Rodión Malinovski: El mariscal de la URSS que guardó España en su corazón
Rodión Malinovski fue un comandante militar soviético, Mariscal de la Unión Soviética y Ministro de Defensa de la URSS entre 1957 y 1967. Participó en la Primera Guerra Mundial, las guerras civiles en Rusia y España y en la II Guerra Mundial. Jugó un papel central en la derrota de la Alemania Nazi durante la Batalla de Stalingrado, marcando con su aportación inapreciable en la victoria en la operación ‘Wintergewitter’ el cambio del desarrollo de la Gran Guerra Partia a favor del Ejército Rojo.
Dos veces Héroe de la Unión Soviética, participó en la liberación de Rumanía, Hungría, Austria, Checoslovaquia y en la guerra en Japón. La hija del Mariscal, Natalia Malinovskaya, hispanista, docente de la cátedra de Literatura Extranjera de la Facultad de Filología de la Universidad Estatal de Moscú M.V. Lomonósov, y laureada con premios literarios, habla sobre su brillante padre con la corresponsal de RT Natalia Serdyuk.
Rodión Malinovski participó en la Guerra Civil en España entre 1937–1938. ¿Qué impresión le produjo ese país?
Les contaré sólo una historia que les aclarará la actitud de Rodión Malinovski hacia España. Cuando murió, mi madre trajo a casa sus pocas cosas personales que guardaba en la mesita al lado de la cama en el hospital. En su portamonedas encontramos dos cosas: la fotografía de mi madre conmigo en brazos y su salvoconducto que recibió en Madrid en 1937. Eso significa que trasladaba ese salvoconducto de un portamonedas a otro y así continuó durante toda su vida. Creo que no hacen falta más comentarios…
¿Cómo evalúa usted la participación del pueblo soviético en la Guerra Civil de España?
Una vez me trajeron el catálogo de una exposición española. En la cubierta se encontraba la imagen de Iósif Stalin. Al mirar más atentamente la foto vi que se componía de una especie de mosaico de imágenes de los participantes en la Guerra Civil española. En aquel entonces me sentí mal. Entiendo que es nada más que un truco impresionante del diseñador, una paráfrasis en el tema de la historia que quería enseñar quién se encontraba detrás de aquellos soldados soviéticos que luchaban en España. No es verdad. Ellos hacían su propia causa muy justa y muy digna. Se daban cuenta de que empezaba algo muy serio en la situación mundial. La sombra del año 1933 en Alemania se sentía en aquel momento en España y les fue claro que si no la detenían, algo horroroso ocurriría con la humanidad. Allí luchaban personas de diferentes puntos de vista, diferentes religiones, etc. Orwell, el Coronel Malinó (como llamaban a mi padre, Rodión Malinovski), ?wierczewski, nuestra emigración de la primera oleada del Ejército Blanco y otros.
Hacían su propia causa sinceramente, por eso quisiera que esta noble misión de los que llegaron a España para participar en la Guerra Civil sea percibida de la manera correspondiente. Con respeto.
Usted dedicó su vida al hispanismo. ¿Hasta qué punto su padre influyó en la elección de su profesión?
Al graduarme en el colegio decidí aprender español, pero no se lo comuniqué a mis padres pues no quería que me ayudaran a ingresar en la universidad, quería hacerlo yo misma. Pasado medio año después de mi ingreso, mi padre me regaló una maravillosa edición de las obras de Federico García Lorca. Fue un regalo inapreciable para mí, pero más importancia tuvo otro regalo suyo. Al ver la luz mi primera obra literaria en el periódico La Semana me regaló un libro que trajo hace años personalmente de España: ‘Bodas de sangre’ de Lorca. Ya llevan diez años representando en el teatro de Moscú Soprichastnost ‘Bodas de sangre’ en mi traducción.
¿Qué significaba para usted ser la hija de aquel mariscal?
Antes de mi nacimiento mi padre ya tenía tres hijos, dos del primer matrimonio y uno de mi madre. Por eso, soñaba con tener una niña. Mi padre ya sabía que llamaría a su hija Natalia en honor de su tía, a la cual quería mucho. Así, fui una hija largamente esperada…
Pasados muchos años vuelvo a recordar un caso. Fue la época de la primera salida de Gagarin al espacio. Para mí, como para toda la URSS, Yuri Gagarin fue inalcanzable como una estrella, un verdadero héroe. No podía ni siquiera imaginar que podría verle con mis propios ojos. ¡Imagínese mi asombro cuando el mismo Gagarin vino a visitarnos para compartir un almuerzo con mi familia! Cuando cenábamos juntos en un momento mis padres salieron del cuarto y me quedé sola con él. Me miró y dijo: “¿Sabes una cosa?, ¡Ni siquiera en mis sueños habría podido imaginar nunca que me sentaría en una mesa con una persona de la envergadura de tu padre ni que me atrevería a decirle algo!”. Me quedé perpleja, pues para mi Rodión Malinovkii sólo era mi padre y Gagarin era un verdadero ídolo.
