eso, cuando decimos “¡Arriba España!”, en esas dos palabras, a un tiempo, resumimos nuestra Historia y ciframos nuestra esperanza. Porque lo que queremos es que España vuelva a “su sitio”: al sitio que la Historia le señala. Y el sitio es ese: “Arriba”. Es decir, cerca del espíritu, del ideal, de la fe… Cerca, sobre todo, de Dios».
Sólo así, a los gritos de «¡Viva Cristo Rey!», ¡Viva España!», los laureles de nuestra victoria no se marchitarán jamás.
Honor y gloria a los participantes del glorioso movimiento Nacional del 18 de julio de 1936
VIVA FRANCO
ARRIBA ESPAÑA