Enrique de Vivero

AR.- El espectáculo que está dando usted, no puede ser más lamentable. La ingratitud y la falta de escrúpulos, no son para hacer escarnio, ni para alegrar a nadie, ni para burlarse siquiera. No lo deseo hacer. Es triste contemplar cómo un ex coronel de La Legión devenido político (de los malos) puede tener un comportamiento político tan miserable. Esto no se improvisa. Se comprende que Heriberto García, que lo conoce bien de cuando mandaba el Tercio I de La Legión en Melilla, nunca se fiara de usted. Y no es el único.

¿Quién le dijo que nos íbamos a olvidar de su miserable actitud? A día de hoy, es usted, y su conducta pública el mejor ejemplo de un comportamiento execrable, de lo que no hay que hacer en política, ni tampoco en otras ramas de la actividad humana.

Lamento por los honrados militantes de Vox en Málaga (digo yo que algunos habrán) que ahora sea usted esclavo de tanta memez dicha a voz en cuello. Pero, no. No es toda la culpa de usted. Hay quien dice que es usted mala persona. Yo no lo creo. Hace un buen cabo baranda y poco más. Lo que ocurre es que hay un fallo terrible, cuando alguien se mete en lo suyo, y no es lo suyo. O cuando uno termina haciendo lo que no debe; por ejemplo, engañarme a mi. Yo entiendo que muchos militantes de Vox en Málaga tengan la misma dignidad que un lagarto, y que las afrentas las pasen por alto. Ya conocemos la elasticidad moral de cierta derechona. Pero deben respetar, sobre todo los que nos piden árnica, que nuestro concepto del honor no correspondido difiera del que ellos tienen. Rizar el rizo de la desvergüenza sería asumir con mansedumbre el olvido de la palabra dada. Que haya gente que se conforme con tener un presidente provincial que afirma una cosa y hace su contraria, sin torcer un ápice esa sonrisa de cochero de diligencia, es la encarnación misma de la sentencia demoledora falsamente atribuida a Groucho Marx: «Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros».

A usted, el sistema le ha llevado a donde no le correspondía, y eso no es justo, ni para usted, ni para los militantes que han salido de Málaga para meterse en Malagón. Lo que necesitan es un líder que no falte a su palabra, que es uno de los principales fundamentos de la dignidad humana.

Hay, pues, que reflexionar muy seriamente, cómo se elige a la gente, y para qué. Qué se debe exigir, en cuanto a habilidades demostradas, y quiénes son los asesores, los trepas que maquinan en la sombra, los que le van a meter en un buen lío en cuanto se entere Cabanas, al que usted tanto teme, de lo que se traen entre manos. No confunda la decepción que siento con el odio hacia usted que no le tengo. Si lo odiara ya habría puesto tasa a su chiringuito. Pero tampoco me avengo a componendas, como la reunión con usted que se me propuso ayer y que yo, obviamente, rechacé.

No le auguro mucho futuro en esto de la política. Me temo que su talante autoritario casará poco con lo que esperan de usted los militantes. Usted camina hacia hacia el desinfle, regalando cuentos de caperucita. En realidad tiene usted más cuentos que José Callejas. Sin embargo todo ello, usted debería preocupar más a la gente de su partido que José Enrique Lara. Ha prometido usted cosas a personas que lo más prudente aconsejaría tener muy lejos. Le eximo de sus compromisos con esa gente que, contra lo que le hizo creer, no tiene ningún poder ni influencia alguna sobre nosotros. Eso le evitará engorros mayores. No dirá que no le hemos avisado. Por si acaso, la dirección nacional haría bien en revisar con lupa sus próximos nombramientos.

Es malo que el líder de un partido, por poca cosa que ese partido sea, arrastre la sombra alargada de haber hecho y aceptado cosas que no debía. Consecuencia de tener una personalidad pragmática que busca alianzas con quien, en cada momento, le puede resultar más beneficioso, aunque ese beneficio cortoplacista a la larga terminará cavando su tumba política. La otra quiera Dios que se retrase muchos más años. Para usted la amistad en política es un concepto ofrecido al mejor postor. Y usted se ha equivocado de alianzas. Y usted se ha equivocado de enemigo. A usted le penará siempre haberme engañado.