Mi madre siempre me decía: “¡Debes vivir de manera que tu padre nunca sienta vergüenza por ti!”, y toda mi vida he tratado de ser alguien, no sólo la hija de Rodión Malinovski, o sea, nunca me respetaría si no consiguiera ser alguien aparte de ser su hija. Creo que mi padre tenía los mismos sentimientos hacia mí. Sé que estaba contento por la profesión que había elegido.
La vida nos presenta a veces historias tales que estremecen mucho más que el argumento de cualquier libro o película. Un día de invierno me apresuraba al trabajo y vi en la calle a un anciano que se sentía mal. Le ayudé a sentarse y le oí hablar en su delirio, poco se entendía pero conseguí oir: “Fuimos nosotros… nosotros… el Segundo Ejército de la Guardia… somos los que ganaron la Guerra… Nadie lo sabe… Nadie lo recuerda…”. Entendí en seguida de qué hablaba: del Segundo Ejército de la Guardia que detuvo a las tropas de Erich von Manstein cerca de Stalingrado y con eso privó al ejército de Friedrich Paulus de la posibilidad de salir del asedio. Mi padre, Rodión Malinovski, dirigió aquel ejército.
Le dije a aquel hombre: “Yo lo sé”
— No, hija, no sabes nada…
— Lo sé, lo sé perfectamente. Soy la hija de su comandante…
Por primera vez en mi vida pronuncié aquellas palabras que siempre me inculcaron no pronunciar. ¡Y sentí un inexpresable orgullo de ser la hija de Rodión Malinovski!
¿Cómo se conocieron sus padres? Durante la II Guerra Mundial, ¿verdad?
Sí, a finales de 1941 mi padre dirigió el Frente Sur, que en aquel entonces perdía terreno. Mi madre, a principios de la guerra, se encontraba en Leningrado trabajando en una biblioteca. Sobrevivió al primer invierno más duro del sitio de Leningrado. Casi toda su familia, salvo su hijo, murió en sus manos. La evacuaron por el Camino de la Vida el 4 de abril de 1942, el último día de la evacuación de gente por el lago congelado. Vio cómo caía debajo de la capa de hielo al agua cada segundo coche lleno de gente. Les evacuaron al sur, a las afueras de Grozni. Cuando se vio claramente que la ciudad se encontraría en la ocupación, mi madre se negó a quedarse allí. Empezó a trabajar de lavandera en el Ejército Rojo. Era un trabajo durísimo, pero encontró fuerzas para educarse en la profesión de telegrafista. Dos veces su ejército asediaron los enemigos, y ambas veces al salir del asedio trajo información para los servicios de inteligencia. Y por sus méritos el mismo Rodión Malinovski le entregó la Orden de la Estrella Roja. A finales de la Gran Guerra Patria juntaron sus vidas para siempre y se dirigieron a la Guerra en Japón ya juntos.
Se piensa en Rusia que el mundo disminuye los méritos del pueblo soviético en la Segunda Guerra Mundial. ¿Usted está de acuerdo con tal punto de vista?
A veces eso pasa y aquí no hay nada sorprendente, sobre todo si se toman en consideración los intereses gubernamentales.
Si uno ama a sus padres sus historias le importan mucho, la esencia de sus vidas. Aquella tragedia de todo el pueblo fue su tragedia personal.
Cuando veo algunos programas de la Guerra en la televisión me desalienta que se hagan con una absoluta sangre fría.
Me desengaña y sorprende la manera en que los historiadores modernos hablan de la Guerra. Desde la altura de su razón irreprochable y su comprensión de aquellos acontecimientos, analizan cómo habría que haberse actuado en la Guerra y haciéndolo pueden fácilmente ofender a los pocos veteranos que nos quedan. La Gran Guerra Patria en general se comprende de manera muy extraña: una guerra que ganó el pueblo, sin comandantes. Pero así no puede ser. Además, no hay que olvidar que los mismos comandantes antes fueron carne de cañón en otras guerras.
También me da pena que muchos representantes de nuestra juventud no saben la historia de su país. Una vez una estudiante de mi grupo me preguntó: “¿Es verdad que usted es la hija de un general del año 1812?” “Sí, —le contesté—, me he conservado muy bien a pesar de haber bailado en las fiestas con Alexander Pushkin y los decabristas”. ¡Se les confundió todo: la Gran Guerra Patria, la Guerra contra Napoleón, La Batalla de Kulikovo, todo! Y no se puede hacer nada contra eso. Es probable que sea un desarrollo normal de la Historia, que nunca más y para nadie aquella hazaña del pueblo estará tan próxima como para nuestra generación…