Memoria histórica: Salvador de Madariaga
Este destacado español no figura en la nómina de los políticos, de los intelectuales, de los diplomáticos, de los historiadores, o de los escritores españoles más destacados por sus semejantes actuales entre cuantos les parecen dignos de ser tenidos como ejemplares a lo largo del siglo XX… Sin embargo, este ingeniero de minas, hijo de militar, mantuvo toda su vida una profunda preocupación por los problemas de España, sin perjuicio de sentirse ciudadano universal desde que en Francia hizo el bachillerato y obtuvo el título de ingeniero, que abandonó pocos años después tras haberle utilizado al servicio de una compañía de ferrocarriles.
Sesenta volúmenes de ensayos, novelas, dramas, poesías, relatos, trabajos históricos, publicados en español, francés o inglés, no son suficientes para que -quienes apenas si han escrito uno que valga la pena- le concedan la atención que sin duda merece. Tampoco, por lo visto, tiene méritos suficientes para ello alguien que fue ministro de Instrucción Pública y de Justicia, además de embajador de España en los Estados Unidos y en Francia, delegado permanente de España en la Sociedad de Naciones y pieza indispensable del Consejo de Seguridad y la Asamblea de esta organización precedente de la ONU. Vamos, algo más valioso que Adolfo Suárez, Felipe González, José María Aznar y demás figuras preeminentes de esta España que, gracias a don Juan Carlos, disfrutamos desde hace ya 35 años.
Tengo para mí que existen razones suficientemente justificadoras del olvido y el desprecio que la “nomenclatura” política de hoy -y la “pompa” cultural que acompaña y corteja a tan peculiar familia- muestra respecto de Madariaga. Una de esas razones es sin duda que él mantuvo toda su vida un vínculo afectivo, intelectual y social con las Fuerzas Armadas, nacido de su filiación y de su fraternidad con militares en activo, incrementado por la enseñanza recibida en su vivencia política en Gran Bretaña. Ese vínculo se mantuvo inalterable a pesar de que a partir de un determinado momento -cuyos detalles concretos desconozco y agradecería mucho alguien me facilitara o me diera pistas para hallar-se distanciara del movimiento militar inspirador y fundamento del Estado franquista hasta poco a poco convertirse en uno de sus máximos frontales oponentes.
Otra base, a mi juicio, del silencio esparcido sobre su persona y su obra es que el antifranquismo de Madariaga, fundamentado en razones políticas propias de su pensamiento y su experiencia, no le llevó hasta el extremo de denigrar la persona de Franco, aunque no se resistiera a burlarse de él y su sistema cuando en 1964-65 dió a luz su libro “Sanco Panco”, que no es precisamente una de sus mejores obras…
El tercer factor, a mi juicio, que explica el manto de silencio que cubre a Madariaga es el fundamental dato de que durante la II República ambos coincidieron en servirla desde las posiciones políticas representadas por Alejandro Lerroux y su Partido Radical, el escritor de modo directo y muy comprometido puesto que aceptó ser ministro de Instrucción Pública y de Justicia mientras que Franco lo hizo de un modo profesional al ser en principio asesor del ministro de la Guerra durante la revolución del mes de octubre de 1934 promovida en Barcelona por los separatistas catalanes y en Asturias y el norte de España por los socialistas y comunistas, y tras ella jefe del Estado Mayor del Ejército. En este puesto tuvo Franco en 1935 un largo encuentro con Madariaga, y todo parece indicar que fue a iniciativa o impulso del entonces de nuevo alto funcionario en Ginebra. No existen, que yo sepa, detallados informes de ese encuentro, que Franco no comentó con nadie ni apuntó en ningún lado y del que Madariaga sólo hizo mención en algunas conversaciones particulares. José María de Areilza se refirió a tal encuentro en 1986 al recordar los cien años del nacimiento de nuestro singular ingeniero y excepcional diplomático.
