La zombificación de Occidente a golpe de política monetaria y fiscal
José Basagoiti.- En el año 2020, con la crisis del coronavirus y la incertidumbre que esta misma sigue generando, hemos visto una demanda altísima por la liquidez, de hecho, como pueden ver en la imagen adjunta, han acaparado la mayor parte de flujos, muy por encima de bonos y acciones.
Los bonos, a pesar de la distancia con la liquidez, tienen, al menos, una tendencia alcista. Sin embargo, el mercado de equity va perdiendo interés, evidentemente, por la aversión al riesgo de la comunidad inversora, en una situación donde la seguridad es lo que prima.
Por lo tanto, el ahorro se está canalizando, sobre todo, a pasivos estatales; pasivos a la vista (divisa) y pasivos a plazo (bonos), por lo que tenemos un gran flujo de inversión que financia al sector público en detrimento del sector privado. Esto tiene consecuencias que debemos tratar de explicar.
El hecho de que exista tanta demanda de liquidez es lo que permite a los Bancos Centrales aumentar tanto su balance sin generar peligros inflacionistas, por lo menos en el corto plazo. Toda la nueva oferta monetaria está siendo absorbida por esa demanda creciente, lo que da mucho margen de actuación. Pero ojo, esta demanda no es infinita, llegará un momento en que la aversión al riesgo vaya disminuyendo y los inversores busquen rentabilidad en vez de seguridad. Y en ese momento, los flujos volverán al equity o inversiones alternativas y los Bancos Centrales tendrán la obligación de ajustar sus balances y destruir pasivos. Y en el caso de que haya cierta indisciplina en este proceso, sí podremos ver tensiones de inflación o shock monetarios.
Una segunda consecuencia de esta situación en flujos de inversión, es que si el sector publico acapara todo el ahorro, parte del sector privado, necesitado de financiación, puede verse castigado.
Y lo paradójico, es que esa seguridad que ofrece el pasivo estatal, es porque éste es capaz de extraer rentas, a través de impuestos, al sector privado. Por lo tanto, la seguridad que un bono tiene de pagar de sus intereses es por que los Estados siempre pueden parasitar más y más al sector privado.
La recaudación de impuestos es un arma que no tiene fin y es lo que permite a los Estados y su deuda no quebrar y, por tanto, ofrecer seguridad en sus activos financieros. Aquí hay que apunta que existen excepciones, sí, hemos visto Estados como Argentina quebrar en varias ocasiones y no hacer frente a sus obligaciones de pago, pero son casos anómalos.
Esa ventaja no la tiene el sector privado, ya que, si sus participantes caen en mala gestión o malas decisiones estratégicas, quiebran y el mercado los elimina. Esto hace que la inversión en renta variable tenga mucho más riesgo y, por tanto, en tiempos donde existe incertidumbre y no se quiere riesgo, los flujos caigan.
Pero esta tendencia no es la más sana, si la mayoría del ahorro cae en manos del ente público, es éste el que tiene el poder de organizar la economía y encargarse de la ingeniería financiera. Y esto nos va a llevar, inexorablemente, a una constante mala asignación de capital que, a su vez, derivará en un peligroso estancamiento económico. Esto es lo que se conoce como la teoría de imposibilidad del socialismo, desarrollada por Ludwig Von Mises.
De hecho, estamos en ese punto, economías con políticas fiscales cada vez más expansivas y donde vemos cómo el ahorro es absorbido por el propio sector estatal en detrimento de un sector privado que es castigado por el primero.
Por lo tanto, mientras sigan los flujos con esta tendencia, no esperamos inflación en la economía, pero sí un estancamiento cada vez mayor. Esto, por ejempo, es lo que le lleva pasando a Japón en las últimas décadas. De ahí el concepto de “japonización” de la economía.
¿Acuñaremos en próximos años el término de “europeización” o “americanización” de la economía?