Según el fervoroso franquista y aprovechado antifranquista, Madariaga quedó muy sorprendido por la minuciosa precisión y el juicio concreto que manifestó Franco sobre los problemas del momento que entonces vivía España, y por su reiterada alusión al estado de la opinión pública como necesaria constancia de los valores y temas que en aquel año embargaban los ánimos de la ciudadanía. Parece ser -vuelvo a insistir que solo cuento con esta referencia- que a Franco le interesó mucho el análisis que Madariaga le hizo sobre la crisis que en Europa sufría la validez y vigencia de la democracia liberal y parlamentaria. En ese encuentro escuchó Franco, quizás por primera vez, lo que eran y podían ser el “sufragio orgánico” y la “democracia orgánica”… Salvador de Madariaga expuso con toda claridad esa doctrina en su ensayo “Anarquía o jerarquía”, donde pueden estudiarla quienes deseen conocer el ápìce de un pensamiento liberal e independiente. Los ensayos de Madariaga son a mi juicio interesantes reflexiones sobre concretos hechos políticos y no simple deducción o deriva de anteriores lecturas y opiniones. Ello no quiere decir que no sean ni deban ser discutibles sus opiniones sobre los problemas de la vida pública y las perjudiciales contradicciones de la democracia europea, amenazada por la presencia y el avance de los fascismos italiano y alemán y el comunismo soviético. Esa amenaza le hizo disecar con fría pasión los riesgos que para la supervivencia del mundo democrático y de las libertades públicas tenía -y sigue teniendo- la sola vigencia del sistema de sufragio universal e igualatorio.
Su idea y su meta eran la libertad y la dignidad del ciudadano, y para salvar ambos inapreciables bienes le parecía conveniente modificar y complementar los perfiles instrumentales de la profunda y definitiva democracia que todos debemos construir y mantener.
En los días finales del mes de julio de 1936, Madariaga escapó de España y desde entonces vivió en Suiza, Francia, Gran Bretaña, USA y de nuevo en Gran Bretaña. No he podido averiguar de qué España huyó Madariaga, pero me parece evidente que no fué de la franquista por la sencilla razón de que en esos días Franco no mandaba en ninguna parte de España. Tampoco he logrado saber por qué motivo Madariaga no estuvo en la España sublevada ni antes ni después de que Franco fuera elegido el 1 de octubre de 1936 por sus compañeros de armas generalísimo de los ejércitos nacionales y jefe del nuevo Estado, sobre todo si tenemos en cuenta que en aquellos momentos el hombre de confianza del mandamás era su hermano Nicolás, de características políticas y religiosas muy parecidas a la del reciente exiliado, y que su jefe político -Alejandro Lerroux- había apoyado desde su inicio el alzamiento militar y popular del 18 de julio, aunque lo hiciera de modo más bien pasivo que activo en su refugio veraniego de San Rafael, situado en pleno eje y corazón del camino que llevaron las tropas sublevadas para dominar el Alto del León y con ello impedir que fueran las milicias republicanas llegadas de Madrid quienes invadieran Castilla.
Tengo para mí que en este alejamiento de Madariaga jugaron papeles muy importantes su radical republicanismo y su distanciamiento religioso, ya que no es posible desconocer la importancia política que tanto en los preparativos como en los inicios del movimiento de liberación nacional tuvieron los elementos monárquicos y cristianos. También me parece claro que algo debió jugar en su contra la creciente fama de agente al servicio de Inglaterra que hubo de soportar Madariaga desde que al principio de la primera guerra mundial se marchó a Londres y comenzó a distinguirse en la propaganda de la causa británica, fama acrecentada durante su activa presencia en la Sociedad de Naciones y que siguió acompañándole hasta su muerte.
Antifranquista intenso y claro organizó el “contubernio de Munich” para que en los últimos años de Franco se organizara desde el exilio el mejor modo de sustituirle y reemplazarle por una monarquía a semejanza y estilo de la británica. Ello parece motivo suficiente para que su nombre y su obra fueran reconocidos y exaltados por la España actual. Si no se hace e incluso se le pospone al recién fallecido Semprún como el español más europeo del siglo XX, el motivo último y fundamental creo que es por un lado su constante y creciente anticomunismo y por otro el ya señalado impulso de una democracia orgánica, superadora de la partidista que tanto nos aflige por favorecedora del enriquecimiento de las castas dirigentes en lo político y en lo económico.